Antes de que Netflix se pusiera las pilas en producción digital, HBO ya lideraba las grandes ligas de la televisión alternativa con programación irreverente y sin interrupciones de comerciales.
Algo así como un predecesor de House of Cards , el canal estrenó en plenas elecciones presidenciales de 1988 a Tanner ‘88 , una serie de sátira política concentrada en mostrar la realidad maquiavélica y cínicamente cómica de la política estadounidense.
La experiencia fue cimiento para producciones más recientes que aprovecharían para burlarse con color de la democracia gringa: la comedia de la Casa Blanca Veep ( 2012 ), protagonizada por Julia Louis-Dreyfus y que recientemente terminó su cuarta temporada; Last Week Tonight with John Oliver ( 2014 ), reconocida por su comentario satírico y despiadado sobre la actualidad mundial; y la última adquisición , la comedia negra sobre política internacional, The Brink .
El título es ubicación para la historia: en una tensa situación geopolítica en Pakistán “al borde” de una crisis nuclear que afectaría a Estados Unidos, a los tres protagonistas les toca evitar que el caos escale a proporciones de pesadilla para el Pentágono.
La locación geográfica es temporal para la primera temporada de episodios de media hora, pues promete movilizarse por otros países para seguir el avance las historia s (recurso muy verosímil, en tanto Estados Unidos tiene un historial respetable de países que ha ido destrozando conforme avanza hacia la resolución de sus conflictos).
Por otro lado, como suele suceder con premisas así, el caso se agrava al añadir caricaturescos personajes a la trama, quienes son (en similar línea con Veep ) funcionarios del gobierno que parece que llegaron a sus cargos por pura casualidad en lugar de legítima capacidad o talento.
El trío que vive la historia es, además, un equipo con marcados matices de clase laboral: un funcionario con un alto cargo político, un burócrata de cuello blanco y un obrero militar.
Tim Robbins —actor que se hizo famoso en el 2003 por oponerse públicamente a la invasión de Irak y basurear vehemente el trabajo del gobierno estadounidense— actúa como el Secretario de Estado de Estado Walter Larson, un político cuya vida personal de alcohol y aventuras sexuales pone en riesgo la eficacia y eficiencia de su trabajo.
Jack Black, famoso por interpretar al mismo personaje ingenuo e incapaz hasta el punto de la imprudencia, encarna a Alex Talbot, un funcionario del Servicio Exterior que es asignado a la Embajada Estadounidense en la capital pakistaní, Islamabad. En dicho puesto deberá confrontar, sin ningún talento para la diplomacia, la inminente crisis social y política que se gesta en la población del país.

Y, Pablo Schreiber, reconocido como el oficial con mostacho de porno en la serie de Netflix Orange Is the New Black (así es, Schreiber cambió su papel en la recién estrenada tercera temporada para participar en The Brink ), quien interpreta Zeke Tilson, un piloto naval que trafica drogas entre sus compañeros del servicio.
Además del calibre de sus actores, la serie cuenta con otros nombres que la proyectan como otro gol en la tradición irreverente de HBO.
La historia es responsabilidad de Roberto Benabib, escritor y productor del famoso dramedy negro Weeds (2005). La producción está en manos de Jay Roach, conocido en el cine por dirigir las películas de Austin Powers (ojo, que también es sátira, aunque más ridícula y menos política) y, con HBO, por liderar los dramas políticos Recount (2008), sobre las elecciones presidenciales entre George W. Bush y Al Gore, y Game Change (2012) sobre la campaña política de Sarah Palin en el 2008.
En resumen: si nos dejamos impresionar por las promesas de campaña de The Brink , su primera temporada promete una sustanciosa dosis de humor negro y una más razonable de crítica inteligente y razonada.
En un panorama político en el que ni la ineficiencia de los funcionarios públicos ni sus escándalos personales son inverosímiles, las comedias políticas de HBO continúan capitalizando con el único instinto de supervivencia posible en una crisis: echarse una buena carcajada para contener el llanto. 1