El 40 % de la población mundial, distribuida en más de 100 países, se encuentra bajo la amenaza de contraer el virus del dengue. De hecho, actualmente se registran entre 50 y 100 millones de casos por año. Costa Rica forma parte de este grupo de naciones y Singapur, pequeño país del sudeste asiático ubicado en el extremo sur de la península de Malasia, también.
Por eso, en ambos, la batalla contra el zancudo Aedes aegypti, causante del contagio de dengue, y también de zika y chikunguña, es un reto permanente. Prueba de la vulnerabilidad de esta isla-Estado de clima caliente y húmedo ante el asedio de dicho mosquito, es el brote que hubo en el 2013, el peor de su historia reciente, con 22.170 casos reportados y siete muertes, según datos la Agencia Nacional del Ambiente (NEA, por sus siglas en inglés) de Singapur.
Ese mismo año, las cifras de dengue en Costa Rica fueron aún más alarmantes: 49.089 casos, según datos del Ministerio de Salud revelados en diciembre del 2013.
Dado que no existe todavía una vacuna lo suficientemente efectiva y confiable, todo sugiere que el único método efectivo para evitar la transmisión de la enfermedad es el control de los vectores del zancudo.
Nueva estrategia
Consciente de la gravedad del riesgo, la NEA decidió incorporar entre sus acciones una nueva estrategia de lucha contra la proliferación del dengue por picaduras del mosquito Aedes aegypti, principal vector transmisor de este virus en ese país, al igual que sucede en territorio costarricense.
La denominó Proyecto Wolbachia y su primera fase se extendió desde octubre del 2016 hasta diciembre del 2017. Posteriormente, empezó una segunda etapa en abril de este año, y los resultados parecen prometedores, según afirmó, en entrevista concedida a La Nación, Derek Ho Yeong Thye, director general de la División de Salud Pública de la Agencia Nacional de la NEA, una entidad adscrita al Ministerio del Ambiente de Singapur.
¿En qué consiste?
Wolbachia una bacteria que se encuentra de forma natural en el 60% de las especies de insectos, en cuenta mariposas, la mosca de la fruta y el zancudo Aedes albopictus, otro vector que transmite el dengue. Sin embargo, múltiples estudios han comprobado que el Aedes aegypti no lo posee.
Otra serie de investigaciones realizadas durante años por el Panel de Expertos Consejeros en Dengue (DEAP, por sus siglas en inglés), integrado por especialistas del Reino Unidos, Estados Unidos, Australia y Singapur, determinó con certeza que la bacteria Wolbachia no causa ningún tipo de daño a seres humanos ni a animales.
Empero, sí tiene un efecto directo sobre la capacidad reproductiva de las hembras de Aedes aegypti (solo las hembras se alimentan de sangre y, por ende, son las que pican y pueden transmitir dengue, zika y chikunguña; los machos, en cambio, se alimentan de néctar y diferentes jugos de plantas). Esto sucede porque la bacteria causa esterilidad en los machos.
Cuando zancudos Aedes aegypti machos previamente infectados con Wolbachia en el laboratorio son liberados al ambiente para que se apareen con hembras no portadoras de esta bacteria, los huevos depositados después por tales hembras nunca llegan a eclosionar (es decir, son inviables). Esto, debido a un fenómeno llamado incompatibilidad citoplásmica que, en los reportes científicos se identifica con las siglas en inglés IIT (técnica de insectos incompatibles).
Cuando esta acción de producir y liberar millones de mosquitos macho portadores de Wolbachia en un determinado barrio o poblado se repite varias veces, tales zancudos empiezan a competir fuertemente con sus iguales no estériles y así se logra el efecto deseado: al disminuir la cantidad de crías, se empieza a diezmar gradualmente la población de Aedes aegypti.
Diversas investigaciones concluyeron que las potenciales amenazas ecológicas y de salud pública asociadas con la liberación de esta bacteria al ambiente eran mínimas, sobre todo porque se comprobó que la Wolbachia solo sobrevive dentro de las células del organismo hospedero (el ser que la aloja) y se degrada cuando este muere.
Los resultados
Terminada la fase 1 del proyecto en Singapur, se observó una supresión del 50% de la población promedio de Aedes aegypti en las zonas urbanas donde se liberaron zancudos macho con Wolbachia.
A partir de abril pasado, cuando dio inicio la fase 2, se introdujeron algunas variantes en el experimento. La primera y más relevante fue la altura desde la cual se lanzaban al ambiente los mosquitos pues en la etapa inicial, esto se hizo a nivel del suelo, es decir, desde los primeros pisos de los edificios multifamiliares donde vive la gran mayoría de la población singapurense.
En esta ocasión, se liberaron desde los niveles altos de los complejos residenciales (pisos del 10 al 20, según la altura de cada edificio) y los resultados mejoraron dramáticamente.
En un periodo de ocho semanas de liberaciones masivas continuas de zancudos macho estériles, el 90% de los huevos recogidos por los técnicos del proyecto en los alrededores del área residencial de Yishun, al norte de Singapur, resultaron ser inviables. Esto indica que las hembras se aparearon mayoritariamente con machos infectados con Wolbachia.
Actualmente, se efectúan estudios para saber cuán duradera es esta reducción en la población de Aedes aegypti en una comunidad.
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Deber comunitario
Entre tanto, la NEA continúa con otra serie de acciones para mantener en el mínimo posible la población de zancudos y romper la cadena de transmisión de la enfermedad. De ello se ocupa un equipo de profesionales integrado por médicos, salubristas públicos, microbiólogos, entomólogos, ingenieros, matemáticos y comunicadores, así como decenas de técnicos. Las directrices que orientan su trabajo son giradas desde el Ministerio del Ambiente y no desde el de Salud, una decisión que tomó el Gobierno de Singapur tras concluir que el ataque del zancudo Aedes aegypti debía ser, ante todo, un desafío de tipo ambiental en el cual debe participar activamente toda la población.
De eso se trata la campaña Do the Mozzie Wipeout. Our Lives, Our Fight (que, en una traducción no literal, equivaldría a “Súmese a desterrar el zancudo. Nuestras vidas, nuestra lucha”), que recuerda a la gente que las hembras de Aedes aegypti pican durante el día y, sobre todo, al amanecer y al anochecer, y suelen depositar sus huevecillos en aguas estancadas.
Por eso, a través de diversos canales (panfletos, mensajes de radio y televisión, redes sociales, vallas de carretera y hasta una app), instan a la gente a recordar continuamente cinco acciones para eliminar todo depósito de agua. En un lenguaje muy cotidiano y los mensajes siempre traducidos a inglés, chino, hindi y malayo (los cuatro idiomas que más se hablan en un país tan étnicamente diverso), se les insiste en cinco acciones: 1) volcar el balde, 2) vaciar el florero, 3) voltear el plato de la maceta, 4) aflojar la tierra endurecida y 5) limpiar las canoas de a casa.
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Aparte de esto, los singapurenses, así como los distintos grupos de inmigrantes que ahora residen en ese país –la inmensa mayoría en complejos multifamiliares– han llegado a familiarizarse por completo con unos pequeños baldes cilíndricos llamados Gravitraps, en los que las hembras suelen meterse para depositar sus huevos.
La NEA ha colocado 50.000 de estas unidades en las afueras de los apartamentos, unas seis en diferentes pisos de cada edificio. Su finalidad es atrapar los zancudos gracias a una capa interna de material pegajoso que, una vez por semana, recogen los técnicos del equipo para contar el número de mosquitos y anotarlo en un registro diario.
De este modo, mantienen un monitoreo constante de la población de zancudos según área y según época del año, y saben cuándo hay aumentos súbitos en la cantidad de insectos para desplegar otras medidas de acción.
La batalla contra el Aedes aegypti empezó en Singapur en la década de 1960, según Derek Ho Yeong Thye. En aquella época, cuenta, una casa de cada dos tenía criaderos de este vector del zancudo. Para el 2016, según determinó el departamento que él dirige, solo seguía habiendo criaderos en una casa de cada 200.