
E n el último episodio de Orange is the New Black, la única persona que avista la tormenta es la rusa “Red” Reznikov (interpretada por la actriz estadounidense Kate Mulgrew).
“Problemas”, dice la matrona y otrora matona pelirroja de la prisión de Litchfield. Acto seguido, la serie de Netflix sigue frenéticamente a todas las mujeres que ha retratado durante cuatro temporadas: están juntas y están furiosas.
En la víspera del estreno de su quinta temporada, la creadora Jenji Kohan divorció completamente la historia de su serie del libro en el que basó los primeros episodios.
Atrás quedó la mirada única de la rubia Piper Chapman (Taylor Schilling) que nunca logró encontrar su lugar entre tanta latina, negra, europea bravucona y blanca resentida.
De los dramas de Piper solo queda la tensión romántica con su ex novia narcotraficante Alex Vause (Laura Prepon). Pero eso, al igual que el resto de problemas con familias rotas y romances destinados al fracaso, son apenas detalles en una cárcel que ha dejado claro que aplica la violencia de forma indiscriminada.
Al final de la cuarta temporada, tras años de castigar a sus personajes y sus fans con una variada selección de abusos físicos, emocionales y sexuales, Kohan ofreció lo más cercano a una venganza o a una reivindicación.
Los “problemas” que Red presintió, desde mucho antes que ocurrieran, quedaron suspendidos en las manos de la latina Dayanara Díaz (Dascha Polanco): una pistola que envalentonó al resto de reclusas de Litchfield.
Por primera vez en la historia de la serie, la “jaula” cerraba sus barrotes alrededor del carcelero Joe Caputo (Nick Sandow).

Una protesta pacífica terminó en la muerte de una de las mujeres menos beligerantes entre las prisioneras que protagonizan Orange is the New Black . Solo después de eso, el grupo acumuló suficiente rabia como para comportarse tal y como lo harían los “animales” a los que se refiere la canción de los créditos de la serie.
El gran suspenso con el que terminó la cuarta temporada fue, sin que mediara sangre ni golpes, uno de sus eventos más violentos.
“Putos oficiales, todos son una mierda”, rugía Díaz , sosteniendo la pistola en la cara de los nuevos prisioneros de la cárcel: los guardas.
La unión hace la revuelta
“Siempre estoy buscando estas encrucijadas en las que la gente que usualmente no hablaría con otros tiene que hacerlo a la fuerza. La prisión era un gran lugar para eso”, dijo Kohan a The Guardian , el año pasado.
“Es un reto para mí encontrar esos lugares que fuerzan a las personas a interactuar, lo quieran o no, e intentar usarlos a mi favor. Esos lugares sirven para grandes dramas y gran comedia. También sirven para encontrar humanidad interesante, porque existen puntos en común”, añadió la creadora de Orange is the New Black .
Para anunciar esta nueva temporada, Netflix ha actuado con sigilo.

Tras un par de videos promocionales con la estrella mexicana Itatí Cantoral –la gran villana noventera de la telenovela María la del barrio –, un único tráiler sugiere el futuro de Litchfield tras los tensos minutos del último episodio. Reseñas en sitios como la revista GQ , la revista web Indiewire y el sitio Cnet apuntan a que, durante los primeros episodios de esta nueva temporada, Litchfield tropieza en encontrar un orden dentro de un nuevo caos en el que las convictas tienen el control.
“Todas estamos enojadas. Dañaron a nuestra chica y queremos justicia””, le grita “Taystee” Jefferson (Danielle Brooks) a Caputo, mientras la cámara sigue un futuro casi apocalíptico para la prisión. Las convictas están armadas, las autoridades han sido expulsadas del territorio que antes estaba bajo su responsabilidad y control.
La revuelta con la que cerró la cuarta temporada no tuvo tiempo para planificarse, se gestó del azar y se alimentó del resentimiento colectivo por una muerte que, hasta el último minuto, no fue calificada como asesinato.
La muerte de Poussey Washington (Samira Wiley) fue construida a imagen y semejanza de un caso de la vida real. En pantalla, Poussey fue aplastada por un oficial aturdido. En la vida real, un padre de familia Eric Garner fue asfixiado por la presión que un oficial le aplicó sin control de su propia fuerza.
“Es un eco de tantas muertes que ocurrieron en ese año. Erick Garner. Mike Brown. Esto pasa en la vida real y la gente está molesta por ello”, defendió Wiley el final que recibió su personaje en una entrevista de Variety .
Justo minutos antes del incidente de Poussey, el capitán de la prisión Desi Piscatella (Brad William Henke) estaba aplicando una de sus peores reprendas durante una temporada que lo vio abusar física y psicológicamente de todas las reclusas a su cargo.
“La prisión no se construyó para ser humana”, afirmaba Piscatella con completa seguridad en sus palabras. “Parece que han olvidado la única cosa que importa, ustedes son criminales y no merecen nada”.
Como creadora del universo de Orange is the New Black , Kohan tiene claras estas imágenes de desolación del sistema de cárceles estadounidenses.
“Es un sistema roto, muy roto, tan roto. Es punitivo, aleatorio, no tiene intenciones rehabilitadoras. Es inhumano en muchos niveles. Es un lugar horrible. Nadie quiere estar allí”, describía Kohan a The Guardian.
Finalmente, en la imagen de Daya con la pistola en la mano, Kohan cerraba un ciclo de violencia comprimida durante cuatro temporadas. “Cosecha lo que siembras”, como dice el refrán.
Tras el estallido, los nuevos episodios encuentran a Litchfield en condiciones muy distintas. Piscatella y los guardas están fuera de sus rejas, las reclusas siguen aprisionadas pero han reclamado lo que “no merecen”: el control de su autonomía.
Unidas en la adversidad
“Nos golpean sin razón. Estamos apretadas en camarotes, de cuatro en cuatro, como si fuéramos pollos de crianza. Nos niegan humanidad básica”, acusa Taystee en el tráiler de la quinta temporada.
Kohan ha dejado en claro que las prisioneras de Litchfield son, en primer lugar, excluidas por ser mujeres.
La mayoría han sufrido abusos sistemáticos durante su infancia, adolescencia y edad adulta. Sus personalidades son el resultado de la acumulación del dolor e ira que han experimentado en sus vidas, como se lo recuerdan al espectador los recuerdos que acompañan la narración presente.
“Ha sido muy poderoso ver cuánto pueden hacer las mujeres juntas. El show destaca que, aunque no tengas nada que ofrecer o si no tienes una voz porque eres mujeres, puedes hacer algo”, aseguró Danielle Brooks a la revista Marie Claire .
La represión que en los primeros episodios era graciosa, triste y violenta al mismos tiempo, no será tan cómica en los primeros episodios que verán los fans.
Antes, las mujeres de Litchfield estaban unidas por los mismos abusos y separadas por los prejuicios racistas que las aislaban en distintos grupos familiares (las negras, las latinas, las blancas racistas y las blancas indiferentes). No obstante, para reconstruir la cárcel con sus reglas, todas tendrán que trabajar juntas.
El mensaje feminista de Orange is the New Black es el troyano más sanguinario que se escondió , no por mucho tiempo, detrás del rostro de una mujer blanca, adinerada y problemática que entra a un mundo al cual no pertenece.
“La televisión tenía miedo de mostrar este lado de las mujeres hasta ahora”, estimó la actriz Kate Mulgrew (Red) a en entrevista con The Guardian. “Hollywood y las grandes cadenas de televisión son máquinas misóginas que quieren que aspires a una forma femenina perfecta, a ser seducidas por el hombre perfecto y a que los hombres manejen los hilos. Pero esa no es la vida real, lo sabemos. Acá (en Orange ...), los hombres no están manejando los hilos”, aseguró.
Kohan se ha referido en reiteradas ocasiones a cómo logró encuadrar la serie desde los ojos de Piper para después abandonar su protagonismo y destacar a un elenco más amplio.
Conforme avanzan las temporadas, ha utilizado protagonistas diferentes para contar la historia colectiva de la misma cárcel.

“De las cosas que más me gustan cuando llaman al show feminista es que realmente trata sobre la interseccionalidad”, explicó la actriz Taylor Schilling (Piper) a Marie Claire . “No separamos el feminismo de los derechos de las personas trans, de los problemas de la comunidad LGBT, de la pobreza, de cómo el estado socioeconómico impacta a la mujeres, a sus razas y sus identidades género. El show reúne todo lo que el feminismo es hoy en lugar de lo que era hace cincuenta años”, dijo Schilling.
En esta próxima temporada, Kohan tiene el espacio para plantear su propia utopía feminista: ¿qué pasaría si las abusadas desterraran a sus abusadores? ¿Qué pasaría si las mujeres, solo las mujeres, controlaran el futuro de sus propias sociedades?
Trece episodios, tres días.
En esta ocasión, Orange is the New Black concentra sus eventos en el lapso de tres días. La historia retoma el curso justo con la pistola en manos de Dayanara. Las reclusas cobran el control de la cárcel pero, ¿hasta dónde?
“Las apuestas son más altas ahora que en temporadas anteriores. Hay un tiempo comprimido y la gente está comprimida por las circunstancias. Será divertido de ver para todos”, anunció Taylor Schilling al canal E! Entertainment .
En otras tramas de la temporada, Litchfield tendrá sus propias estrellas de un canal de YouTube de maquillaje –las siempre sedientas de atención del mundo exterior Flaca y Maritza–.
Con todos los recursos de la cárcel –las armas, las telecomunicaciones, la comida, los medicamentos– a su disposición, las prisioneras tendrán que ingeniar su propia organización democrática en cuestión de horas.
Con una revuelta improvisada como la suya, los retos de establecer un nuevo orden dentro de las rejas de Litchfield solo pueden traer más “problemas” para las mujeres de la serie, tal y como los previó Red un año atrás.
Véalo. Viernes 9 de junio. Netflix