En su oficina reina el corre corre; es cuartel de agotadoras jornadas de trabajo donde se lidia con la presión contrarreloj porque la noticia no espera. Sin embargo, en su casa, una bella construcción de madera en las montañas altas de San Isidro de Heredia , el ambiente da un giro radical.
Un entorno de paz, tranquilidad y mucha naturaleza es el refugió que eligió el periodista Marcelo Castro para vivir, lejos, muy lejos del ruido de la ciudad.
Hace 10 días lo llamaron por teléfono y le dieron una noticia que ni le pasaba por la mente: el Ministerio de Cultura y Juventud le dio el Premio Nacional Pío Víquez de Periodismo , después de 33 años de ejercer la profesión.
Hoy, el jefe de información de las ediciones matutina y de mediodía de Telenoticias le abrió las puertas a Viva , y con la humildad que lo caracteriza, reveló algunos detalles personales y profesionales de su vida.
¿Le tomó por sorpresa que ganara el premio o antes había escuchado algún rumor?
No, ningún rumor. Más bien eso fue lo bonito, fue una sorpresa. Hace siete años estando en 7 Días un colega dijo que aparentemente se había discutido esa posibilidad, pero no pasó nada. No era algo que estuviera dando vueltas por mi cabeza, solo sucedió de pronto. Debo confesar que, honestamente, en ese momento las emociones son fuertes, me sentí entre contento y nervioso.
El tema del reconocimiento se lo toma muy mesurado, humilde...
Si yo dijera que soy humilde probablemente no lo sería. Creo que la gente me quiere ver así. Por otro lado vengo de un hogar de padres muy humildes, sencillos, sin lujos. Mi papá era el único sostén en la casa, era jornalero de campo. La plata solo alcanzaba para la comida.
¿Cómo describe su infancia entre cafetales y el campo?
Desde que crecimos, en la escuela, toda la familia iba a coger café; pero ahora el tico perdió la costumbre de coger café..., a los colegiales jamás se les puede mencionar eso. Almorzábamos debajo de las matas; arroz, frijoles y torta de huevo, todo frío.
¿Cómo es detrás de cámaras?
Totalmente casero, antes salía más. Sobre todo porque vivía en San José y era más joven. Ahora tal vez salgo a cenar o por una invitación que me hacen una vez perdida, pero de ahí en más no. Soy muy casero, me sorprendo acostándome un sábado temprano por la noche; si hay partidos me quedo viendo el juego y, para mí, eso es un disfrute.
Con el retiro de Pilar Cisneros, ¿cómo lleva la carga laboral que antes compartía con ella?
Cuando ella se fue don Ignacio Santos, como director, reorganizó todo el trabajo, hizo algunos cambios. Lázaro Malvarez entra más temprano, me apoya, lo mismo que Randall Salazar en la matutina. Me mantengo en constante comunicación con don Ignacio.
¿Le hace falta doña Pilar?
No voy a negar que sí (risas). Con ella siempre me unió una amistad muy fuerte, que mantengo. Con el paso de los años ya nos conocíamos, y cómo éramos cada uno.
En el 2010 se quitó el bigote, ¿no ha querido rescatarlo?
No. Me he sentido bien, fue una decisión que tomé así de pronto, radical, y no fue muy pensada. Dicen que me quité unos años (risas).
El 14 de marzo se cumple un año de la muerte de su papá, ¿cómo ha manejado su ausencia? ¿Ha sido el golpe más duro en su vida?
El golpe que más me pegó fue la partida de mi mamá. No había cumplido 72 años, sorpresivamente tuvo un cáncer y a los tres meses murió. Yo no estaba preparado, sí sabía que la enfermedad era grave, pero pensé que estaría más tiempo. Con ella, el impacto fue muy fuerte, sobre todo al recibir la noticia.
”Me gusta mucho la espiritualidad, he leído mucho sobre eso, y ahora soy una persona que entiende más la muerte. Con mi papá sí estaba preparado, tenía 90 años. En un momento lo vi muy enfermo y pedí por su descanso. Lo vi poco a poco irse apagando. Le dije: ‘Se puede ir en paz, nosotros lo amamos’, y expiró.
¿Sabemos que no toma licor ni come carne? ¿Desde cuándo no lo hace?
Hace tres años no tomo licor, y de no comer carne, casi tres. El ser humano tiene el reto de crecer siempre, cuando uno habla de crecer es ir sacando esas cosas que no le hacen bien, actitudes de comportamiento, envidias y enojo. La espiritualidad, cuando se la observa y analiza, es un estilo de vida.
Ahora que habla de espiritualidad, ¿con cuál religión comulga?
Crecí en la religión católica, y sigo teniendo una predilección bonita por los rituales de la iglesia católica. Soy profundamente mariano, creo en la Virgen, arcángeles y en Jesús, pero tengo una visión más global de la espiritualidad; para mí hay un solo Dios, y nos pide amar.
Usted contó en el 2012 que su mayor atrevimiento fue decir públicamente su orientación sexual. Hoy, ¿cómo analiza esa decisión?
Han pasado 18 años. Ahora lo analizo y digo que no es algo de lo cual me arrepienta. Creo que de alguna forma uno abre brecha, un camino para que haya un respeto por la diversidad sexual, por el comportamiento de cada ser humano, por la libertad individual. Reflexiono un poco y en ese momento había pasado una etapa en mi vida de casi 20 años de pura rebeldía contra la Iglesia, contra todo aquello que sentía que me señalaba.
¿Sigue siendo radical la sociedad costarricense en ese tema?
Había mucho radicalismo en mi tiempo y aún sigue existiendo, en parte desde los líderes religiosos. Pero la sociedad sí ha avanzado y se ha abierto más. Yo no me arrepiento, siento que me gané un lugar y el respeto de muchas personas.
¿Es hipócrita la sociedad costarricense?
En muchas cosas hay una doble moral. Es triste que sea así, pero es parte de lo que el ser humano tiene que aprender para crecer. No somos perfectos, decimos una cosa y hacemos otra. Gandhi dice que debemos ser consecuentes en pensamiento, en la palabra y en la acción.
¿Por qué otras figuras del medio, hasta colegas, no siguen su ejemplo de decirlo abiertamente en una época más tolerante que la suya?
Siento que sí tienen miedo a ser señalados; hay temores, pero a veces los mayores temores son a ser rechazados por la familia. Yo mismo, mi mayor temor era ser rechazado en mi familia. En estos casos creo que todavía prevalece eso.
¿Cuál es su posición sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo?
Las sociedades, para que avancen en materia de derechos humanos, tienen que reconocer lo que se llama matrimonio igualitario. Es decir hombres o mujeres con preferencia al mismo sexo que tengan la opción de casarse. Yo creo que aquí en Costa Rica eso va a costar bastante, pero pienso que un gran avance que se puede dar pronto es el reconocimiento de derechos civiles.
¿Tiene pareja? ¿Cómo está en el temas del corazón?
Sí, es un tema que no me gusta ventilar públicamente, pero sí, sigo teniendo pareja y la relación se ha fortalecido muchísimo. Eso me ha dado muchas ventajas, mucha estabilidad emocional. En realidad allí me siento muy realizado.
¿Adoptaría hijos?
No, pienso que ya no. Tengo 54 años, tal vez a los 35 ó 40 (lo habría hecho), pero ya no.
"Llegó un momento que mi corazón sentía un vacío, había que llenarlo con algo, y empecé a sentir un llamado de Dios".
"Se quiso montar un 'show' y escándalo público por eso (sobre su preferencia sexual). Entonces, eso me impulsó más a hablarlo abiertamente".
"La serenidad se nutre por la parte espiritual, cuando tiene paz interior lo puede transmitir afuera".
Con 54 años, ¿hay algo de lo que se arrepienta?
No, viera que no, no me arrepiento de nada. Tal vez porque de joven no tuve una relación más estrecha con Dios como la tengo ahora, pero creo que eso de todas maneras era algo por lo que tenía que pasar.
¿Alguna vez le intentaron serruchar el piso en su profesión?
Sí. A nivel laboral sé que hay gente que ha querido serruchar el piso. Creo que hubo intentos, pero gracias a Dios en la parte laboral me ha ido muy bien.
¿Ha recibido amenazas de muerte o presiones políticas?
Sí, a veces hay cosas que la gente no le gusta sobre algo y se enoja mucho. Cuando era reportero hice un trabajo denunciando un negocio oscuro con viviendas. Recuerdo que para fin de año, en las fiestas de Zapote, me topé a alguien que mencioné ahí. Me dijo: ‘Si me lo hubiera encontrado en otro lugar que no fuera aquí, lo hubiera matado’.
¿Ha pensado en el retiro? ¿Hasta cuándo estará en el periodismo?
A mis 54 años y después de 33 en periodismo tengo muy claro que uno tiene que ir pensando en el retiro. Todavía no he definido cómo lo haría, pero últimamente me puse una meta de estar en la televisión hasta los 60 años. No lo sé si me iré antes. Ojalá que lo pueda hacer la puerta del frente y no por la de atrás, pero salir a los 60.