Randall Salazar no oculta sus momentos más vulnerables y dolorosos. Esos en los que las fuerzas se disipan y las esperanzas poco a poco se van. Hoy se siente más humano.
El presentador de sonrisa perenne y de notable vitalidad hoy se ve distinto: perdió 15 kilos en su proceso de enfermedad, pero poco a poco se va escuchando igual. Su voz grave y rápida anuncia que está y se siente mejor.
Randall, el director y presentador de Buen Día, recién se recupera de una meningitis bacteriana que por cerca de dos meses lo tuvo aferrado a una cama. Desde enero había manifestado síntomas.
“Desde enero o diciembre comencé con mucha fiebre y dolor de cabeza que no se aliviaba. Pensé que era coronavirus, la prueba salió negativa. Me hice exámenes de dengue y hasta chikungunya. Dejé pasar el tiempo, que fue un error. Luego un médico internista me mandó exámenes y yo irresponsablemente los retrasé hasta que el panorama se tornó complicado. Al punto de no querer levantarme en las mañanas y llegar arrastrándome al canal”, cuenta Randall, quien dice que la bacteria que lo atacó puede ingresar al organismo por distintas vías.
Él habla de lo más íntimo de su enfermedad porque quiere dar testimonio. En ello encuentra un propósito para su vida.
Hasta hace poco más de una semana el comunicador regresó al programa matutino de Teletica, allí, entre lágrimas y el afecto de sus compañeros, Salazar contó por qué estuvo lejos de la pantalla por tantos días y cómo Dios le dio una segunda oportunidad.
En entrevista con Viva, Randall dijo que en algún momento sintió temor e incluso perdió la fe, pero siempre encontraba fuerzas para volver a creer.
“Perdimos a mi hermano mayor en diciembre. Pasaron tres meses y yo no quería darles otro dolor (a su familia)”, cuenta.
Sus palabras están llenas de gratitud, pero también del aprendizaje que le queda y quiere compartir tras sobrevivir a una enfermedad que puede resultar mortal y dejar graves secuelas como la pérdida de audición, entre otras. En su caso no fue así. Él cuenta que un neurólogo lo examinó hace 22 días y ve que su recuperación va por el mejor camino.
Randall, ¿cómo se siente hoy?
Me he sentido muy bien. Tengo algunas secuelas que se irán eliminando. A veces me duele la cabeza o me mareo, pero en términos generales me he sentido muy bien: cada día más fortalecido, motivado y con ganas de hacer muchas cosas.
“Pasé casi dos meses acostado, caminaba muy poquito (...). Esta semana que he tenido que trabajar me ha revitalizado; levantarme, bañarme, pensar qué me pongo, ir al programa y planearlo todo me hace bien. Volví a mi apartamento, me cocino, hago las cosas yo aunque tengo una señora que me ayuda una vez a la semana, pero controlo mi vida. Quería ir retomando mi rutina. Espero la próxima semana ir retomando el ejercicio que será poquito en comparación al que hacía antes. Quiero escuchar mi cuerpo”.
¿Cómo lo fortaleció y formó este proceso en el que enfrentó una enfermedad tan peligrosa?
Ufff. Creo que me hizo una persona más responsable de sí mismo. Antes cometía errores muy graves: almorzaba tarde, me brincaba el desayuno, mi prioridad era el trabajo o los demás, este proceso fue un jalón de orejas.
“Ahora tomo ocho medicamentos, necesito comer para que no me caigan mal. Me he organizado. Voy con merienda, desayuno y almuerzo al trabajo”.
“En el plano espiritual me atrevo a decir que soy más humano, más coherente entre lo que se dice, se siente y se hace. Me sentí culpable porque le hablaba de prevención y cuidados a la gente y yo no lo hacía conmigo. Espero que el proceso me haya convertido en un ser más balanceado, más en su centro, más humano y más solidario. Aprendí que una cosa es lo que uno ve y otra cosa lo que una persona está pasando y sintiendo. Uno a veces es ligero al emitir criterios y las redes son especiales para eso. Cuando me puse mal y no había ido al doctor la gente me criticaba, decían que me veía demacrado. Ni siquiera yo sabía que me estaba pasando. Hay que tener cuidado porque a veces se puede herir a la gente”.
¿Qué fue lo más dificultoso de este tiempo y en qué encontró fuerzas?
Hay dos dimensiones en esto: primero mucho dolor físico. Esta enfermedad hace que se te inflame el cerebro y te duela muchísimo. Es el dolor más fuerte que he experimentado. No te permite hablar ni ver. Luego un tratamiento me provocó mucho vómito, pasé tres semanas grave con eso. Luego el vómito trae secuelas como que se te pone mal el sistema digestivo, no comés porque vomitás, pero si no comés se te irrita el estómago. Comía porque me pedían que comiera. Me metían la comida a la fuerza. Esa parte física es complicada: los mareos, no poderte levantar porque te caés es algo duro. Me caí unas cinco veces, me golpeé la cabeza y la nariz porque me descompensaba mucho.
“Pero el dolor más grande no fue el físico porque lo aguanté. El más fuerte era el espiritual. Cuando a veces estás en el suelo y perdés las fuerzas, las ganas. Decís que ya no podés más, que el tratamiento no me hacía efecto tras tres semanas. En Dios encontré fortaleza. Mi familia fue un apoyo importantísimo. Llevé una pequeña terapia psicológica con Leidyn Aguilar. Ella iba una vez por semana y me ayudó a fortalecer mi parte emocional. Muchas veces tuve miedo de morirme, de perder la vida, de ir a parar de nuevo a un hospital (él estuvo 10 días hospitalizado). Para esa fecha la cosa del covid se había puesto fea. El doctor me dijo que tenía que cuidarme tres veces más”.
¿Cómo es Randall hoy, qué dejó atrás luego de esta vivencia que le cambió la vida?
Creo que sin temor a equivocarme tengo una relación diferente con Dios. La conexión es más fuerte. No es que voy a ir a misa todos los domingos ni rezar siete rosarios, pero la relación se fortaleció y soy testimonio de que Dios siempre te sostiene. Está detrás tuyo, aunque creas que está ocupado con otras cosas.
“Esto también fue un ejercicio de paciencia. Soy un desesperado para que las cosas se resuelvan rápido. Esto me dejó como enseñanza que hay que saber esperar. Quiero aprovechar esta oportunidad que Dios me dio no solo para contar testimonio, sino para aprovechar la vida y replantearme el verdadero propósito. Tengo ganas de que mis amigos y familia sepan que los amo, que los quiero, qué son importantes para mí”.
Tras este renacer, ¿qué quiere hacer y cómo quiere usar su voz?
Yo quiero dar testimonio del poder de Dios en primer lugar. Estoy convencido de que Él estuvo detrás de esto. Ser, no sé si sonara pretencioso, no me gusta ser el centro de atención, pero creo que los periodistas tenemos que servir de puente entre la gente que sabe y el público; pero a través de mi experiencia creo que es válido que la gente aprenda o recuerde cosas que a veces olvidamos. Cuando regresé al programa lo hice con la esperanza de que mi testimonio alcanzara a muchas personas, pero no esperé que fuera tan sobrecogedor. Me siento agradecido con Dios y la vida de que este mensaje llegue a tantas personas.
“Además de dar testimonio quiero que mi voz sirva para que la gente se cuide mucho. Que entienda que la vida es una. Que tenemos que vivir el hoy”.