Jane the Virgin es una historia de amor. Tiene tres temporadas, dos galanes principales (hay bastantes que son secundarios) y cuatro heroínas. Es una historia de amor, pero del amor que comparte la familia más extendida de todas.
Para ver la historia (y la familia) crecer, hay que invertir varias horas– alrededor de 45 de ellas. Estoy al día con las tres temporadas que ofrece Netflix hasta ahora (en Estados Unidos ya terminó la transmisión de la cuarta y los fans se preparan con chismes para la quinta).
Hace 16 años, el primer borrador de la milagrosa historia de Jane fue un culebrón venezolano en el que el drama se desataba cuando una adolescente virgen recibía una inseminación artificial por error.
Jane the Virgin comienza exactamente igual, excepto que quien recibe la inseminación es una mujer adulta y que queda claro que se trata de una mala praxis profesional.
¿Qué culpa tiene la inseminación artificial de que quien la aplique sea una doctora alcohólica, atrapada en las redes amorosas de la narcotraficante más mafiosa de Florida y, además, la tía del futuro bebé?
Desde el primer episodio, el melodrama de Jane the Virgin no es para novatos. Es una serie que juega con múltiples capas de demencia.
Jane Gloriana Villanueva (Gina Rodríguez) encarna a la tercera generación de una familia de migrantes venezolanos. Es hija de una madre soltera y promiscua; la nieta de una viuda católica y sumamente devota a cuidar de su virginidad.
Pese al embarazo no planeado, la virginidad es un tema recurrente en cada temporada.
En los primeros episodios, la virginidad es un halo que protege a Jane del caos que la rodea –me ha costado mucho percatarme de que, en las conspiraciones más perversas de la serie, ella no tiene protagonismo–.
Después del nacimiento de su hijo Mateo, la virginidad es un freno para que Jane consume su romance con Rafael (padre del niño concebido artificialmente) y su novio Michael (el detective que lidera la persecusión contra la narcotraficante Sin Rostro).
En la tercera temporada, la culpa religiosa que inculcó su abuela latina se transforma en uno de tantos traumas que la estancan en el pasado (para este punto de la historia, Rafael ha pasado tiempo en la cárcel y Michael ha desaparecido con consecuencias desastrosas).
Cuando los fans creíamos que perder la virginidad la iba a dejar feliz y tranquila –o sea, la misma moraleja de la original Juana la virgen–, los escritores se dan el lujo de hacerla pasar por otra clase de martirios: celos por tener una familia tradicional; el luto de un amor; las presiones de ser una madre trabajadora con ambiciones artísticas (spoiler: Jane sueña con ser escritora de novelas románticas).
Aunque es el personaje homónimo del título, Jane está lejos de ser la única mujer complicada. Las tres Villanueva son el centro gravitacional del resto de personajes: amigos, amantes y todos los parientes que van apareciendo con el tiempo.
A todas ellas, las buscan por su calidez latina –literalmente, la otra relación de madre e hijas se trata de una mujer checa que utiliza la belleza y la ignorancia de sus hijas gemelas para el mal. La única gemela que sale ilesa de esos juegos es Petra, quien es primero rival y luego aliada en la maternidad de Jane.
Estos nunca fueron los giros dramáticos que planteaban las telenovelas de antes, en las que las buenas eran castas de pensamiento, obra y omisión y las malas, letales como el veneno.
Pero esa es parte de la demencia explosiva que solamente una serie como Jane the Virgin puede manejar sin perder la gracia, el estilo y el efecto que la caracterizan.
La bondad de sus personajes nunca brilla tanto y con tanta calidez como cuando propone que la maldad no nace de la nada: la engendra el desamor.
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Ficha técnica
Título original: Jane the Virgin
Género: comedia romántica
Creada por: Jennie Snyder Urman
Elenco: Gina Rodríguez, Andrea Navedo, Yael Grobglas, Justin Baldoni, Ivonne Coll, Brett Dier, Jaime Camil
Episodios: 64 de 42 minutos
Servicio de streaming: Netflix