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Página Negra Gustavo Cerati: Un lago en el cielo

Los que saben afirman que fue la punta de lanza del rock latino; nadie como él. Las giras, las drogas, el tabaquismo, el exceso de viagra y una vida a todo mecate le fue minando el organismo y este lo paró en seco.

Imagen sin titulo - GN (ALFREDO ESTRELLA)

Si despertar es morir, mejor seguir durmiendo y darse una vuelta por el universo. El hijo pródigo del rock latinoamericano regresó al hogar; despertó –pero del otro lado– donde todas las facturas se pagan.

Las que tenía Gustavo Cerati eran bastante extensas; el desglose incluía interminables giras de conciertos; adrenalina desbordada; fiestas bravas y drogas mezcladas con viagra para no fallarles a las fanáticas exaltadas.

Desde los 18 años Cerati consumía 40 cigarrillos diarios, según confesó su exesposa Cecilia Amenábar al periódico peruano El Comercio , al día siguiente del accidente cerebrovascular que lo dejó hecho un vegetal. “Ya tuvo una trombosis hace un par de años. Hay adicciones que son difíciles de dejar”.

La madre de los dos hijos del artista, Benito y Lisa, creía que este saldría adelante y llevaría “una vida más relajada, más pausada y más acorde a su edad”.

También, la familia del paciente señaló a Chloé Bello –modelo veinteañera que era la novia de turno– como responsable de que Cerati consumiera viagra y otras drogas para mejorar su vida sexual, un combo farmacológico letal.

En 1987, Soda Stereo vino a Costa Rica como parte de su primera gira promocional centroamericana. Se presentaron en el programa Fantástico .

En una ocasión la maniquí ofreció, a un canal de televisión, revelar los detalles de su relación con Gustavo. Nunca se presentó al programa y una de las coristas de Cerati, Anita Álvarez de Toledo dijo en las redes sociales: “Es de una tristeza inconmensurable y de una impotencia atroz ver como alguien, de manera estúpida e irrespetuosa, saca provecho de una situación tan dolorosa como la que está pasando Gus”. Chloé no se quedó callada y le respondió: “Cuando él despierte vos desaparecés del planeta, víbora”.

El largo adiós del roquero le llegó sin sospecharlo. El 15 de mayo del 2010 el cuerpo le puso un estatequieto; un cortocircuito cerebral lo desconectó del mundo y lo mando al limbo, de donde salió para el panteón cuatro años después.

Cerati llegó desde Miami, paró en Bogotá y recaló en Caracas, como parte de la extenuante gira del nuevo disco Fuerza Natural . Nadie dudaba de su brutal capacidad de trabajo; la energía creativa, el despliegue físico y mental en el escenario; las parrandas posteriores y el torbellino que lo sacudía internamente.

Para la revista Cromos este tipo de vida era el típico de los grandes talentos argentinos, surgidos después de las dictaduras militares, que saltaron de las catacumbas del underground hasta los grandes escenarios, acicateados por enardecidos fieles en pos de catarsis. “La cirrosis, las sobredosis y el SIDA se llevaron a varios de los mejores músicos de aquellos anfetamínicos años 80”.

Toda fiesta se acaba. En la de Cerati apagaron las luces hace cuatro años y cuando pasó el temblor, nadie pudo despertarlo.

Ahí vamos

Cayó como una flecha salvaje; se desplomó en un vuelo fugaz hacia la ciudad de la furia. Cerati fue un sobreviviente de aquellos años locos de los 80, donde las anfetaminas y la cocaína corrían en abundancia entre los jóvenes roqueros para abajo del Río Grande.

A los 25 años fundó, con Héctor “Zeta” Bosio y Charly Alberti, la banda Soda Stereo; durante 13 años tocaron juntos y viajaron por el continente en giras multitudinarias, grabaron discos, hicieron dinero y probaron el veneno del éxito.

Gustavo era un muchacho serio, dentro de lo que cabía en ese ambiente, y parecía un dandy de la clase media de Buenos Aires. En Antología del Rock , de Maitena Aboitiz, el cantante recordó: “Fue nuestra mayor época de locura a nivel de viajes, drogas, sobre todo cocaína, estar muy poco en casa, realmente no tener casa prácticamente. Eran épocas que hacíamos giras muy largas y no volvíamos en seis o siete meses”.

Aunque los roqueros tienen fama de gente difícil este rara vez daba problemas, pero la adrenalina de los conciertos y de las giras, el tráfago de los aeropuertos, las fans enloquecidas y el hechizo de la fama generó en él una angustia por la vida. En algunas ocasiones, confesó a Rolling Stone , “Terminé en los brazos de mi madre, en la bañera de su casa, tratando de calmarme”.

Esa tranquilidad la encontró en el regazo de Cecilia Amenábar, una modelo chilena que conoció cuando ella tenía 17 y con la que se casó el 19 de mayo de 1993.

Gran cantidad de fans se acercaron al automóvil que transportaba el féretro con el cuerpo de Gustavo Cerati al Cementerio de La Chacarita, en Buenos Aires | AP (Victor R. Caivano)

Eran años plácidos. Amor Amarillo , su primer disco como solista, vino acompañado de un bebé: Benito. Cecilia era su compañera musical, cantó coros y tocó el bajo en algunos temas, entre ellos Lisa , el nombre de la segunda hija.

A Cecilia le escribió muchas cartas de amor. Una de esas se la envió con unos dibujitos como los que solía hacer cuando era un jovencito; en la nota le dice a la Amenábar: “Te descubrí entre el humo y la gente. Te conozco bien. Sos la cautiva de mis sueños”. Si bien terminaron, ella nunca lo dejó: “Desde que él está en coma, como que se apagó la mitad de mí”.

Antes de Cecilia estuvo emparejado con la diseñadora Belén Edwards, pero se divorciaron; las relaciones sentimentales largas no fueron el fuerte de Cerati, que una vez separado de Cecilia en el 2002, siguió con Deborah de Corral –ex novia de Charly Alberti–.

Anduvo de unos brazos a otros. Fue pareja –como dicen ahora– de la vestuarista Sofía Medrano; después de la actriz Leonora Balcarce y cuando se desplomó en el camerino de Caracas andaba de manita caliente con la modelo argentina Chloé Bello, a la cual la familia le había hecho la cruz.

Cerati siempre anduvo rodeado de mujeres de buena estampa, jóvenes, medio rebeldes y le encantaba acumular conquistas; aún así nunca dejó de grabar discos, colaborar con otros artistas y explorar nuevas vertientes musicales.

En esas estaba cuando el destino tocó a su puerta.

Bocanada final

Tenía “varas” raras, como la vez que eructó en una misa mientras dirigía el coro del Instituto San Roque; para regresar al puesto tuvo que ganar un concurso de canto y donar el premio a la entidad.

Gustavo fue un estudiante normal; bueno para el atletismo y la natación; en su adolescencia trabajó como visitador médico; hizo el servicio militar y con los años despertó el gusto musical, pues era admirador de The Police.

En la universidad estudió publicidad y conoció a su amigo Bosio, con quien fundó Soda Stereo, el grupo que los proyectaría a la fama internacional y que algunos compararon –guardando las distancias– con The Beatles.

Frisaba los 50, vivía a todo trote, estaba en la cresta de la ola; ganaba sus millones, el mundo le sonreía y eran días de vino y rosas.

Un artículo de Rolling Stone , publicado siete meses después de que cayera en estado de coma, describió la última gira y la noche anterior a lo que llamaron los periodistas: accidente cerebrovascular.

El traqueteo de Cerati le había pasado la factura a su mente y a su cuerpo. Solía viajar con Charly Michel, un kinesiólogo, porque se le desmontaba con frecuencia el hombro derecho. Para tocar la guitarra usaba una venda ortopédica de neoprén, y un asistente le colgaba y descolgaba el instrumento.

Debido a una trombosis en las piernas tenía que inyectarse anticoagulantes previo a vuelos de más de 4 horas. Adrián Taverna, amigo y sonidista, dijo: “ Se subía al avión y de pronto veías que sacaba una jeringa y se la clavaba en la panza, mientras la gente pasaba a su lado”.

Odiaba viajar en avión; detestaba tomar pastillas para dormir y era un comprador compulsivo de discos, libros y ropa. Como andaba de novio con Chloé parecía un enamorado; ella los acompañó en la última gira. Alquiló un auto en Los Ángeles para conocer la ciudad con ella y se compró una guitarra de la cual solo había diez en el mundo.

La última semana de la gira contempló tres espectáculos y Cerati ya daba signos de agotamiento. La noche del 15 de mayo cerró el concierto con Lago en el cielo , su postrer canción.

Raramente se fue a dormir temprano; se veía apagado, blanco, con los ojos desorbitados y la boca entreabierta.

Trastabilló hacia el camerino, se quitó el saco, se desabotonó la camisa y cayó sobre un sillón como un fardo viejo. Hubo carreras, sofocos, madrazos y sirenas, y Gustavo quedó con los ojos abiertos pero vacíos, mirando el espacio, sin saber adónde iba ni dónde estaba.

Un tornillo le taladraba las sienes; una sierra le partía el cráneo; el cerebro le hervía; quería saltar de la camilla y no podía…hasta que llegó la quietud, la calma, el silencio…la negra onda en que ahora navega su alma.

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