Buenos Aires, 1960: Valentín es un niño de nueve años que vive con su abuela (formidable actuación de la española Carmen Maura). La madre de Valentín "desapareció" cuando él tenía tan solo tres años y su padre es un "bala perdida", o sea: un tipo tan fugaz como cualquier meteoro, incapaz de asumir responsabilidades, y menos las que tiene con Valentín. Así de simple.
De la tele. La historia de este niño es la que nos llega con la película titulada como su nombre: Valentín (2002), dirigida por Alejandro Agresti y con la actuación muy buena del pequeño Rodrigo Noya como Valentín.
Noya solo ha trabajado para la tele antes de este largometraje.
El propio director de la cinta, Alejandro Agresti, interviene como actor encarnando al padre del niño; además, es bueno decirles que el largometraje tiene un sentido carácter autobiográfico (se nota).
Obsesiones. El filme no solo narra la infancia de Valentín, modesta, pero rica con dos obsesiones: él quiere ser astronauta y, además, que su padre lo lleve junto a su madre.
Esos son dos hitos que permiten construir el drama y remover emociones. Un día Valentín conoce a Leticia (Julieta Cardinali) y el mundo cambia para el niño, sobre todo cuando él quiere juntar a Leticia con su buen amigo Rufo (Mex Urtizberea).
Rufo es un joven pianista, buen chavalo, que vive en el bario.
Rufo y Leticia serán como los padres adoptivos de Valentín, aunque la vida siempre tiene extraños designios, de los que se alimentan las historias de las buenas películas, como esta. La recomendamos.