La música brotó de la tierra con el sonido triste de su voz. Rechazada por ser demasiado negra, la música era su alma, pero su vida se apagó –como un fuego fatuo– en medio de la noche.
“Fui pobre y fui rica, pero prefiero lo segundo” dijo una vez. Emergió entre la modorra de los cabarets y la liviandad de los vodeviles; modeló su estilo en las esquinas callejeras de Chattanooga, a galope con su hermano, con tal de ganar unos reales y comprar la pitanza familiar.
Una mezcla de talento y suerte la levantaron en volandas hacia el primer peldaño de la esquiva fama; a los 29 años grabó Downhearted blues y Bessie Smith estampó su nombre en la historia de la música.
Estalló las marcas al vender 750 mil copias en 1923; su voz plena de matices, potente y clara hizo lucir como graznidos la de sus rivales; en poco más de una década llegó a ser la cantante negra mejor pagada y su grabación de St. Louis Blues , con Louis Amrstrong, fue considerada la mejor de los años veinte.
El maravilloso “Satchmo” afirmó que “tenía música en su alma” y la cantante de Teneessee se convirtió en el nuevo astro de la música popular y en paradigma del blues clásico.
Sin decir agua la niñita negra que trinaba al frente del Salón del Elefante Blanco, en la calle Elm XIII, hizo yunta con la “créme de la créme” de aquellos años: Don Redman, Coleman Hawkins, James P. Johnson y Fletcher Henderson, quienes se prosternaron ante la rotunda pureza de su dicción, la voz natural y diáfana así como la perfecta técnica de interpretación.
El sueño duró hasta la Gran Depresión; cayeron los contratos, el vodevil cerró puertas y Bessie volvió a ser una cantante negra en un mundo de blancos. Cantó por el pan y el cuarto; adicta al sexo, sus canciones ahondaron en temas pornográficos para complacer a la clientela de los lupanares donde recaló.
Como las empresas discográficas le cerraron las puertas, Bessie decidió retomar las giras y en los estados sureños mantuvo su popularidad, gracias a su reconversión como cantante de swing , apuntó Tim Hill en Inolvidables .
Aunque la pesadilla económica pasó, jamás volvieron los buenos tiempos y los años 30 marcaron el declive de la artista. La competencia de la radio, los musicales de Hollywood y la escasa popularidad del blues clásico le dieron la puntada final.
Al cabo de nueve años Columbia Records rescindió el contrato con Bessie; de las 160 canciones grabadas y los millones de discos vendidos, ella solo recibió una pequeña fracción de dinero, el resto engordó los bolsillos de los empresarios disqueros.
Faltaba lo peor. La noche del 26 de setiembre de 1937, en una estrecha callejuela de Misisipi, el auto en que viajaba chocó contra un camión y el impacto le partió las costillas y un brazo. Tenía 43 años.
Nunca recuperó la consciencia y murió sin recibir ayuda médica porque –según algunas versiones– en un hospital para blancos la rechazaron por ser negra.
La voz azul
Una bruma de misterio rodeó la vida de Bessie Smith; algunos documentos le atribuyeron una numerosa parentela, otros la tuvieron por hija única de Laura Owens y William Smith. El padre, entre un trabajo y otro, fungía como predicador en Alabama.
Huérfana a muy tierna edad , saltó a las calles para ganarse la vida; según algunos de sus biógrafos comenzó a cantar en las aceras para llevar algo de dinero a su empobrecido hogar, formado por cinco hermanos más: Viola, Tinnie, Lulu, Andrew y Clarence.
Este último dejó la casa y se enganchó con la compañía de Moisés Stokes, un grupo ambulante de músicos liderados por Lonnie y Cora Fisher. Cuando Bessie cumplió 17 años Clarence le consiguió una audición con los Fisher y estos la contrataron como bailarina, aunque medía casi un 1,80 cm y pesaba unas doscientas libras.
En una de las tantas giras de la “troupé” conoció a Gertrude Malissa Nix Pridgett Rainey –Ma Rainey para más señas– una cantante negra considerada la madre del blues , que fue la mentora de Bessie.
Si bien Ma estaba casada, se le atribuyeron lances lésbicos, sin que existan referencias que la ligaran a Smith en esos amores furtivos. La influencia fue más de carácter personal que estilístico y entre ambas hubo una relación de madre-hija.
Las dos estaban unidas por su devoción a los espectáculos itinerantes, cuyo origen estaba en los carromatos de curanderos que recorrían el Salvaje Oeste, con su cargamento de pócimas y mejunjes curalotodo.
Gracias a sus largos recorridos por el sur y el este de Estados Unidos Bessie fue el crisol en el que confluyeron los cantos religiosos, o spirituals , y el profano blues de las carreteras.
Smith fue la encrucijada que empalmó el blues de las esquinas, los almacenes y las prisiones, con el clásico de los grandes cabarets y la majestuosidad de los teatros urbanos. Así lo relató Ted Gioia en Blues. La música del Delta del Mississippi .
Los años de formación artística de Bessie coincidieron con la Primera Guerra Mundial; aunque esto no afectó su carrera fue hasta 1923 que logró grabar su primer disco.
Por esos días conoció y se enamoró de Jack Gee, un guardia de seguridad; tras abandonar a su primer marido –Earl Love– se casó con el oficial, pero el matrimonio fue una borrasca continua de infidelidades mutuas.
Bessie era una diva; dirigió sus propios espectáculos y tuvo una compañía de 40 artistas. La cantante derrochó los billetes y vivió a todo mecate. Compró y acondicionó su propio vagón de ferrocarril; este tenía una amplia cocina, cuatro habitaciones con sus baños y cuando Smith viajaba con su séquito el lugar era una mezcla de hotel, burdel y cantina.
El dinero impresionó a Gee pero no pudo acomodarse a la vida disipada y las aventuras bisexuales de su mujer. Jack se enrolló con Gertrude Saunders y Smith le descerrajó varios tiros –sin pegarle ni uno– y al fin lo tiró por un tubo, pero no se divorció.
Después de la ruptura Bessie mantuvo un intenso romance con Lillian Simpson, una de las coristas del grupo. El “ affaire ” acabó mal porque Simpson metió la cabeza en un horno a gas para suicidarse.
El último gran amor de Bessie fue su viejo amigo Richard Morgan, con quien vivió hasta su muerte.
La noche más larga
El blues cayó en desgracia; el swing y el jazz le robaron fieles; por eso la popularidad de Bessie entró en picada. En 1933 grabó algunas piezas para el sello Okeh Records con varios santones de la música: el trombonista Jack Teagarden, el clarinetista Benny Goodman y el pianista Buck Washington.
Bessie siempre supo acomodarse a los cambios; comenzó a renovar su vestuario y su estilo para adaptarse a los nuevos tiempos del cine sonoro, las revistas musicales y los espectáculos de variedades.
Tampoco le iba horrible; llegó a sustituir a un extenuado Louis Armstrong y a una enferma Billie Holliday; pero su estrella la había abandonado.
En su autobiografía, On Record , el productor y cazatalentos John Hammond recordó que conoció a Smith en 1933; en un bar clandestino oyó “a una mujer de gran tamaño que cantaba apoyada a un triste pianista y estaba deprimida”. Borracha y abandonada, a Bessie solo le interesaba la plata y no los planes de Hammond, de llevarla a Europa y abrir ahí el mercado del blues .
Las depresiones y el licor minaron su voz. Rara vez estaba sobria y todo se resolvió la noche del 26 de setiembre de 1937, en un camino vecinal en las afueras de Memphis,Tennessee.
A las tres de la madrugada el Packard conducido por su amigo Richard pegó contra un camión estacionado a la vera del camino; el impacto desgajó un brazo de Bessie.
El resto de la historia es muy confusa. Algunas versiones aseguran que la vocalista llegó a un hospital siete horas después; otros que a los pocos minutos del percance un médico blanco pasó por el sitio y la atendió, pero en ese instante otro auto chocó contra el de Morgan y una pasajera también quedó herida.
A partir de ese momento los hechos se convirtieron en chismes. Los más sensacionalistas aseguraron que una ambulancia llegó por Bessie, pero prefirió llevarse de urgencia a la paciente blanca. Otros más aventurados propalaron la especie de que a Smith la llevaron al hospital ¡siete horas más tarde! pero no la atendieron por ser negra y murió desangrada.
Esa fue la versión que cobró vida a manos de Edwar Albee en La muerte de Bessie Smith , pero no está comprobada y más bien se tiene como una vil especulación.
Basado en ese infundio el productor de Okeh Records, John Hammond, promovió la falacia y Bessie quedó como un mártir del racismo.
La tesis más aceptada es que la víctima fue llevada a un hospital para negros, cercano al lugar del percance; ahí le amputaron el brazo y le hicieron una transfusión…todo fue inútil.
Los dolientes abarrotaron la funeraria y miles acompañaron el féretro hasta el Mount Lawn Cemetery; ahí yació en una tumba sin identificación porque Jack Gee se gastó el dinero recaudado para la lápida.
Años más tarde Janis Joplin y Juanita Green, hija de una vieja empleada doméstica de Bessie, pagaron una losa con el siguiente epitafio: “Jamás dejará de cantar, la más grande de todas las cantantes blues del mundo”.