Los chicos juegan a adivinar el calibre de las balas que escuchan constantemente en su barrio, en el sur de Los Ángeles. Este chiste recurrente resume, en su ingenua crueldad, lo mejor de On My Block.
Estrenada hace un mes en Netflix, y recién renovada para una segunda temporada este viernes, On My Block navega ese género tan difícil de crear como de disfrutar sin reservar: la dramedy (o “dramedia”, la mezcla de drama y comedia). Producirla cuesta porque hay una perpetua tensión entre el riesgo al ridículo por poca seriedad y el riesgo al ridículo por excesiva solemnidad.
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Es un género, en el fondo, muy latino, surgido de nuestras desbocadas telenovelas, fermento emocional de millones de hogares como el que recibe este periódico. Tiene sentido, pues, que On My Block apueste por retratar el Estados Unidos rabiosamente diverso de hoy. Es la América revuelta y pródiga que, en sus grandes tragedias, preserva un humor sin freno.
Yendo al grano, On My Block es buena. No es panfletaria, mi mayor temor antes de empezar a verla; no es, tampoco, inocente ante los problemas que rodean a sus personajes, sin dejarse avasallar por ellos. Es como Boyz in the Hood contada por John Hughes, para bien y para mal.
Los cuatro chicos que conocemos al inicio son: Ruby Martinez (Jason Genao, encantador y el más vibrante de los cuatro), Monse Finnie (Sierra Capri, actriz con una madurez prematura que le servirá en futuros dramas), Jamal Turner (Brett Gray, el más flojo como actor, histérico e infantil, pero eso puede ser culpa de su personaje, el más aniñado) y Cesar Diaz (Diego Tinoco, mayor de lo que parece y recordatorio de galanes noventeros).
Viven su llegada a la high school con emoción y las fantasías usuales, además de los enredos inevitables: Monse descubre que sus senos crecen, Ruby se obsesiona con chicas, Jamal se aferra a una búsqueda del tesoro traída desde su niñez. El punto oscuro de la trama, que se va engrandeciendo, es el peso que carga Cesar, obligado por su hermano a unirse a una pandilla como tantas que pululan –y se matan– en los barrios deprimidos de la megalópolis.
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Es por medio de su historia de caída en la vida criminal que los hilos más tensos de la trama empiezan a forzar a sus personajes a la madurez prematura. Sin perder nada de sus ilusiones juveniles –la primera vez, las primeras fiestas–, ni nada de su humor erudito, ellos saben que deben salir del barrio para prosperar. Se nota que estudian, que reconocen sus desventajas, pero quieren otra cosa. Monse, en particular, parece atrapada en un sitio que impedirá su crecimiento; Cesar, por su parte, parece resignado a la vida efímera del criminal callejero.
On My Block adolece de los problemas usuales de series de su tipo. Los primeros tres episodios batallan por adquirir un ritmo adecuado y, en los últimos, la búsqueda del tesoro de Jamal empantana y retrasa artificialmente el verdadero drama. Pero la chispa prevalece.
Los creadores de la serie son Eddie Gonzalez (coguionista de la cinta All Eyez On Me), Jeremy Haft (de Tamara), and Lauren Iungerich (de la genial Awkward). Son inteligentes y generosos con sus personajes. Tras el final de la primera temporada, inevitable pero impactante, ahora tienen el reto de hacer que la madurez de sus niños se sienta tan natural y fresca como han logrado hasta hoy.
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