En esta época de edades y géneros ‘fluidos’, para la bailarina y coreógrafa costarricense María Amalia Pendones, la danza también es fluida: una mezcla o, más bien, un transitar entre distintas formas de bailar que ella aplica, sin encasillarse, desde su etapa formativa cuando adolescente.
Incluso, la imagen de ser cabaretera ocupa su imaginario, pues cuando era niña junto a su hermana jugaban a ser el dúo Las Gatimelódicas, que con un estilo de teatro varieté hacía coreografías y cantaba canciones.
Esa fantasía coexistió con el anhelo de producir La Cenicienta a los 11 años, que no cristalizó porque no supo resolver “el problema de producción” que implicaba convertir la calabaza en un carruaje real.
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A Pendones aún le resuenan las formas vodevilescas en el fondo de su deseo artístico y, precisamente, en estos meses prepara la coreografía del musical Cabaret, que en 1972 dirigió Bob Fosse en una adaptación libre para el cine, con las actuaciones de Liza Minnelli, Michael York y Joel Grey.
“Es uno de los musicales que yo tenía en la lista que quería hacer porque me gustan mucho la música y las coreografías (en cuyos movimientos de Bob Fosse se va a basar), y además me parece que tiene un mensaje muy vigente, que es la crítica al fascismo que está de nuevo amenazando el mundo de diferentes maneras con otras minorías”, explicó.
El montaje, que se encuentra en etapa de preparación, es coproducido por el Teatro Nacional y Teatro Espressivo, y estará listo a mediados del 2019, bajo la dirección de Luis Carlos Vásquez.
La versión de Alicia en el país de la maravillas se acerca también a la visión mestiza que Pendones tiene de la danza, lo cual confirma al hablar acerca de su puesta en escena del icónico relato del ingenioso escritor, matemático, fotógrafo y hasta diácono inglés Charles Lutwidge Dodgson, mejor conocido como Lewis Carroll (1832-1898).
La obra se presenta este diciembre por tercer y último año consecutivo, con un elenco de más de 70 bailarines y actores.
Con una estética contemporánea y un abordaje onírico y “disparatado” –como lo califica Pendones–, la puesta en escena integra diferentes lenguajes contemporáneos como el ballet y la danza, la danza urbana y el jazz, así como el teatro, la animación en video y el canto.
Esta fluidez artística, combinación de maneras diversas de afrontar el hecho escénico, fue marcando a Pendones en su formación, hasta que se decantó por explorar y abrazar sin prejuicios la riqueza de cada vertiente.
Esta ruta ya la vislumbraba desde adolescente, aunque ante la disyuntiva de escoger entre música y danza, Pendones eligió el piano. Fue en la universidad que descubrió a Danza Universitaria, cuyas clases eran impartidas por Rogelio López, Hans Züllig, Cristina Gigirey y Luis Piedra; tal revelación marcó la génesis de su carrera.
Influencias
Una soleada y fresca tarde de lunes, acomodada en una banca del jardín en la academia Danzay, en barrio Dent, Pendones hizo un recorrido por su trayectoria, mientras entraban y salían niñas y adolescentes del estudio, donde alguien interpretaba un popurrí de piezas clásicas al piano para acompañar los entrenamientos.
“A uno siempre lo marcan los primeros contactos con cualquier cosa. De cero pasé a ser una bailarina”, confirmó ahora, 40 años después.
En ese periodo iniciático, Pendones se trasladó a los Estados Unidos por razones familiares y quiso expandir sus estudios en San Francisco, California, donde buscó lugares para bailar. “Vivía en Davis y viajaba dos horas en bus para recibir entrenamiento. Una vez en un festival vi a la compañía Dance Brigade, que hacía cosas muy vitales, coloridas, políticas, porque era la época de la Contra (nicaragüense) y (del presidente Ronald) Reagan. Audicioné y entré, y me mudé con mi hijo que tenía 4 años”, recordó.
Entrar en contacto con el trabajo de la agrupación estadounidense la marcó profundamente y la llevó a adaptar la propuesta a su quehacer años más tarde: “La mejor manera de mandar un mensaje es de forma entretenida, con mucho humor, canto, para que el mensaje que se quiera transmitir lo entienda la gente”.
Pendones hizo, además, un curso intensivo en la Paul Taylor School, de dicho coreógrafo y maestro. La compañía de Paul Taylor la hizo llorar la primera vez que la vio y él es uno de sus favoritos por la fluidez del movimiento y la espiritualidad de la técnica; asimismo, recibió un taller corto en la Limón Dance Company.
Luego, se acercó a Alonzo King, reconocido y premiado coreógrafo estadounidense, a quien valora como uno de sus maestros más importantes. “No era un ballet bonehead (tonto); el paso por su danza me determinó para explorar el ballet contemporáneo”, reconoció.
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Con este bagaje, surgió la posibilidad de crear en clave narrativa, para lo cual ella tomó cuentos con mensajes de gran fuerza como La Sirenita y El Cascanueces, los cuales ha puesto en escena a partir de una mezcla de estilos con lo que se apropia en un lenguaje que llama posmoderno.
“No me gusta que me encasillen”, reitera, para agregar que hubiera sido feliz bailando folclor. “Me fascina el teatro musical, la danza contemporánea, el jazz; todas las formas de danza. Aquí la gente decía que había que crear el propio lenguaje, y hay genios como Merce Cunningham que lo hacían, pero todas las coreografías se parecen. A mí hay algo de eso que me aterroriza, pero es una decisión artística mía, no lo critico”.
Por eso, a la vez ha incursionado en el teatro musical con obras como West Side Story y Chicago. Invitada por Luciérnaga Producciones, en el montaje de la coreografía de Jerome Robbins, no pudo crear su propia versión sino adaptarla; sin embargo, en la puesta en escena de Chicago, el musical, se basó en el estilo de Bob Fosse para proponer los movimientos que se vieron en el escenario.
A esto, Pendones suma el uso del multimedia pues reconoce que una parte de sí es artista visual. “A mí se me viene todo por imágenes y el recurso del video antes de que se pusiera de moda ya yo lo necesitaba, aunque no tenía cómo hacerlo”.
Este modo visual o cinematográfico de concebir el proceso creativo se potencia cuando construye guiones o dramaturgias de obras grandes, como Alicia en el país de las maravillas.
Escuela
Luego de volver de los Estados Unidos, en el 2000, Pendones fundó la academia Danzay. “Me vine porque Nueva York es una ciudad muy dura, tienes que estar muy bien montado, y aunque estuve dando clases en escuelas prestigiosas, no tenía tiempo ni energía para crear. Volví porque ya era hora”.
El abecedario dancístico de Pendones se basa en el ballet contemporáneo, el cual dice le cuesta definir: “Explora sobre la técnica clásica, la usa y transforma, rompe y usa multimedia, los bailarines cantan; es un género abierto. También se basa en la improvisación, hay exploración que te permite romper barreras entre distintos tipos de danza. Por ejemplo, me gusta usar la zapatilla de punta”.
Crear una escuela y una compañía era un sueño para Pendones. Con la base pedagógica de la rusa Tania Vaganova, adaptó el sistema aprendido en Estados Unidos para crear escuelas de otras escuelas, con aquello requerido por la realidad y población de Costa Rica.
Así incluye jazz y ballet contemporáneo en el entrenamiento de sus pupilas. “En mi lenguaje coreográfico tienen que ser más sueltas y versátiles; además, uso la improvisación en la formación y para hacer las coreografías”.
Con los ocho niveles reglamentarios de la enseñanza del ballet, Pendones ha logrado formar a lo largo de casi dos décadas a una generación de bailarinas e integrar un pequeño elenco profesional al que se le paga por las funciones.
–¿Se dice que sos muy exigente con tus bailarines y producciones?
–(Ríe) Sí, soy muy exigente conmigo misma para empezar, y eso tiene sus ventajas y desventajas. Creo que para que una producción tenga éxito se tiene que ser exigente en todos sus aspectos: en el artístico, la producción y la promoción. A veces quisiera no serlo porque me pone mucha presión a mí misma. Es una cruz, de alguna manera.
Este diciembre, Pendones pone por tercera vez a Alicia en el país de las maravillas. Después de ver y leer muchas versiones sobre el famoso relato se percató de que los niños gozan con historias “rematadas”. “Por eso a la gente le gusta: no es un cuento de hadas tradicional, pasan cosas raras, son personajes interesantes, excéntricos, te saca de lo rutinario; es una niña que todos los encuentros que tiene son antagónicos, el único que es menos antagónico es el gato. Es un estrés para la chiquita”, explicó riéndose.
A Pendones le alucina que la gente continúa identificándose con un cuento “tan volado”, que fue escrito en una época tan conservadora como la victoriana.
“Sentí una libertad creativa porque no tengo que tener lógica y me encantó que no es una historia de amor y no hay muertes; es muy diferente a cualquier otro cuento de fantasía y en realidad es un cuento de niños”, recalcó.
–¿Por qué seguís trabajando en una realidad tan dura como las academias?
–Porque aquí hay mucha gente que ama bailar. Este es un país de bailarines y a la gente le gusta ver bailar todo tipo de danza. Es parte de la cultura tica, de la educación, de la formación integral de ser humano y tiene muchas ventajas desde el punto de vista educativo, porque satisface mucho y, al mismo tiempo, enseña mucha constancia y disciplina.
–¿Dónde te ves en unos años?
–Para serte sincera y realista lo que más me veo es siguiendo con la creación de obras originales y enseñando. Para mí, la enseñanza de la danza es muy importante y quiero seguir formando talentos, no encasillarme y seguir explorando hasta que me dé la energía y el cuerpo.
“Disparates” oníricos
Qué: Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll
Quién: Compañía Danzay en coproducción con el Teatro Nacional
Cuándo: Viernes 7 de diciembre, a las 8 p. m.
Sábado 8 de diciembre, a las 3 p. m. y a las 8 p. m.
Domingo 9 de diciembre, a las 11 a. m. y a las 5 p. m.
Miércoles 12, jueves 13 y viernes 14 de diciembre, a las 8 p. m.
Domingo 16 de diciembre, a las 11 a. m. y a las 5 p. m.
Dónde: Teatro Nacional
Dirección, coreografía y vestuario: María Amalia Pendones
Música original: Fabián Arroyo
Dirección de actores: Adrián Castro
Escenografía: Oscar Soto
Audiovisuales: Fabián Monge y Lucia Howell
Elenco protagónico: Isabel Guzmán, Kristianne Feoli, Arianne Dietrich, Valeria Echandi, Néstor Morera, Francisco Rodríguez. Sergio Barrantes, Marco Rodríguez, Mildred Ramírez, Kevin Arce.
Precios de las entradas: Entre ¢10.000 y ¢31.000. Habrá 20% de descuento para niños, estudiantes y adultos mayores con carné