En la mañana siguiente –después de hacer el amor por primera vez–, Horace detiene a Rhonda antes de que se marche de su casa, con la promesa de conversar un poco mientras toman café y comen huevos. “Tremenda cogida la de anoche”, le dice Horace, tras explicarle cómo destruyó su primer matrimonio al dejar embarazada a la hermana de su esposa.
Hablan de sus genitales. “Tu pene no es tan grande, pero es bonito”, le dice Rhonda. “Bueno, tu vagina es muy bonita”, responde él. “Gracias, la escogí yo misma. Me la puse hace 10 años ahí, donde solía estar mi pene”, manifiesta Rhonda. Entre dientes, Horace se ríe.
En adelante sigue una extensa e incómoda conversación, no solo para los personajes sino para los televidentes. Rhonda nunca le dice a Horace si lo que dijo era en broma o en serio, y Horace le reclama que si realmente fue un hombre en el pasado debió decirle antes de que tuvieran relaciones sexuales.
Más allá de el dilema ética y social que encierra una conversación como esa, es el engorro emocional y mental que causa el diálogo en el espectador lo que hace a Horace and Pete una serie única. Inevitablemente, la mayoría de la audiencia tiende a posicionarse a sí misma en esa situación, aunque quizá no hayan pensado en la posibilidad de atravesar algo parecido en sus vidas.
Eso sucede en el sétimo de los 10 episodios que componen la primera y única temporada de la serie, la cual no se ha transmitido nunca en televisión. En cambio, se vende a través del sitio web del comediante Louis C. K., intérprete de Horace, además de creador, escritor, director y productor del programa. Su coestrella en la serie es Steve Buscemi, quien interpreta magistralmente a su primo Pete, con quien tiene un bar.
Conocido por su particular comedia de autocrítica y autoburla, y ganador de seis premios Emmy –la mayoría por su brillante trabajo en la serie Louie , de FX–, C. K. rompió cadenas con la tevé tradicional y produjo una serie cuasirrevolucionaria en su contexto, pues resulta innovadora no solo por las temáticas que abarca y el medio en el que se difunde, sino también porque es prácticamente una obra de teatro convertida en serie, en la que reina el guion y en la que todas las escenas se desarrollan solo en dos sets .
Si bien la reacción al sexo con transexuales es uno de los asuntos más poderosos –mentalmente– dentro de la narrativa de la serie, no es el único: el suicidio, la concepción cultural de la política como si fuera un deporte, y la traición sentimental también forman parte de ese combo de temas del show .
Está claro que Horace and Pete no es una serie universal capaz de agradarle a quien se le ponga al frente, pero este espacio llega a personas que podrían apreciar la existencia de una producción televisiva que no ponga la diversión en bandeja de oro. Existen quienes prefieren cuestionarse sus propias mañas antes que escuchar un chiste fácil, y a ellos les recomiendo el programa.
C. K. ha dicho que la ejecución de Horace and Pete lo dejó corto de dinero; que invirtió en la serie y aún no ha recuperado la inversión. No es como que el comediante necesite el dinero para poner comida en el plato, pero ese no es su punto: su punto es que hizo una obra de arte que considera como la mejor que ha hecho hasta la fecha, y al parecer nadie está enterado. Ahora, usted está enterado. Si hay horas libres en el cronograma del futuro, mi recomendación es que la compre o la baje, pero que la vea.