Lo primero que recuerdo de Manual de Supervivencia escolar de Ned es a Cookie, el mejor amigo de nuestro protagonista, pujando para imprimir un papel desde la parte trasera de su calzoncillo.
¡Qué disparatado ha sido Nickelodeon! Para ser un canal enfocado en programación para niños, ha dado muchas libertades creativas a sus equipos de producción. Una vez superada su fase de animación –que dejó joyas desenfadas como La vida moderna de Rocko, Bob Esponja e Invasor Zim–, el canal naranja quiso probar suerte con series protagonizadas por personajes de carne y hueso.
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En esa pesquisa apareció Scott Fellows, creador de esta serie. A este productor estadounidense se le ocurrió hacer una guía para preparar a los jóvenes para lo que podían toparse en un centro educativo estadounidense. Por supuesto, la tarea más que difícil sería imposible, razón por la que que optó por darle vuelo a su locura y simplemente alejarse de cualquier verosimilitud.
Este setiembre se cumplieron 15 años de aquella demencial serie que, sin un gran presupuesto, fue la apuesta que atrapó a los últimos millennials que poblarían las escuelas y colegios a mediados del 2000. El recuerdo de esta surrealista guía está bañado por locuras imposibles de vivir en una secundaria convencional.
Rareza bienvenida
Manual de supervivencia escolar de Ned cuenta la historia de un muchacho que cursa el sétimo año en una secundaria californiana. Ned (Devon Werkheiser) es un estudiante promedio, tanto en popularidad como en su récord académico, pero que logra ser bien recibido por un puñado de pubertos entre los que destaca Simon Nelson Cook, conocido como “Cookie” (Daniel Curtis Lee), el arquetipo de ñoño adolescente; y Jennifer Mosely (Lindsey Shaw), su compinche que inevitablemente acabaría como pareja romántica.
La serie fue una creación extraña (en el buen sentido de la palabra) al pretender ser una comedia de situación enfocada en adolescentes; un Friends hiperbolizado de la vida colegial.
Bullies, retorcidos profesores, malas actuaciones, dramas de culebrón, paupérrimos efectos visuales, cafeterías malvadas… Esto dotó a la serie de una atmósfera de farsa que resultó muy bien recibida pues el público no veía los dilemas de la escuela de Ned buscando realismo o situaciones creíbles (pues para eso existía la vida real) sino que se acompañaba por poco más de 20 minutos por personajes que transitan en viajes de locura, dignos del hoyo en el que se perdió Alicia.
Por ejemplo, en un episodio sobre las vergüenzas que pueden suceder en el colegio, Ned accidentalmente deja salir una flatulencia en una de sus clases. Más allá de la pena que podría significar, nuestro protagonista se preocupa por el enfrentamiento que tendrá que realizar a raíz de los chismes.
Otro muchacho del colegio esperará a Ned en el baño para encararlo pues, este otro sujeto es conocido en la secundaria por frecuentemente soltar flatulencias en cada lección. “Fue un accidente y nunca volverá a ocurrir”, le ruega Ned, como si ser el pedorro de la escuela fuese un título adquirido en el que pesa el derecho de piso.
Otra “rareza” de la serie fue Cabeza de Coco (Rob Pinkston), un estudiante cuyo apodo se basa en el peinado que le dio su madre. Este extraño personaje, amante de Nirvana y con gran talento para la ópera, dio pie a que en otras series del canal aparecieran frutos extraños como el Gibby de la demencial serie iCarly del 2007.
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Por si fuera poco, Fellows quiso jugar con todos los recursos posibles para retratar este universo de situaciones imposibles.
En cada episodio, y ante estas situaciones importadas de un universo paralelo, Ned recomienda acciones para afrontar las dificultades de la adolescencia rompiendo la cuarta pared, pues cuando alguno de sus compañeros le pide consejo, Ned mira de frente a la cámara y un súper que parece un recorte de cuaderno apunta el número de la lección del manual.
Con lo único que ajustó Nickelodeon la propuesta fue con el cierre de los episodios. Después de las aventuras en la escuela, en las que muy graciosamente no vemos a los protagonistas tomar ninguna clase, Ned y compañía resuelven los problemas y se asoma una suerte de moraleja bien recibida.
No son imposiciones sobre normas sociales; fueron más bien recordatorios sobre la amistad y una invitación para disfrutar de la vida en la pubertad en la medida posible de las circunstancias.
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Para el final de la serie, el crítico Robert Lloyd de Los Angeles Times escribió que Manual de Supervivencia Escolar de Ned sería recordada como “una de las mejores series de la televisión; un show que tomó las convenciones del género y las dejó a un lado a través de impredecibles cambios en cada episodio”.
Después de esta serie, Nickelodeon firmaría contratos para títulos mucho más comerciales como Zoey 101, Big Time Rush, Victorious y 100 cosas para hacer antes de ir al instituto, pero ninguna con el desenfado que Ned y su cuadrilla llevó por casi tres años.
Tal vez así no fueron las escuelas y colegios que nos topamos en nuestra adolescencia, pero bien que la serie nos hizo saber que podíamos esperar cualquier sorpresa en nuestros tiempos de aulas, lapiceros y drama adolescente.