“¿Dónde estuviste toda mi vida, HBO?” Un poco en broma y en serio –yo sabré–, después de un divorcio y algunas otras rupturillas por ahí, me desbocaba presentando a HBO como mi nuevo, único e incomparable esposo: lo enciendo y lo apago cuando lo necesito, me hace reír y llorar por igual pero, sobre todo, me mantiene emocionada, ilusionada con lo que se viene a futuro y muy a menudo, frenética.
El esposo perfecto, insistía.
Pero es bien sabido que tal cosa no existe y después de retozar en la cama –literalmente, la habitación es mi baticueva de entretenimiento– con Los Soprano , El imperio del contrabando , Preamar , El Negocio y más contemporáneamente con True Detective (primera temporada, aclaro) y la (injustamente) cancelada Looking , algo pasó.
Netflix apenas despuntaba como una opción diferente de ver televisión pero yo pude adelantarme a sus maravillas cuando recibí uno de los mejores regalos: desde Colombia me enviaron el juego de DVD’s con la serie original El patrón del mal .
Para entonces estaba empezando a transmitirse en el país y era simplemente desesperante esperar 24 horas entre uno y otro capítulo. Entonces me sumergí por completo: el famoso “solo media hora más” hizo que a menudo me dieran las 4 a. m. irresponsablemente despierta, con trabajo y otras obligaciones al día siguiente. Pasaba la jornada a punta de tiamina pero sin ápice de mal humor; nunca antes el manejo del tiempo había sido tan efectivo y todo obedecía a la enorme ilusión de que se llegara la noche –o el fin de semana completo, porque sí, hubo tirones de 72 horas con intervalos apenas para dormir un poco, ducharme, abrir un atún y servir un poco de vino refrigerado– .
LEA MÁS: Zapping: Veo solo un capítulo más y ya...
Luego Netflix arribó ya ahí sí que como una tromba y empezaron las presiones de mis compas de adicción. Ya no había pretexto para postergar, como lo había hecho por cuatro o cinco años, el enganche con Breaking Bad . Cedí casi a empellones, posiblemente porque el instinto me decía que me iría en un hoyo sin retorno. El “efecto Escobar” se repitió hasta producirme la misma sensación de orfandad cuando finalmente Walter y Jesse dejaron de ser parte de mi rutina, en el capítulo final. Ya luego uno descubre sin tanta incertidumbre que el círculo se repite pero, igual que ocurre con los hombres, lo que viene puede ser igual de maravilloso que lo anterior, solo que diferente.
A estas alturas, me he vuelto totalmente infiel. HBO sigue teniéndome algunas noches, pero por ahora estoy embelesada y enfiebrada con mi amante. Y con los cómplices de la relación, los “netfliadictos”, los que me indujeron después de BB a delirar con The Killing o con Bloodline . Finalmente, y tras mucha resistencia, me enredé con House of Cards (sí sí, sé que ya medio planeta la ha visto pero esto va para la otra mitad que, como yo, se la ha perdido absurdamente). A solo cuatro episodios del final, ya empecé a sentir esa ligera sensación de ácido, de qué pasará cuando HOC ya haya bajado el telón. Nada de que preocuparse. Igual que con los hombres, siempre hay algo nuevo con qué sorprenderse. Ahí están en fila... The Fall , Sense8 , Luther y The Walking Dead . Se aceptan sugerencias adicionales, sin spoilers , eso sí. Al principio de este texto está mi email.