Es tan menudita y de movimientos tan rápidos, que al verla parece una abejita, pero no cualquiera, más bien una “recontrafamosa”: la Abeja Maya; por lo inquieta, aventurera y preguntona.
Aunque es de poderosos hacerse esperar, Thais Alfaro Cordero, la presentadora del segmento farandulero de Telenoticias , carece de las veleidades propias de ese gremio y su retraso de una hora –previo a la entrevista– se saldó con una agradable sonrisa y un suave apretón de manos.
Sin mayores preámbulos fue sin contrapuntos al tema y en dos plumazos esbozó su vida, que apenas frisa los 22 años, pero vividos con la intensidad de un huracán de grado cinco.
De niña era un cachiflín que sacaba chispas a su madre –doña Yorleny– quien acostumbraba repetirle: “No sea metiche, no es con usted”. Dirán los lectores que la criatura era una cavilosa y entrometida, requisitos básicos para ser periodista, y no maestra de preescolar como en algún momento quiso ser.
“Como hablaba muy rápido mi papá me metió a clases de locución y el profesor me recomendó en Vox FM, del Grupo Omega; pero me contrataron en Megabits, un canal que desapareció; después de unos meses me propusieron un programa en Vox Pop”.
Mientras Thais toma aire es preciso agregar que por esos años todavía era una colegiala, que llegaba a la emisora con el uniforme del Colegio Técnico de Santa Ana y la confundían con una “baby groupie” o –como dicen los teleanimadores–: la feliz ganadora de un premio.
Nada de eso. “Mis jefes me dieron la oportunidad y creyeron en la chiquilla vestida de estudiante”; ella demostró a la vuelta de cinco años que era una pequeña joya, que brillaría bajo las luces cenitales de la pantalla chica.
Apenas recibió el diploma de Técnica Ejecutiva en Centros de Servicio –aderezado con habilidades secretariales, informáticas y de contabilidad– ingresó a la Universidad Internacional de las Américas, y apaciguó el mariposeo periodístico que agitaba sus entrañas.
Para concluir su bachillerato periodístico tocó la puerta de Telenoticias y ahí empezó a ganarse el “derecho e’piso” como practicante por tres meses. “Hice resúmenes, noticias internacionales y me quedaba hasta las 11 de la noche ayudando en el día a día”.
Sucedió que Thais le hizo un permiso temporal a la titular de la sección de Espectáculos; como esta no volvió ella aceptó seguir y hace poco –en abril– le dieron el puesto.
Ella se conoce al dedillo los tejemanejes de ese mundillo, tiene afinidad por el tema, trabó amistad con los artistas y promotores. “Dios quiere que esté ahí; uno debe aprovechar las oportunidades, cuidar el trabajo, hay tanta gente sin empleo y agradezco tenerlo para bendecir a otras personas. Soy una privilegiada¨.
La única
Si algún apego tiene Thais en esta vida es su familia. “Es lo único que queda después de todo; cuando uno se retira o tiene un problema ahí está, ni siquiera se comparan las relaciones personales o laborales que uno establece”.
Ella es la mayor de tres hermanos, Randall y David, criados en Escazú al calor del hogar formado por doña Yorleny y Randall, a quienes Thais venera y le faltan las palabras para referirse a ellos.
“Mi mamá tiene la mejor profesión del mundo, que es cuidar a la familia. Ella se encarga de unirnos en la casa y es una labor dura: debe levantarse de madrugada, arriarnos a todos, hacer el desayuno, el almuerzo; mi madre es una mujer esforzada y valiente”.
En los tiempos que corren suena raro escuchar así a una jovencita, que además de socarse para triunfar profesionalmente, añora casarse –y ojalá pronto– para tener hijos y formar su propia familia, justo cuando esa institución secular capea los varapalos de sus enemigos.
Hace nueve años conoció a Óscar Ureña y desde los últimos seis son novios. “Quiero casarme con él, las relaciones tan largas son malas porque pueden caer en la costumbre y es mejor tener cuidado con eso. Estoy convencida de que él es la persona con quien deseo estar toda la vida”.
Cuando Thais madura una idea, se vuelve obsesiva hasta que la materializa. Así le pasó con la de comprar carro. Cansada de andar en autobús, de mojarse, esperar a que la recogieran y sufrir las penalidades del peatón un día se propuso ahorrar y tuvo su propio vehículo.
A los 19 años adquirió un carro usado; “tuve que repararlo y creo que salí por dentro”. Al fin… ya no se mojaba, andaba más tranquila y solo una vez la dejó varada, pero lo tomó con filosofía y aceptó que son los gajes de la vida. Con los años ahorro más, pidió un préstamo, ajustó aquí y allá y “mejoró la flotilla.”
Es que Thais tiene una fe profunda en Dios y cuando desea algo reza mucho para ver si esa es la decisión correcta, y una vez que le cae “la iluminación” ya nada la detiene. En ese sentido sus planes inmediatos son comprar un lote y construir una casa.
No se crean que ella es una materialista, aferrada a los billetes y “trabajólica”; por el contrario: “el dinero va y viene; pero uno vive sin dinero. No me afano por eso, vivo y aprendo a valorar las oportunidades. Cuido las cosas porque cuestan mucho”.
Con el salario que recibe suple sus gastos, ayuda en el hogar, paga cuentas, ahorra y todo lo que llegue adicional lo considera una ganancia extra. “Trato de pensar en la gente que con poco hace mucho, nunca seré malagradecida”.
La emprendedora
Esa enjundia de Thais le ha servido para todo. Gracias a ella aprendió inglés solita, cuando fue alumna del Colegio Nuestra Señora del Pilar. Ella no hablaba ni jota de ese idioma pero eso no la amilanó, más bien le puso más ganas. “Bajé canciones de la Internet, apuntaba las letras, me las aprendía y así empecé a pronunciar; todos los días repetía los verbos y logré leer y escribir” .
Uno de sus propósitos es pulir esa lengua, estudiar traducción y también aprender portugués, aunque seguro ya habla “portuguesiño” como todos los ticos mundialistas.
Pocas cosas resisten la persistencia de Thais; a pura voluntad superó el orgullo y el rencor. Aprendió a perdonar y “ a no tragarme ese veneno”; así doblegó la soberbia: “Poco a poco me la he ido quitando, es terrible”.
La vanidad tampoco es su fuerte. “Nunca tuve el sueño de ser modelo, ni fashionista , ni nada; eso sí uno debe cuidarse. Salvo los perfumes, de ahí en adelante solo soy una periodista con el deber de informar”. A Thais le fascina pintarse las uñas y es coqueta, pero nada frívola.
En el ambiente artístico las personas se muestran como son y ella toma nota de “ese mundo falso, donde la gente es gobernada por un manager y se desahoga con las drogas, descuidan a su familia y al final ocupan rehabilitarse”.
Esa fama no la desvela; será porque todavía no la reconocen en la calle y cuando así ocurre se chilla, le da vergüenza y se pone roja, como la vez que un muchacho le dijo: “Usted es Thais, la de canal 7”. En otra ocasión una señora le dijo que en televisión se veía más gorda.
“No le presto mucha atención a las apariencias. Doy gracias a Dios porque puedo caminar, me peino, me arreglo…no es como que me levanto y digo: ¡Qué linda estoy!”
Virtudes aparte, a Thais le cuesta llegar a tiempo; sus amistades la molestan porque “todo mundo debe esperarme y soy la última en llegar al carro; he cambiado, mi novio es muy puntual”.
Tampoco es de grandes apegos, no tiene manía por guardar cositas o recuerditos; a duras penas era fanática del Pato Donald y solo se aferra a dos objetos: una almohada y una repisa que le construyó su papá, don Randall.
“Abrazo mi almohada; mi mamá dice que la bote, está hecha tiras, pero sin ella no duermo, es que la funda la hizo mi tía”. Lo otro es ese mueble que será lo único que se lleve de su casa cuando se case.
Resulta que Thais es muy casera, aprovecha cada momento libre para estar con la familia, ir con ellos a pasear, almorzar y estar rodeada de gente positiva, a la que quiere y admira. “Nunca he querido vivir sola, estoy muy bien y cómoda; tengo a mis padres, a mis hermanos, nada me falta”.
Thais Alfaro Cordero no es, ni por asomo, la cortesana de Alejandro Magno o la pecadora de Anatole France; tampoco la melancólica Meditación de Thais , de la ópera de Jules Massenet; esta Thais es: la única.