Solo había un televisor y había que compartirlo. Las televisoras empezaban transmisión después del mediodía; esto es lo que recuerda Rocío Vargas de su niñez.
Al lado de [[BEGIN:INLINEREF LNCVID20140908_0014]]Gasparín[[END:INLINEREF]], el fantasmita más amigable de la televisión, pasaba Rocío, hoy de 51 años, sus tardes después de clases.
Ella recuerda que el fantasmita la conquistó por su humildad y su sencillez, valores que considera muy importante fomentar en los niños.
“Me encantaba. Pienso en la buena voluntad que tenía porque le podían hacer de todo y no perdía sus valores”, comentó la auxiliar de enfermería.
Esa admiración por el personaje sigue viva aún. “Todavía lo veo, hay un canal de cable que lo pasa y me pongo a verlo con mi hija; a ella le encanta también; creo que yo le transmití ese gusto”, dijo.
Más personajes. Pero no solo el tierno fantasmita conquistó a Rocío cuando era niña. Ahora recuerda, con mucha nostalgia, las fábulas de Hanna Barbera, como Los Supersónicos o [[BEGIN:INLINEREF LNCVID20140908_0015]]Los Picapiedra[[END:INLINEREF]], caricaturas que aún están vigentes en la televisión.
“Creo que, además de los valores que nos enseñaban en la familia, las fábulas de esa época tenían ese fin, ayudar a la educación porque no había violencia”, detalló.
No solo estos dibujos estaban en la preferencia de Rocío. Ella recuerda también que había una serie llamada Señorita cometa , que la entretenía con las aventuras de una joven del espacio que llegó a la Tierra, cuya historia se inspiró en un manga japonés.