Entre los grandes momentos del excelente documental de Martin Scorsese sobre la gira de Bob Dylan de 1975 y 1976, Rolling Thunder Review, que Netflix acaba de estrenar, un apartado especial se lleva el segmento que une a Sharon Stone, el grupo Kiss, el teatro kabuki, la violinista Scarlet Rivera y el mismo Dylan.
Puede sentirse que fue hace años. El propio Dylan dice que Rolling Thunder fue hace tanto tiempo que él “ni siquiera había nacido”. Sin embargo, para Scorsese, la cinta trata ampliamente sobre lo que queda de ese espectáculo desenvuelto, cuando Dylan lideró una caravana de músicos, artistas y poetas (entre ellos Allen Ginsberg, Ramblin’ Jack Elliott, Joni Mitchell, Bob Neuwirth) por una tormenta nacional.
Con la cara pintada de blanco y los ojos flameantes, el músico ofreció interpretaciones feroces de A Hard Rain’s A-Gonna Fall , Isis, Hurricane” y When I Paint My Masterpiece.
Pero aunque las historias resultan fascinantes, no todo lo que allí se dice realmente sucedió. De hecho, en los Estados Unidos se despertó una fiebre entre periodistas que empezaron a realizar verdaderas pesquisas de investigación para cotejar los acontecimientos que aparecen en el documental con lo que ocurrió realmente. Por el mítico hermetismo de la figura de Dylan y todo lo que rodeó su vida, el desafío no parece menor.
Pero algunas cosas pudieron revelarse."Mi madre quería ir a la gira. Nadie quiere ir a un concierto con su madre. En especial a los 19 años", comienza a contar Sharon Stone. “Para rebelarme me puse una remera de Kiss. Así que no sé quién se avergonzó más, si yo o mi madre.
"Fuimos al concierto y al intentar ingresar, los tipos de la puerta revisaron mucho nuestras entradas y nos dijeron que no podíamos entrar. Y luego vino un tipo que no tenía entrada, pero intentó pasar y el policía de la puerta no lo dejó. Al final un grupo de personas salió y fue a buscar a Bob y él se dio vuelta e hizo el gesto de que ingresaran”, recordó la actriz reconocida por su papel en Bajos instintos.
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“Yo estaba avergonzada y mi madre dijo: ‘Vamos'. No quería hacerlo, pero mi madre me empujó y al final entramos con Bob. De repente, él se dio vuelta y vio mi camiseta. Entonces, dijo: ‘¿Te gustan?’. Y me di cuenta de que quería hablar de Kiss. Creo que yo intenté sonar inteligente, así que dije: “Bueno, creo que pintan sus caras al estilo kabuki”. Él dijo: “Seguro que Okuni nunca escupió sangre sobre el público”. Y yo dije: “¿Okuni?”. Y él respondió “Izumo no Okuni. Ella fue una de las creadoras del teatro kabuki”, concluyó Stone.
Sharon Stone tenía 17 años, no 19, y el resto de la anécdota que comenta la actriz es pura ficción, según señalan publicaciones especializadas como Indie Wire.
Tras el testimonio de la actriz, en el documental de Scorsese, Dylan recuerda a la violinista del grupo con una historia reveladora: “Scarlet Rivera era un poco rara. La mayoría se alejaba de ella, pero yo no”, cuenta el músico. “Su novio en ese entonces era el líder de Kiss. Me llevó a Queens a verlos. Tocaban en un club pequeño. Se pintaban la cara y eso me parecía interesante. Aún recuerdo eso”, remata con un gesto que solo Bob Dylan hablando de Kiss puede lograr. ¿Verdad o mentira? Todo indica que esto sí sucedió.
En cambio, hay otras historias y personajes que desfilan por el documental disfrazados de algo que no son. O que no fueron.
Uno de los casos más emblemáticos es el del supuesto director Stefan van Drop, que habría filmado cada detalle de la gira Rolling Thunder Review. Pues no es así. El hombre que habla a cámara en el presente, entrevistado por Scorsese, es Martin von Haselberg, esposo de Bette Midler.
En fin, Scorsese supo inspirarse del espíritu esquivo y escapista que acompaña a Dylan desde que dejó para siempre a Robert Zimmerman (su nombre real). Y en eso también radica la genialidad del documental que causa furor entre melómanos y una audiencia nueva que parece fascinada con las biopics, los documentales y las series de músicos y sobre música.