Cuando un pariente cercano o un amigo, o sea, un ser querido, se va para siempre, deja un vacío muy difícil de llenar. La muerte de Andrés Sáenz me golpeó muy hondo. No hacía mucho tiempo que nos encontramos, por última vez, y hablamos de muchas cosas, sobre todo de música y de teatro. Fuimos amigos desde hace muchos años. Cuando terminé mis estudios en la Universidad Columbia de New York y regresé a Costa Rica, lo conocí no como crítico, sino como actor y director de teatro. Había estudiado esta disciplina en Inglaterra y era el único profesional con un título universitario, ya que todos los demás actores eran aficionados.
Comencé a trabajar en el Diario de Costa Rica y escribía críticas teatrales y de cine, que firmaba con el seudónimo M.M.M. Ahí se inició mi amistad con él y con otros actores y actrices como Kitico Moreno, José Trejos, Ana Poltronieri, Guido Sáenz, Virginia Grutter, Daniel Gallegos, Lenin Garridos y algunos otros que ahora se me escapan de la memoria.
Andrés abandonó, no sé el motivo, sus actividades como actor y director, y pasó a la acera de enfrente como crítico de teatro.
Sus críticas fueron, algunas veces, muy fuertes, sobre todo cuando consideraba que las actuaciones o la dirección no eran las correctas, lo cual le valió la animadversión de algunos miembros del mundo teatral, pero fueron siempre basadas en su gran conocimiento de este medio y nunca fueron antojadizas, dando las razones, siempre valederas, de su crítica.
No coincidimos todas las veces en nuestras apreciaciones y varias veces discutimos algún punto o un aspecto de un montaje, a veces con vehemencia, pero siempre con respeto por las ideas del otro y sin que estas discusiones afectaran nuestra amistad.
Posteriormente pasó a ser no solo el crítico de teatro, sino también de música, manteniendo el mismo rigor y los conocimientos que mostraba en sus críticas teatrales. Publicó cuatro libros sobre el quehacer teatral, que guardo como un tesoro, y que demuestran su sabiduría y buen gusto en esta rama cultural.
Sin eufemismos. Como era tan directo y franco en sus críticas, en las cuales no usaba ningún eufemismo, sino que decía claramente lo que consideraba malo, torpe o incompleto, algunos actores y directores lo consideraban hosco y hasta malintencionado, pero los que lo conocíamos bien sabíamos que lo que escribía era lo que él consideraba correcto y no había nunca mala intención en sus criticas.
Conmigo fue siempre generoso y, cuando consideraba que algo de lo que yo había escrito era correcto y bueno, así me lo decía. Además, varias veces me sugirió algunos temas para mis artículos en esta página. Recuerdo, sobre todo, que se interesó mucho en los artículos que publiqué sobre esa bella región por donde discurre prácticamente el único río de Costa Rica que todavía se mantiene transparente, puro y sin ninguna contaminación, el Savegre, y me pidió la dirección para, en la tranquilidad y belleza de la región, terminar de escribir un libro.
Ahora se ha ido para siempre, y su sabiduría, plasmada en sus críticas, y su recuerdo en todos los que tuvimos el privilegio de ser sus amigos permanecerán siempre, mientras existan el teatro cultural y la buena música.