Pablo Escobar siente el cerco policial y de enemigos cada vez más cerca de él. De él . El invencible. El que todo lo ha podido durante lustros, dentro y fuera de Colombia.
Pablo Escobar está cada vez más paranoico con su gente, con la gente que lo cuida. La mayoría de sus traquetos fieles han muerto en la refriega del narcotráfico que desangró a Colombia en los años 80 y 90.
Ahora le presentan a Limón, uno de sus nuevos lugartenientes. Pablo sabe medir a los suyos. Y cualquiera, sea o no su gente, le tiene horror ya de entrada.
Pero Limón sabe, en su fuero interno, que su idolatría por ‘el Patrón’ no tiene límites. Ya tendrá tiempo de demostrarlo.
De momento, Pablo Escobar escruta con la mirada fuerte, ampliamente sostenida, a su nuevo guardaespaldas de confianza, Alvaro de Jesús Agudelo.
Limón le sostiene la mirada. Tiembla por dentro, pero le sostiene la mirada. Ninguno de los dos sabe que ese encontronazo primario, donde el Patrón le da el beneplácito al hombre de confianza, se convertiría en un lazo que los uniría a ambos hasta la muerte, el 2 de diciembre de 1993.
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Es un día de octubre del 2015. Wagner Moura (Pablo Escobar en Narcos I y II) y Leynar Gómez (Limón en Narcos II ) aprietan sus quijadas y se escrutan mutuamente, con una dura mirada sostenida, como lo hicieran sus personajes en la vida real, más de 20 años atrás.
Es la primera escena del actor costarricense Leynar Gómez en la esperada Narcos , un papel para el que sobraban actores de primera en todo el continente y que él consiguió sin proponérselo.
Como casi todo lo que le ha pasado a Leynar Gómez en la vida: su delirio por el arte en sus múltiples manifestaciones, empezando por el teatro, lo han llevado a cruzar el continente hacia el sur, muchas veces en un peregrinaje de vuelos baratos y buses mugrosos, con dos sillas plegables y una mochila con lo mínimo bajo el brazo, cruzando parte del desierto de Aracataca para pasar de Ecuador, Bolivia o Colombia a Chile en solitarios periplos en medio de la nada.
Hoy, que Leynar está a punto de internacionalizarse en Narcos –tras una jugada increíble del destino– volvió a Costa Rica hará unas seis semanas antes de alzar vuelo de nuevo.
Viene con cero ínfulas. La noticia de su fichaje en Netflix se mantuvo como el secreto mejor guardado durante casi un año en que el actor estuvo fuera, de rodaje en Colombia.
Razones contractuales, multas multimillonarias a quienes adelantaran spoilers de cualquier tipo, previenen a los actores involucrados a guardar silencio sepulcral. Leynar Gómez, de todas maneras, parece ser experto en este arte. El de callar lo que hace. Si se sabe, que se sepa. Pero no por boca de él.
“Comiendo ‘callao’”
Nunca mejor dicho, este aforismo colombiano, en cuanto al asunto de Leynar y Narcos .
El tico obtuvo gran suceso con su coprotagónico en Presos (2014), de Esteban Ramírez, una de las cintas más vistas por los ticos en toda la historia.
Sin embargo, por alguna razón inexplicable y a pesar de la fuerte interpretación que realizó, como un privado de libertad en La Reforma, los focos quizá estuvieron más sobre su compañera Natalia Arias, quien había arrasado con su papel secundario en Gestación , años atrás.
Pero cuando el nombre de Leynar empezó a sonar, a finales del año pasado, como parte del staff de Narcos , ahí sí que algunos arqueamos la ceja.
Y empezamos a buscarlo. Leynar no aparecía, no estaba en su natal Puntarenas, donde hasta hacía poco se desempeñaba como subdirector de Colegio Científico de la UCR, al tiempo que dirigía un taller de teatro.
Leynar se desapareció del lente nacional y no fue sino hasta hace un par de meses, cuando la producción de Narcos finalizó y Netflix empezó a liberar detalles a cuentagotas, que se infirió: algo grande se estaba cocinando.
Finalmente, hace unas semanas, localizamos a Leynar, ya en Costa Rica, tras casi un año fuera. Siempre jovial y sencillo, pero firme, contó que recién había terminado un proyecto grande pero que no tenía luz verde para hablar de él.
Dos y dos son cuatro.
Era un hecho. El tico ahora formaba parte de una de las principales apuestas continentales (en actores) y mundiales (en audiencia) de parte de Netflix: Narcos .
Cable a tierra
A Leynar Gómez, nada lo preparó para lo que se le venía. Su filosofía es posicionarse en el proceso, y no en el producto. Y por las fuerzas de la atracción o por lo que sea, sin que medie ninguna estrategia de mercadeo de su parte, su vida actoral está marcada por un dominó de casualidades que lo han ubicado en el lugar y momento correctos.
Como cuando tenía acaso 18 o 19 años, ya metidísimo en el tema del teatro colegial y demás, y se topó en una calle con un desconocido que le preguntó dónde se hacía teatro en Puntarenas.
El desconocido era el cineasta Gustavo Fallas; huelga decir que ese encuentro casual se convirtió pronto en una relación amistosa y profesional, al punto de que hoy, unos 15 años después, Gómez considera a Fallas uno de sus mentores a la hora de expandir su arte a la capital y luego, fuera del país, sobre todo en Suramérica.
Ese dominó de casualidades maravillosas fue el que colocó a Leynar en Narcos .
Versión corta: a principios del 2015, Puerto Padre (2013) y dirigida precisamente por su amigo Fallas se presentó en festivales de cine en Nueva York y Guadalajara.
Ahí conoció a una directora de cine que estaba por hacer una película sobre un mexicano homosexual que inmigraba a Estados Unidos, y le propuso a Leynar que hiciera un casting para el protagónico o un secundario. La casting mánager, Karla Holl, lo contactó y, sorprendida al saber que en Costa Rica que hacía cine, le pidió insumos. Leynar entonces le envió Puerto Padre y algunas escenas de Presos , que justo estaba en proceso de edición.
Pasaron los meses y, un día, Karla le escribió un email: “Te quiero para otro proyecto, para un proyecto en Netflix”. Leynar para entonces no sabía qué era Netflix, y mucho menos había oído hablar de la serie Narcos .
Su novia, Tanya Raine, le espetó de inmediato: “¿¡Netflix!? ¡¿ Narcos ?! ¡Esto es enorme Leynar ¿cómo no vas a saber de qué están hablando?”.
Al día de hoy, Leynar defiende su ignorancia de aquel momento: “Yo trabajo mucho y la mitad del tiempo estoy buscando cómo hacer teatro, prácticamente no tenía tiempo de ver televisión”.
El caso es que Karla le envió el texto del personaje que querían que Leynar interpretara, quien participaría solo en un episodio y no era un guarura (guardaespaldas), era un personaje que intervenía en el incidente del vuelo de Avianca que Pablo Escobar hizo explotar en el aire (noviembre de 1989, 107 muertos).
“Yo siempre había hecho los casting en vivo, en este caso había que hacer lo que se llama una ‘réplica de texto’, me aprendí el diálogo, improvisé un poco, le metí fuerza, lo grabé con ayuda de un amigo y ¡pum! lo mandamos de una”, rememora Leynar con visos de emoción.
Pasaron cuatro meses y nada. Hasta que recibió un nuevo email que, en sus primeras líneas, le sacó el aire como un bolazo en el estómago, por la decepción inicial. “Cambio de planes, ya no va tu personaje, lo que pasa es que ahora te queremos para otro papel”. Le pidieron que enviara sus dos películas ( Puerto Padre y Presos ). Tras pasar por el filtro de la cúpula de la dirección y producción de Narcos , finalmente llegó el comunicado: “Te queremos para toda la serie. Necesitamos negociar el contrato. Tenés que venirte a vivir a Colombia los siguientes 10 meses”.
Euforia. Desconcierto. Susto. “¡Qué putas está pasando!”.
Para entonces, Leynar se había puesto al día con Narcos (la primera temporada), sabía del éxito mundial que tuvo la serie y sabía el enorme salto que se venía para su carrera.
Su nuevo papel ahora sería el de custodio de Escobar durante los últimos meses de su vida. De hecho, de los hombres de Escobar, Limón fue el que lo acompañó en su momento final, literalmente: ambos fueron abatidos por el Bloque de Búsqueda el 2 de diciembre de 1993, en un intercambio de balazos sobre el tejado de una casa.
A pesar de todo lo que se le venía encima al saber el rol que iba a interpretar, Leynar tuvo que digerir la emoción en un secretismo casi total, solo sus familiares y amigos más cercanos.
Nivel primermundista
La gente de Narcos creyó en él, Netflix aplicó el candado y lo que siguió fue una experiencia casi surrealista, empezando por el profesionalismo con que se trabaja en una producción de ese calibre. Ya en el set, todo, absolutamente todo está milimétricamente calculado.
Pero fuera de él, también: los detalles salariales quedan en el ámbito de lo privado, pero Leynar recibió tiquetes de avión en primera clase, personal de asistencia y chofer en el aeropuerto, traslado a un apartotel 5 estrellas y todas las comodidades para lo que sería casi un año completo: de octubre del 2015 a principios de agosto, cuando volvió al país.
Hoy, a pocas horas del estreno mundial de la segunda temporada de Narcos (a primera hora del viernes 2 de setiembre), Leynar ya tiene luz verde para desgranar el anecdotario y lo que implica codearse con un elenco de titanes como el protagonista Wagner Moura, el chileno Pedro Pascal (encarna al agente de la DEA Javier Peña y es conocido por su trabajo en Game of Thrones ) o Boyd Holbrook, que hace el papel del agente Steve Murphy.
Esto por citar a tres de los principales, pues los actores de primer nivel en esta serie se cuentan por decenas.
¿Qué sintió Leynar en aquel momento? ¿Qué siente ahora, que está a punto de exponer su trabajo ante millones?
Habitualmente ecuánime, Ley –como lo llaman sus cercanos– se permite algo de delirio.
“No sé qué siento, estoy como en una nube. Lo que pasa es que yo siempre me concentro en el proceso y no en el producto, todo fue frenético, es una historia muy fuerte, hay mucha violencia, droga, asesinatos... yo llegaba al apartamento y tenía que tener mis momentos de introspección porque sí fue muy pesado todo, actoralmente hablando, aunque uno como actor se siente increíble trabajando con una producción de ese nivel... en el set todos éramos iguales, y la producción siempre se encargaba de que estuviéramos lo mejor posible, las órdenes eran estrictas: ‘No molesten a los actores’”.
Entre los pasajes más memorables, se queda con la confraternidad que entabló con varios colegas, empezando por Wagner Moura, quien después del “careo” inicial en la primera escena, no escatimó halagos.
“Al final fue muy duro porque ya nosotros veníamos quedándonos solos, él tenía dos años y yo uno, a nivel de la serie muchos morían y también en una manera metafórica porque ya no estaban, se devolvían a México y a Chile... al final quedaban solo Pablo y Limón, solo Wagner y Leynar”, cuenta con un dejo de nostalgia.
Sin embargo, su ánimo se remoza al recordar las palabras textuales que le dijo Moura: “Me gusta mucho tu trabajo porque es un personaje muy diferente a todos los que han intervenido aquí”.
Narcos está a punto de aparecer en el horizonte, pero Leynar aterrizó directo a seguir con su vida. De inmediato montó el monólogo El salto , que se presentó tanto en San José como en Puntarenas, y a finales de setiembre viajará a Los Angeles con el fin de perfeccionar su inglés, llevar cursos de actuación, conocer la industria del cine desde sus entrañas y, eventualmente, tratar de ingresar al Sindicato de actores.
“Sé que hay medio millón de actores allá, tratando de abrirse paso. Eso lo tengo claro”, afirma Leynar. No concluye la frase.
A sus 33 años, la vida se ha encargado de demostrarle que su filosofía de vivir “poniéndole” ganas a lo suyo sin hacer mayores cálculos, le ha dado réditos.
Por lo pronto, está a punto de ponerlo a circular adonde ningún actor nacional ha llegado hasta hoy: a una megaproducción de alcances planetarios.