Hace días estoy peleado con la televisión. Nada de lo que ofrecen los servicios de streaming o la televisión tradicional me gustaba y decidí, simplemente, refugiarme en un buen libro (El diamante de Jerusalén, de Noah Gordon).
Parecía que nada me sacaría de mi romance con las letras hasta que, por error, una notificación a mi teléfono celular me llevó a ver los primeros minutos del documental The Staircase.
Digo “error” porque Netflix se activó (o lo activé) sin darme cuenta. ¡Enhorabuena! ¿Qué fue lo que me sedujo de una producción de la que no sabía absolutamente nada? Esta es la respuesta: la sangrienta muerte de una mujer al borde de una escalera en el 2001. ¿Accidente? ¿Asesinato? Dos interrogantes que intenté responder durante los 13 capítulos que me devoré en menos de una semana.
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Hace casi dos años no podía creer lo que mostraba el insólito caso de Making a Murderer, la historia de Steven Avery, quien luego de haber pasado 18 años en la cárcel por un caso de agresión sexual e intento de homicidio, fue exonerado. Involucrarlo en otro crimen parecía imposible, hasta que es acusado y condenado por el homicidio de Teresa Halbach.
Todas las circunstancias en las que se desarrolla el juicio de Avery, y la forma magistral en las que se muestra en este documental, me hizo creer que jamás vería algo mejor, o incluso parecido, hasta que me topé con The Staircase.
¿Una sola verdad?
Aquí no vengo a contar spoilers, esté tranquilo. Lo que intento es convencerlos de que le den una oportunidad a esta extraordinario trabajo, que no solo nos introduce en los momentos más íntimos de cómo es llevado a juicio el escritor Michael Peterson por la muerte de su esposa Kathleen, sino que nos muestra lo complejas, difíciles y contradictorias que suelen ser las relaciones humanas.
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El innegable talento del realizador francés Jean-Xavier de Lestrade fue el que produjo todas las “temporadas” de este documental. Les explico: Netflix tiene ahora la osadía de no solo mostrar el documental original (The Staircase, 2004) y su continuación (The Staircase 2. The Last Chance, 2013), sino que produce junto a De Lestrade tres capítulos más, que cierran una sorprendente historia llena de giros inesperados, mentiras, secretos que son revelados y situaciones insólitas (rocambolescas diría la periodista Yuri Jiménez que, por cierto, también es fanática de esta serie) que llevan al espectador a cuestionar lo que ve en la pantalla.
Todo es incierto.
La pesadilla comienza con una llamada de Peterson al 911, el domingo 9 de diciembre del 2001, quien desesperado pide ayuda porque su esposa, Kathleen, yace inconsciente al final de las escaleras.
Lo que en un principio parecía un accidente se convierte en pocos días en el comienzo de uno de los juicios más mediáticos, costosos y extraños de Estados Unidos.
A partir de ahí, el maravilloso lente de Jean-Xavier de Lestrade nos sumerge en el caso y nos convierte en testigos de las conversaciones, las peleas y las estrategias del abogado defensor de Peterson, David Rudolf.
No hay restricciones, ahí estamos, mientras esta retorcida historia va develando los más insólitos acontecimientos que nos dejan boquiabiertos capítulo a capítulo. También nos da una mirada muy, pero muy íntima de cómo los hijos (adoptados y biológicos) apoyan incondicionalmente a su padre durante todo este proceso y lo difícil que es para ellos ir descubriendo, junto a los espectadores que ven la serie, algunos de los secretos más íntimos de la relación de Peterson con su madre.
La hija biológica de Kathleen, Caitlin Atwater, es la única que decide darle la espalda a su padrastro, y junto a sus tías, apoyan la teoría de la Fiscalía: Peterson es un asesino a sangre fría.
También somos testigos de cómo el juicio no solo es una carga emocional para Peterson, sino que le pasa la factura a su cuerpo; capítulo tras capítulo la tensión y el sufrimiento tienen un impacto fulminante en su cuerpo que se ve cada vez más frágil y enfermo.
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Aunque este caso es extraordinario y su producción es una obra maestra del género true crime, lo que le pasó a esta familia es solo un recordatorio de que los años no perdonan y de que la tranquilidad de nuestra vida presente es tan frágil como un cristal: puede cambiar en segundos cuando menos lo imaginamos.
The Staircase es un golpe de realidad para recordarnos que nuestro futuro siempre será incierto. Darse cuenta de esto puede ser aterrador mientras avanza la serie. ¡Qué la disfruten!