El 20 de junio de 1980, en Montreal, Roberto Manos de Piedra Durán doblegó sin apelaciones a la joya de las grandes cadenas de televisión estadounidenses: Sugar Ray Leonard, quien dejó su invicto aquella noche.
Fue un triunfo que confirmó al temido pegador canalero como uno de los mejores de aquellos y todos los tiempos; también le puso un eslabón más a la leyenda viva de inmortalidad del Cholo
Era sencillamente imposible anticipar lo que sucedería en el previsible segundo duelo entre pugilistas, a pesar de que de este deportes es la tumba de los pronósticos.
Sucedió que cinco meses después, el 25 de noviembre, en Nueva Orleáns, un ahora confundido Durán se negó a seguir en la pelea contra el mismo Leonard, a la altura del octavo asalto.
Las palabras “no más, no más” quedaron grabadas a fuego en la historia del boxeo, en el capítulo dedicado a las historias sonrojantes.
Ya fuera por la frustración de no alcanzar a Sugar Ray –quien esa noche se burló del panameño a más no poder– o por problemas estomacales –la versión de que Durán “ya no se aguantaba”es una de tantas–, la imagen del supermacho quedó en la lona
Años después, Carlos Eleta, el manager que llevó a Durán a la cúspide de este deporte, ensayó una explicación a la revista especializada The Ring: aquella primera victoria ante Leonard fue fatal.
“Roberto desarrolló un superego y perdió la razón”, razonaría Eleta.
No más es un documental de la cadena ESPN que repasa aquel acontecimiento, que, en su momento, no quedó claro. Este es un buen chance.
La vida, como suele suceder, si guió su marcha y Durán regresó a seguir siendo el gran pegador que fue; sin embargo, pese a ofrecer buenas peleas –una memorable contra Marvin Maravilloso Hagler– y ganar dos títulos mundiales más, nunca volvió a ser el mismo.
Hubo una tercera pelea entre ambos, el 7 de diciembre de 1989, en Nevada. Fue mala, el publicó protestó por el bajo nivel de ella y ganó Leonard. Nada más.