“No es tan fácil como parece”, explica una joven Isabel II a sus hijos pequeños –el príncipe Carlos y la princesa Ana– mientras balancea la corona sobre su cabeza.
“¿Podría tomarla prestada por unos días para practicar?, le pregunta nerviosa al valet de su recién fallecido padre, el rey Jorge VI.
La respuesta del valet le confirma lo que ya sabe pero de lo cual duda a menudo: “Tomarla prestada, ¿de quién? Si no es suya, ¿de quién es?”.
En 1952, la coronación de la reina Isabel II fue la primera ceremonia en tener su propio equipo de video para grabarse para la posteridad.
Adornado, pulido y ceremonial –tanto así que la última versión Technicolor tiene hasta una narración de Laurence Olivier–: el encuadre de las cámaras sigue a la nueva reina desde la distancia en la abadía de Westminster. No podía ser de otra forma porque el protocolo inglés no lo habría permitido.
The Crown , la ambiciosa serie que Netflix comenzó a anunciar desde hace varios meses, se toma la tarea de documentar con ficción los espacios que el primer audiovisual dejó vacíos. Una libertad inusitada dado el valor que tiene la intimidad de la familia real.
No obstante, la historia fue acuñada por quien escribió la otra gran pieza biográfica de la Reina –la cinta del 2006 con Helen Mirren en el papel protagónico–, Peter Morgan.
Morgan desarrolla la serie de Netflix a partir de su obra teatral del 2013, The Audience (en la cual Mirren volvió a encarnar a la protagonista).
La joven reina alrededor de la cual gira The Crown es interpretada por Claire Foy y complementada por Matt Smith –reconocido por su trabajo con la serie Doctor Who – como su joven esposo Felipe de Edimburgo.
Los diez episodios que estrenarán el 4 de noviembre cubren un corto periodo de tiempo en la vida de la Casa de los Windsor: desde 1947, justo tras finalizar la Segunda Guerra Mundial, y hasta 1956, cuatro años después de la famosa ceremonia de coronación.
Según reveló Netflix, en vista de que Su Majestad es, hasta la fecha, la reina más longeva del mundo, las siguientes cinco temporadas podrán enfocarse en las siguientes décadas de su vida.
La apuesta a largo plazo es impresionante por sus los méritos de la inversión que hizo Netflix para esta primera temporada: según el sitio IndieWire alrededor de $156 millones de dólares en asegurarse que cada detalle histórico –las locaciones y el vestuario– se vean impecables.
El triunfo de la corona. “Inquieta reposa la cabeza que lleva una corona”, sentencia William Shakespeare en el guion de Enrique IV.
La realeza de la cual escribió Shakespeare en su momento nunca vivió el escrutinio de los medios ni la persecución de los paparazzi.
Aún cuando Isabel y su familia han levantado una cortina de hierro para dividir su vida privada de sus apariciones públicas, la curiosidad de los periodistas ha entrado por sus grietas.
“Convertirse en reina a una edad tan vulnerable trae un conjunto de responsabilidades que provoca que las relaciones de un matrimonio y la familia sean increíblemente difíciles”, asegura Morgan como el guionista de los conflictos de la serie durante uno de los varios especiales que Netflix ha publicado en YouTube.
La reina Isabel tenía 25 años cuando Jorge VI murió de cáncer de pulmón. Tan solo cinco años antes celebró su matrimonio con el príncipe Felipe de Grecia y Dinamarca, hijo de la última monarquía griega.
Isabel lo conoció en una boda familiar cuando apenas tenía 8 años; son primos lejanos. El cortejo romántico se hizo a la antigua: por medio de cartas que comenzaron a intercambiar cuando ella tenía 13 años. Aunque los sus primeros años de matrimonio los disfrutaron con cierta distancia del protocolo de la corte, la pareja tuvo que acoplarse a la disciplina de las funciones de Isabel como monarca.
“Esta joven mujer recibió una gran responsabilidad en un momento en el que estaba de luto por la terrible pérdida de su padre”, detalla su intérprete, Claire Foy.
The Crown precisamente expone los cambios de las relaciones más íntimas de Isabel: con su joven esposo y sus hijos pequeños, con su hermana Margarita (Vanessa Kirby) y con su estricta abuela, la reina consorte María de Teck (Eileen Atkins).
“He visto tres grandes monarcas derrotados por su miedo a separar sus indulgencias personales de su deber”, le advierte María a su nieta en una de sus conversaciones más personales. “No debes permitirte errores similares. El hecho es que la Corona debe triunfar, siempre debe triunfar”.
Una producción real. The Crown planea sacarle el jugo a la fascinación que tiene el público con las producciones de época –piensen en el fenómeno que creó la muy ficticia Downton Abbey –. El mismo Morgan, como creador de la serie, afirma que la serie también desenvuelve a la familia en el contexto de la posguerra europea.
La investigación ha sido, por lo tanto, minuciosa. Michele Clapton, la diseñadora del vestuario de la serie, asumió el reto de crear un universo de moda que fuera preciso históricamente y además funcional para la narración.
“Me interesaba hacerlo por la historia que me tocaba contar: la vida pública y la privada. Intentar humanizar a la Reina, a Margarita y a la Reina consorte. Ver cómo imaginábamos su vida privada ” , detalla Clapton en otro de los pequeños documentales de Netflix.
La exposición de la vida privada de estos años de la familia real, imposible de otra manera que no fuera la ficción, precisamente profundiza en los sentimientos no en los hechos que enfrentó Isabel II al sentarse al trono.
Quizás en una época en que el símbolo de l monarquía parece ser accesorio hace falta el recordatorio: Isabel II todavía balancea el peso de la Corona, una longeva matriarca que ha liderado y protegido a su manera la realeza inglesa.
Véalo. Viernes 4 de noviembre. Netflix