Era un colapso nervioso con cuerpo de mujer. Sobre el escenario, la mulata de fuego, parecía poseída. Se arrancaba la ropa y los cabellos, aullaba y lanzaba al público collares, zapatos, peluca, anillos y lo que tuviera a mano.
Esa gitana negra era una furia sexual, explosiva y auténtica que vivió sin reglas y a los 52 años logró lo que le faltaba para ser un mito: ¡ Morirse!
En La Lupe convergían Aretha Franklin, Edith Piaf y Janis Joplin, más un toque de locura.
Venerada como una sacerdotisa, con su santuario en los más encumbrados cabarets de Cuba, México, Nueva York y Venezuela, fue la Reina del Soul Latino.
La bautizaron como Lupe Victoria Yolí Raymond, a los pocos días de nacer en San Pedrito –un barrio pobre de Cuba– el 23 de diciembre de 1939. La madre idolatraba a Lupe Vélez y le estampó ese nombre.
La infancia de la Yiyivi, su apodo de guerra, fue difícil por el divorcio de sus padres –Tirso y Paula Yolí– aderezado por una madrastra que la trataba como a la cocinera. Esta la menospreciaba y se burlaba de su vocación musical, “animándola” con frases como: “¿Quién ha visto a una negra cantando en español?”
El papá la toleraba; pero si Lupe deseaba ser artista primero debía graduarse como maestra, pues –le decía– “o cantas o comes fruta”.
Con 16 años ingresó a la Escuela Normalista de La Habana; aprovechó unas vacaciones para ganar un concurso de canto radiofónico con un tema de su ídolo Olga Guillot.
Los inicios musicales de Lupe coincidieron con los más oscuros días en Cuba. En los años 50 la isla estaba bajo la bota del general Fulgencio Batista, que la pobló de casinos, prostitutas, centros de drogas, policías y políticos corruptos; algo así como Las Vegas Latina, donde campeaban a sus anchas mafiosos como Meyer Lansky y Lucky Luciano.
En el bar La Red comenzó sus primeras presentaciones oficiales bajo el ala del Trío TropiCuba, que montó con su primer marido Eulogio “Yoyo” Reyes y la cantante Tina.
Ahí mostró su estilo estrafalario, arrabalero y telúrico, causando algarabía en un ambiente curado de espanto.
Como Lupe creía que las reglas eran para los tontos, vivía con sus propios códigos. Una noche se armó una “melânge” en plena calle: el cantinero de La Red en calzoncillos, la Yiyivi semidesnuda y Yoyo con una pistola dispuesto a destaparle los sesos a los dos.
Ahí hundió su matrimonio pero encumbró su carrera. Grabó con Discuba su primer éxito Con el diablo en el cuerpo y a La Red llegaron desde matasietes hasta intelectuales del fuste de Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Tennessee Williams o Ernest Hemingway.
Para Sartre era un “animal musical”; Hemingway la llamó “creadora del arte del frenesí”; Pablo Picasso sentenció: “Es un genio” y Guillermo Cabrera Infante dijo: “Es un fenómeno fenomenológico”.
¿Qué te pedí?
En la Cuba comunista solo había sitio para un monarca, y Fidel Castro se quedó con el lugar, porque la moral revolucionaria no vio bien el exceso de libertad de La Lupe y sus escandalosas maneras de vivir y actuar.
La Yiyivi emigró a México, pero aquel ambiente anodino la constriñó y se estableció en Nueva York; ahí recorrió en olor de multitudes los centros nocturnos de la calle 53 y cobró $20 mil en un concierto, que de una vez se gastó en un abrigo de pieles.
Alcanzó su esplendor en la década de los 60. Limusinas, fama, lujo, fiestas, mansiones y derroche; todo matizado con drogas, alcohol y la practica de la santería, un sistema primitivo de creencias introducido por los esclavos africanos.
Si bien Mongo Santamaría la apoyó al inicio, fue Tito Puente el verdadero artífice de su carrera.
Con él grabó Tito Puente Swings - The Exciting Lupe Sings , que vendió 500 mil copias y durante dos años la tuvo en la cima de la popularidad.
Para Lupe la vida era un confite; incluso se casó con William García. Este era un mantenido; ella le dijo que no hiciera nada, porque su único trabajo sería ser su marido. ¡Así quién no!
Y ocurrió lo impensable. Un nuevo ritmo comenzó a surgir de las entrañas de los guetos de inmigrantes latinos que malvivían en Estados Unidos; un género evasivo, bailable, que tenía su propia diosa: Celia Cruz.
Cuando Grecia arde, tiembla Esparta. Celia arrasó y destronó a la Reina del Soul . Encima el sello Fania All Records controló el mercado disquero y usó a la Cruz como buque insignia femenino. La Lupe fue relegada y se deshizo como una estatua de sal.
Las cosas no podían ir peor cuando William cayó en la depresión y la esquizofrenia. Gastó la poca fortuna que tenía en tratar de curarlo. Los acreedores bancarios la dejaron sin casa y le arrebataron el mobiliario.
Nadie la contrataba y sus discos no se difundían por la radio. Su voz se apagó y se fue a Puerto Rico. Algunos aseguran que ahí deambuló andrajosa por las calles, reclamando limosnas y media loca.
En el Año Nuevo de 1985 sufrió una caída y entró al hospital en muletas, pero salió en silla de ruedas. Esa fue la puerta a su nueva vida. Se convirtió al cristianismo y prestó su voz para difundir el Evangelio.
Una gélida mañana neoyorquina del 28 de febrero de 1992 un paro cardíaco la mató. Al funeral solo asistió William, sus hijos René y Rainbow. Tuvo el velorio de una desconocida y la prensa apenas se enteró.
Su vida fue una desgracia, pero cantó como tocada por la gracia.