No siempre tenemos cosas en común con los demás cuando son nuestros adversarios. Ahora se nos exhibe la película Crimen perfecto ( Fracture , 2007), dirigida por Gregory Hoblit, donde esa afirmación es más que evidente.
O sea, en este largometraje tenemos a dos hombres con pocas cosas en común. Por lo menos, en apariencia. Se trata de Willy Beachum (Ryan Gosling) y de Ted Crawford (Anthony Hopkins).
Cada uno es cada uno. Ted Crawford es un hombre pulseado en la ingeniería, lo que se denota en su conducta; es ingeniero de mediana edad, quien acaba de dispararle a su mujer (encarnada por la actriz Embeth Davidtz) en la cabeza, a quemarropa, en la pura torre, diríamos, pero la mujer –aunque ustedes no lo crean– no se muere ya, de inmediato, al instante, de un solo plomazo, en el acto, sino que queda en estado de coma.
El otro tipo. Por su parte, Willy Beachum es joven ambicioso, es abogado, fiscal de carrera, pero esta (su carrera) está empezando a declinar, va cuesta abajo en la rodada (como el tango de Carlos Gardel). Y eso que su carrera está apenas empezando, a despegar, si se quiere. ¡Qué despegue! Esto no le quita que nuestro sujeto, Willy, tiene un ego más inflado que el globo usado para darle la vuelta al mundo en 80 días.
Cara a cara. Ambos han de enfrentarse. Uno como asesino confeso. El otro como el fiscal que debe probar el crimen confesado. ¿Les suena raro? Así es. En ese juego, Crawford resulta ser uno de los tipos más complejos que hayamos visto. Es tan impredecible como el crimen que ha cometido. Como el fiscal encuentra obstáculos para probar el asesinato confesado por el homicida, ¡vaya!, el caso perfecto comienza a desmoronarse, por lo que el futuro del joven abogado corre el peligro de quedarse en un presente bastante dificultoso.
Del simple trámite. Como ven, lo que iba a ser un juicio de simple trámite, donde el mismo Ted Crawford está decidido a ser su propio abogado, se convierte en un acto legal cuesta arriba para la justicia.
De esa manera, las pruebas contra el asesino confeso comienzan a caerse como las frutas de los árboles. Por ejemplo: se demuestra que el arma que se usó en el crimen nunca fue utilizada. ¿Entonces?
Por aquí va el título del filme, Crimen perfecto , largometraje de 112 minutos: es suyo en los cines del país. wvenegas@nacion.com