Al interior de la Reserva Forestal Golfo Dulce se pueden encontrar maderas preciosas, especies de árboles únicas en el mundo, que además son comestibles, medicinales o de gran interés científico, debido a sus posibles aplicaciones, por lo que aprender a identificar estos ejemplares, es como descubrir un tesoro perdido.
Por lo menos esa ha sido la experiencia para los habitantes de las comunidades de Alto San Juan, Bahía Chal y San Juan de Sierpe, en la península de Osa. Alrededor de 1.100 personas de estas localidades, han participado en los últimos tres años en un proceso de capacitación para aprender a valorar los recursos naturales de sus alrededores y convertirse en sus fervientes guardianes.
Para facilitar este proceso, se creó en el interior de la reserva forestal un arboreto, palabra que designa a una colección de árboles vivos que tienen como fin principal el estudio científico.
En este espacio, de tres hectáreas de extensión, se pueden observar cerca de 300 especies de gran valor para la biodiversidad de la zona y el país.
“El arboreto se creó en honor al botánico costarricense Luis Jorge Poveda Álvarez, en reconocimiento por sus esfuerzos en la investigación y educación sobre el uso de las plantas para el bienestar humano, pero también es un homenaje a los bosques de la Península de Osa, hogar de especies únicas en el mundo y gigantes árboles con poblaciones reducidas”, señala la Fundación Neotrópica en una guía para visitantes.
Justamente esta organización lanzó el proyecto en el 2015, con la Reserva Forestal Golfo Dulce y las comunidades, para formar a los habitantes de las zonas cercanas y que sean los mismos vecinos quienes se encarguen de administrar este “museo de árboles vivos”, que está a cargo del Sistema Nacional de Área de Conservación (Sinac).
La iniciativa se financia por medio del Primer Canje de Deuda por la Naturaleza entre Estados Unidos y Costa Rica, que consiste en comprar deuda externa, convertirla en moneda nacional y utilizar el producto resultante para financiar actividades de conservación.
Guardianes del futuro
El arboreto fue creado en un finca del Estado que estaba en desuso y que pronto cobró nueva vida, por medio de la siembra de ciertas especies de gran interés, hasta convertirse en un bosque secundario.
“Lo que procuramos es plantar especies de importancia que existen ahí en la Península de Osa, que es muy particular porque se encuentran especies de árboles que en ninguna otra parte del mundo, ni en ninguna otra parte de Costa Rica”, expresó Javier Carazo, biólogo de Fundación Neotrópica.
Este espacio es ahora aprovechado con fines didácticos, para que la gente de las comunidades cercanas conozcan cuáles son las especies de árboles que existen en sus alrededores, ya que muchas veces los vecinos ignoran el gran valor de lo que tienen cerca y conviven a diario.
“La Península de Osa como tiene mucha riqueza natural, también tiene muchas amenazas. La gente tiene pocas opciones de empleo y entonces se dedican mucho a lo que es la cacería ilegal y la extracción ilegal de madera”, indicó el experto,
De acuerdo con la Fundación Neotrópica, se estima que la Península de Osa cuenta con el 2,5% de la biodiversidad del mundo y más del 50% de la biodiversidad de Costa Rica. Mientras que el Área de Conservación Osa (Acosa), de la cual forma parte la Reserva Forestal Golfo Dulce, albergaría el 40% de las especies de árboles de todo el país.
Carazo asegura que uno de los elementos claves de este proceso ha sido involucrar a los jóvenes y brindarles una nueva opción para ocupar su tiempo.
“Al principio pensábamos que las personas adultas, era a quienes teníamos que apuntar para desarrollar el proyecto, poco a poco nos dimos cuenta que los niños y los jóvenes también eran un componente muy importante”, indicó.
Lilliam Nieto, una estudiante de 16 años del Liceo Finca Alajuela, es justamente una de esas personas jóvenes que se han sumado a esta iniciativa.
“Este programa, el arboreto, nos ha apoyado mucho a los jóvenes, incluso a los niños de las escuelas, para poder entender un poco más sobre la biodiversidad, pero también que se puede trabajar en ello sin importar nuestras edades”, mencionó la vecina de Bahía Chal.
El interés de Nieto por la biodiversidad del país, ha crecido desde que estaba en tercer grado de escuela y se comenzó a dar educación ambiental en todas las comunidades.
“Nos contaron la idea de poder formar un lugar donde tanto niños como adultos, tuviéramos una participación adquiriendo conocimientos y dando conocimientos, ahí fue donde nos dimos cuenta del proyecto que se quería llevar a cabo”, explicó.
Ahora toda su familia participa de esta iniciativa, desde su hermana más pequeña de 9 años, y hasta su papá.
Fuente de oportunidades
Como parte del desarrollo del proyecto, se creó el Comité de Gestión Local del Arboretum, con miembros de las tres comunidades y se les capacitó en aspectos como administración, desarrollo de proyectos, presupuestos, búsqueda de fondos, planificación estratégica y comunicación.
Según Carazo, se espera que esta organización pueda adquirir una personería jurídica y logre conformar un grupo de guías locales, para que puedan brindar el servicio y los vecinos reciban una remuneración económica.
“La idea con esta iniciativa es que ellos puedan atender al turista, para que conozca cuáles son los atractivos del lugar”, dijo el experto.
Esta posibilidad inspira a Nieto, quien desde ahora considera estudiar turismo ecológico una vez que se gradúe del colegio y algún día también pueda convertirse en guardaparques en la Península de Osa. Mientras llega ese momento, la joven adquiere experiencia desempeñándose como una de las siete guías locales.
“Nosotros, al estar en una zona tan lejos de lo que es la capital, o de los centros donde pueda haber lugares para que los jóvenes compartamos con otras personas, se ve mucho más la drogadicción, entonces yo veo que el arboreto nos ha brindado esa parte a los jóvenes de poder compartir, poder ocupar nuestro tiempo libre en algo que se sano para nosotros y sano para las comunidades”, señaló la estudiante.
Los vecinos, de igual manera, se convierten en la primera línea de defensa de la riqueza natural que resguarda la zona.
“Si ellos escuchan que alguien está talando el bosque, una motosierra o perros de cacería, disparos, ellos son el primer aviso que tiene el Ministerio Nacional de Ambiente y Energía Minae (Minae) para intervenir”, explicó Carazo.
Asimismo, se busca que al ofrecer una nueva opción de ingresos, las personas de las comunidades cercanas no se dediquen más a este tipo de actividades ilegales.
La iniciativa incluyó que se hicieran mejoras al sendero llamado Copaifera Camibar, en honor a uno de los árboles que se encuentran en el lugar; se colocaron rótulos, gradas, barandas, entre otros, para un mejor el acceso y, además, se cuenta con facilidades que permiten un recorrido auto guiado por este sendero, para lo cual hay una guía disponible en español e inglés para los visitantes.