Excéntrico y “locólogo” son dos adjetivos con los que algunas veces han calificado a William Paer por su especial forma de ser. Él es un estadounidense, quien vive desde 1975 en Costa Rica, el país al que ve como una madre por cómo los acogió a él y a sus hijos Jill y Adam, cuando llegaron buscando aires frescos y de nuevas oportunidades.
William, y su siempre aliada, Jill, se han convertido en dos pintorescos personajes que causan gracia, no siempre burlesca, sino más bien una que apunta a la sorpresa o admiración por lo auténticos y ocurrentes que son. Adam, el hijo menor de William, trabaja como ginecólogo y no ha figurado en los proyectos que padre e hija han compartido por tantos años.
William Paer, junto a Jill, son defensores declarados de la alimentación saludable; mediante la psicología, él es pregonero de la felicidad y del autodescubrimiento; él sabe hacer lo que quiere. Es conocido por ser muy original cuando quiere dar un mensaje importante, como el del valor de la mujer, de cómo esta debe amarse y entender su cuerpo. Ello lo transmite mediante Menstruation Man, un superhéroe que viaja en el ciclo menstrual (una pequeña bicicleta), ese personaje es, por supuesto, el peculiar William Paer quien escribió Un camino mucho mejor, en el que comparte sus reflexiones e investigaciones sobre los maltratos que sufren las mujeres.
Hoy William Paer es el mismo que hace 10 años, durante el lamentable terremoto de Cinchona, manifestó un asombro tan natural que de inmediato pidió calma, pero también lanzó “madrazos” mientras estaban en el programa ¡Qué Rico!, de canal 33, en el que Jill Paer habla y prepara comida saludable y el doctor Paer aborda temas de psicología.
“Está temblando, fuertísimo, en este momento”, dijo Jill en un video que en aquel momento se viralizó y que continúa en el recuerdo colectivo cada vez que en Costa Rica tiembla o cuando alguien se topa a padre e hija.
Seguidamente William Paer vociferó: “Juep..., juep..., calma, calma, calma... Es terremoto”. Este hecho, es quizá, el que colocó a los simpáticos Paer ante la retina permanente de los costarricenses.
William Paer, psicólogo clínico y conocido por producir y presentar programas propositivos en diferentes canales de la televisión nacional, cumplió 85 años el 3 de abril, y en este momento de su vida asegura no padecer de nada y estar en una etapa en la que vive con calma y redescubriendo el ser que es.
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William Paer creció cuando el mundo sufría la segunda guerra mundial. Sus rebeldes y castaños cabellos se empapaban de sudor cuando en lotes baldíos de su natal Paterson en Nueva Jersey jugaba con sus vecinos a lo único que podía: la guerra, atacar al “enemigo”.
Sus profundas pupilas se dilataban viendo un entorno bélico por todas partes: en cielo y tierra. Al final de su vecindario había un antiaéreo (un arma destinada a la interceptación de aeronaves enemigas, la tenían por si los atacaban desde las alturas). Las casas eran adornadas por banderas blancas con cruces de dos colores: una azul y una dorada. Las madres la colocaban en las ventanas como señal de orgullo. La cruz azul significaba que un hijo estaba sirviendo en el ejército y la dorada que había fallecido peleando por su país.
La mirada celeste de William, se detenía a contemplar todo alrededor. Tenía siete u ocho años, pero ya había mucho en qué pensar. Algunas veces quería comprender “la desatención” de sus padres, también buscaba respuestas para asimilar que en la primaria lo avanzaran de grado por su inteligencia. En plena etapa infantil, no podía dejar de lado la guerra. Aunque, en medio de ese remolino de percepciones infantiles, encontraba un escape para adentrarse en su gran pasión: la música y el arte.
"De mi infancia recuerdo al director de mi escuela, él fue un señor íntegro y amaba a todos los chiquitos. Teníamos mucha confianza en él. En mi infancia empecé a escribir canciones que canté en asamblea de la escuela. Él con resplandor de alegría me felicitaba, decía que yo sería el nuevo Steven Foster, nadie lo conoce, pero fue un compositor de Estados Unidos y escribió canciones muy tristes. Ese director pensaba que yo tenía mucho talento”.

Su propio héroe
Siendo adolescente, William seguía muy dedicado al pensamiento, pero en ese época no se centraba en guerra ni en situaciones familiares, su prioridad eran las muchachas. Siempre ha sido muy enamoradizo.
Al terminar la secundaria fue de inmediato a la universidad, allí seguía interesadísimo en las artes, incluso escribió una obra de teatro que recibió premios. Descubrió su habilidad para el fútbol americano y para materias como la física. Aunque las artes eran lo suyo, estudió economía y finanzas (“ahuevazón”, expresa), en la prestigiosa universidad de Pennsylvania.
“La universidad fue una bendición. Cada vez que escapaba de mi familia mejoraba mi vida. Mis padres me enseñaron a cómo no ser buen padre. Estaba destinado a tener problemas. Esas vivencias me ayudaron a convertirme en psicólogo”, cuenta.
Al salir de sus estudios superiores, William entró al ejército, en ese tiempo no hubo guerra y tuvo la suerte de que lo enviaran a servir en Europa.
“El ejército fue otra bendición. No había guerra. Yo era oficial porque llevé unos estudios en temas militares y me dieron comisión. Estaba de teniente. Tenía insignias. Estuve en un entrenamiento de tres meses con armas anticipando órdenes porque pueden enviarte hasta Marte o lugares indeseables.
"Me mandaron a Francia. En esta época en Europa todo fue un cuento de hadas para mí. Primera parada Escocia, verde por todos lados, compré suéteres de casimir para enviarle a una novia, en ese momento eran baratos. Luego fui a Alemania, era una arquitectura asombrosa; toda la vida he sido comelón, compré salchichas en una vagoneta en la calle, son inmensamente deliciosas”, cuenta Paer, quien aunque come lo más limpio posible, no se resiste a probar las salchichas cuando se hacen ferias alemanas en Costa Rica.
En el ejército todo fue magia para Paer, la pasó tan bien que hacía shows musicales para los soldados y ganaba dinero. Sus oficiales a cargo lo regañaron porque por su alto mando no debía entretener a los soldados, entonces lo castigaron enviándolo a otro lugar, en ese otro sitio le fue mejor pues se unió a un pianista y siguió mostrando su talento.
Al salir del ejército viajó a Nueva York en busca de seguir el arte. Entró en Neighborhood Playhouse, una escuela de actuación, teatro y dirección. Al culminar, actuó un tiempo en Virginia, luego regresó a la Gran Manzana y conoció a una artista con quien se casó: la madre de sus hijos, Jill y Adam. De ella se divorció 12 años después y prefiere no recordarla.
Siendo padre, William se encaminó en la profesión de la psicología. Trabajaba y estudiaba a la vez, buscando siempre la excelencia. Logró entrar en la universidad de Cincinnati, donde obtuvo maestría y doctorado en psicología clínica.
En Estados Unidos ejerció un tiempo y en 1975 viajó para asentarse en Costa Rica, el país que lo cautivó luego de una visita de tres semanas.
Su hija Jill, quien lo acompañó en la entrevista, recuerda que tras regresar a Estados Unidos, su papá le dijo que cuando aterrizó él se sofocó y tuvo un “choque cultural”.
“Llegó a casa y dijo que nos viniéramos a Costa Rica y mi hermano y yo le dijimos que sí. Fue un riesgo porque vendimos todo lo que teníamos allá. Hoy en día si me preguntan, yo jamás haría algo así. En ese tiempo él estaba establecido en California, tenía trabajo como psicólogo. Aquí le costó un año ejercer; mientras lo lograba, pusimos una panadería. Lo que hizo que él no se arrepintiera de haber venido para acá fue que nos vio muy felices a mi hermano y a mí. Él siempre dijo que vino aquí para mejorar la vida de sus hijos: buscaba paz y una sociedad con valores familiares”, agregó Jill.

En su tierra
El cabello de William Paer continúa siendo rebelde, solamente que ahora es blanco y se doma con una colita.
Ya no piensa en guerra, esa etapa quedó en la niñez y en parte de su vida adulta pero en ese tiempo como un gran recuerdo, pues como no había que pelear, atesora grandes experiencias.
A Costa Rica, William Paer trajo ideas en pro de los demás. Como es sabido promovió la organización Padres sin Pareja; luego entró a canal 13 a producir el programa A favor de la persona; luego junto a su hija Jill comenzaron con ¡Qué rico!, programa que tiene 33 años al aire.
¡Idiay! (canal 4) y Especial Navideño Costarricense (canal 6) han sido otros proyectos con los que William Paer llegó a innovar y a alegrar la televisión costarricense. Aunque creció en guerra, su norte siempre ha sido en defensa de los seres humanos, lo cual marcó los contenidos de sus programas y de sus libros.
A la fecha, Paer ha escrito siete libros, cuatro en español y tres en inglés: Fume hasta el dintel de la tumba y entonces creerá los hechos verdaderos, Nobody Dares to Understand... The Psychology of Happiness and Sexual Fulfillment; The Ten Missing Thinks; Jue´puta Jue´puta Calma Calma; El Factor Lollypop; Estamos en el sexo ahora mismo y Un camino mucho mejor.
Con 85 años cumplidos, una etapa en la que algunos podrían creer que William Paer está en el ocaso de la vida, pero él se siente con esperanzas y con consciencia de sus limitaciones.
“Trato de mantenerme con calma, realista y crecer constantemente en términos de autoentendimiento. Es una defensa contra esta insensata destrucción de nuestra existencia”.
En los 85
¿En este tiempo a qué se dedica?
Sigo dedicándome a mí mismo y a entender quién soy yo. Mis debilidades, deficiencias, mis talentos. Escribo todos los días.
¿Quién es usted?
Bueno. En una manera de hablar, yo soy mi héroe. Me rescaté a mí mismo de un principio difícil y a un presente donde ayudé y puedo ayudar a otros.
¿Se siente de 85 años?
Me siento bien. No sé qué es sentir 82 y luego 85. A mi abuelo le decían que cómo se sentía y decía que hace 40 años se sentía mejor. Todos los días camino y levanto un toquecito de pesas.
¿Cómo es ser una persona tan auténtica? Usted se pone su traje de superhéroe, se sube a su bicicleta, usted es simplemente usted.
Aprendí que no ser lo que es usted es algo que cuesta mucho, sale caro. Para mí, el tico del viejo ambiente es auténtico. Un día escuché decir a la gente que soy un gringo asqueroso. Pero frente a mí me dicen: ‘ay doctor, ¿cómo está usted?’
¿Cómo trata de ser y mantenerse? ¿Busca la autenticidad e integridad?
Siempre estoy evolucionando. En el proceso hay que confrontar debilidades. Hablemos de esto en 10 años.
Este año se cumplieron 10 años del ‘calma, calma’... Esto nos mostró a los Paer como personas sin poses... ¿esto les modificó la vida?
“Nos volvimos más populares”, interviene Jill.
Willia Paer: 'Cuando paro en el semáforo y la gente nos ve, nos dice ‘juep..., juep..., calma, calma’.