
Ronnie y Reggie Kray vivieron de la rapiña y la muerte. Sin ser los mayores criminales de su época aspiraron el único veneno que mata sin dolor: la fama.
Ronnie y Reggie Kray cumplieron todas las reglas del perfecto mafioso: asesinar, robar, extorsionar, apalear, mentir pero olvidaron la principal: el anonimato.
En los agitados años 60 londinenses, todo el que era alguien –o aspiraba a serlo– tuvo que ver con ellos: The Rollings Stones, The Beatles, la sacerdotisa de la moda Jean Shrimpton, Joan Collins, Eric Clapton, Donald Sutherland y rompenarices como Rocky Marciano y Joe Louis.
Parecían a Fagín y Bill Sikes, los calaveras recreados en Oliver Twist , de Charles Dickens. Su licenciosa existencia quedó inmortalizada en más de 50 libros y varias películas, entre ellas Legend con Tom Hardy, en el papel de Ronald y Reginald Kray, los gemelos que hicieron de Londres su coto privado de cacería.
Ese par de perdonavidas nació con el signo de Caín tallado en la frente; desde su primer berrido, el 24 de octubre de 1933, mostraron una fascinación innata por el mal.
El boxeo les abrió las puertas de la violencia; Reggie intentó hacer carrera sobre el ring pero a causa de una pelea callejera le quitaron la licencia. Con 18 años dieron con sus huesos en la Torre de Londres, infame prisión de la cual fueron sus dos últimos huéspedes.
Ronnie y Reggie Kray probaron suerte en la milicia, pero huyeron del cuartel tras romperle la crisma a un cabo y a un policía; después organizaron una banda de gatilleros y montaron una red de bares para codearse con los faranduleros.
Desde el Esmeralda’s Bar, en Knightsbridge, tejieron una telaraña de relaciones con sus pares americanos y este antro fue la punta de lanza de otros dos similares, célebres porque ahí ajustaron cuentas con un par de rivales a los que dejaron como un cedazo.
En The Blind Beggar Ronnie agujereó a tiros –en 1966– a George Cornell, gerifalte de la pandilla The Richardsons, por un quítame-esa-paja-del-ojo. Un año más tarde, Regie imitó a su hermanito y le partió la testa a otro crápula, Jack McVie, en el sótano de un club nocturno que regentaban en Stoke Newington.
Estos gemelos malignos querían emular y superar a su mentor, Billy Hill, un matarife de altos vuelos que dominó la escena criminal londinense durante 40 años, entre 1920 y 1960.
Los Kray contrataron a Mauren Flanagan, una gata callejera y exmodelo de tangas de los periódicos sensacionalistas, para que filtrara a la prensa sus panteradas y fueran pasto de las páginas rosadas –previo soborno a los chupatintas–.
Intentaron convencer a Truman Capote para que escribiera su biografía; como el pobre era una bola de drogas rechazó el encargo y le hicieron una oferta a Ian Fleming, el creador de James Bond.

Quien los inmortalizó fue el fotógrafo David Bailey en su archiconocido Box of Pin-Ups , una especie de mural social que captó a toda la fauna británica, desde los palurdos hasta la realeza.
El honor de los Kray
Los dióscuros del mal nacieron en una familia que, podría decirse, era de clase media, formada por los padres, Charles y Violet Lee-Kray; además, los hermanos Charlie Jr. y Violet, que murió recién nacida. Dicen que Ronnie, de niño, recibió un batacazo en la testa y eso lo dejó tarado.
El papá se dedicó a la venta de telas pero vivió 20 años escondido de la policía, que lo buscaba por desertor en la II Guerra Mundial. La calle fue la escuela de los gemelos y vivieron en medio de trifulcas.
Sin amigos ni familia, solo se fiaban uno al otro. Ronnie era irascible e impulsivo, mientras Reggie pasaba por frío y calculador. Sentaron las bases de su imperio criminal –The Firm– a punta de extorsionar a pequeños comerciantes a cambio de protección; palizas por encargo; robo a mano armada, secuestros, incendios provocados, blanquear dinero y –por si las dudas– sembrar el camino de cadáveres.
El corazón de esa telaraña viciosa era el Esmeralda’s Barn, que pronto fue frecuentado por políticos, deportistas, aristócratas, actores, cantantes y lametraseros de toda laya.
Algunos aseguran que Reggie tuvo amoríos con Judy Garland y a punto estuvieron de vivir juntos, pero se interpuso Frances Shea, la esposa del mafioso. Él le dio una vida de perros y Frances se suicidó, aunque otros dicen que aquél la mató.
Lo de Ronnie eran los hombres y el Sunday Mirror lo relacionó con Lord Boothby, gran amigo de Winston Churchill. Al parecer el capo proveía de carne fresca al político y organizaban orgías a cambio de ciertos favores.
Al fin Scotland Yard les puso el ojo y tras convencer a varios soplones logró enviar a la cárcel a la pareja; fueron condenados a 30 años y desde el presidio siguieron con sus negocios, organizaban eventos benéficos y presumían de nunca haber perdido un cliente
Ronnie acabó en un asilo para dementes pues los médicos le diagnosticaron esquizofrenia paranoide y lo tildaron de “homosexual activo y predador”. Se casó dos veces y vendió la exclusiva de la boda. Igual ocurrió con Reggie, solo que este se convirtió al protestantismo.
Los dos criminales salieron de la cárcel solo para asistir al funeral de su adorada madre Violet. Ronnie falleció en 1995 y Reggie en el 2000.
Agresivos, salvajes y obsesionados con la fama, los gemelos Kray solo eran un par de matasietes de pacotilla, que sellaban sus crímenes con abrazos, apretones de mano y besos en la mejilla.