En cuestión de cinco meses, Costa Rica perdió a uno de sus destacados escritores y dramaturgos, a una gran dama del teatro, a un notable crítico de música y teatro, así como a un querido titiritero.
En julio, los comentarios que hizo Andrés Sáenz para La Nación durante 35 años pusieron su punto final.
“(Fue) un referente para la cultura nacional en las artes escénicas y la música. Era un faro independiente”, destacó, entonces, la periodista Lorna Chacón.
Con el último día de agosto partió, a los 80 años, el destacado escritor y dramaturgo Samuel Rovinski. No solo fue autor de la popular Las fisgonas de Paso Ancho (1971), sino de otras 15 obras de teatro, así como cuentos, ensayos y novelas; su trabajo fue reconocido con el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría. Su muerte conmovió al mundo literario nacional, concentrado en la Feria Internacional del Libro.
El trabajo de Rovinski incluye Un modelo para Rosaura (1974), Ceremonia de casta (1976), El martirio del pastor (1982), Gulliver dormido (1985), Herencia de sombras (1993) y El dulce sabor de la venganza (2000).
El 19 de noviembre, los títeres dijeron adiós al uruguayo Castiluce (Alexánder Castiglioni), quien les dio vida durante dos décadas.
Diciembre trajo una nueva y sentida pérdida: Haydée de Lev , actriz argentina que convirtió a Costa Rica en su hogar. Falleció a los 78 años.
“ Son muchas las cualidades que vale la pena mencionar sobre Haydée, pero la más importante a mi parecer es cómo lograba conectarse con el público. Hacía que los asistentes lloraran y se rieran con ella, y esa complicidad es casi imposible de lograr”, manifestó el director Lucho Barahona.