En diciembre del 2016 me sentí un televidente más completo, pues ese mes Amazon Prime Video finalmente me aceptó entre los suyos. Supuse que aquel sería el inicio de una relación memorable.Qué iluso fui.
Empezamos mal y terminamos peor. Mes a mes le regalé $10 a Amazon, sin sacarle casi nada a cambio. A su favor debo acotar que siempre llevó las de perder, pues todas sus falencias se estrellaron contra las ventajas de aquel que había llegado antes, del que escribió las reglas, del que nos educó en esto de ver televisión vía Internet: Netflix.
Amazon Video nunca se dio a querer, ni siquiera lo intentó. Su plataforma me pareció poco amigable, cero considerada y adaptada con el consumidor latinoamericano. El que su interfase no variara mayor cosa al abrirse al mundo fue grosero.
Es claro que, a diferencia de Netflix, Amazon no vive solo de su servicio de video y este más bien es un valor agregado dentro de su faraónica oferta de compras en línea. Sin embargo, para los que no acostumbramos comprar mayor cosa ahí, la plataforma de streaming era una carnada tentadora.
El primer mes lo intenté, al punto de que avancé por varios episodios de The Man in the High Castle , una de las series insignia de Amazon y que se desarrolla en una realidad ficticia, donde Alemania y Japón se impusieron en la II Guerra Mundial y se repartieron el control político de un derrotado Estados Unidos. La premisa es fascinante y no dudo que la serie también, pero se me hizo difícil seguirla. No sé bien qué pasó pero no logré morder el anzuelo.
Luego vino la decepción: Amazon puso en línea en enero de este año la primera temporada de Sneaky Pete , una de sus series exclusivas, cocreada por Bryan Cranston ( Breaking Bad ) y protagonizada por Giovanni Ribisi. Leí todo lo que pude sobre la serie, hice la tarea, me preparé, e incluso pensé escribir un amplio artículo sobre ella para Teleguía . Pero Amazon me estrelló la puerta en la cara: al intentar verla me enteré que el programa no estaba disponible para mi región (¿Costa Rica? ¿Centroamérica? ¿Latinoamérica?).
Aquí es donde las comparaciones son inevitables, pues Netflix a sus producciones las lanza en simultáneo en todo el mundo, sin discriminar mercados. ¿Por qué una serie sobre la que Amazon tiene plenitud de derechos no se pone al alcance, por igual, de todos sus suscriptores, sin importar geografías? No lo entiendo.
Sumémosle que Amazon tampoco supo llegar hasta la sala de mi casa, pues el dispositivo Roku con el que puedo ver Netflix, Youtube y otros servicios en mi televisor nunca me ofreció entre sus opciones a Prime Video. Lo busqué por todo lado en su menú y al día de hoy brilla por su ausencia.
Al final, Amazon Prime Video no me hizo sentir bienvenido. Es cierto que me abrió la puerta de su avión, pero solo con posibilidades de viajar en clase turista. La primera clase es para otros.
Decepcionado, decidí poner fin a lo nuestro y me dirigí dentro del sitio web de Amazon al apartado de terminar la suscripción. Muchas veces el sistema me preguntó si estaba seguro, que lo reconsiderara, que tomara la opción de solo video que es más barata y cuando vio que seguía decidido a salirme, me indicaba que no podía ejecutar la acción en ese momento. Que volviera más tarde.
No es cuento: fueron varios los intentos infructuosos que hice para cancelar mi membresía, con igual cantidad de errores técnicos. La semana pasada por fin logré salirme de Amazon Prime Video. Ni ella ni yo derramamos una lágrima.