Durante un año, la Península de Osa se convertirá en un laboratorio vivo para estudiar a los mono araña, un ágil y acrobático mamífero de largas extremidades, que se encuentra en peligro de extinción.
El proyecto usará aparatos de grabación para captar los sonidos de estas especies y el resto del bosque, con el fin de identificar aquellas áreas en la península donde este animal prefiere vivir, y las amenazas que enfrenta para su supervivencia.
“Vamos a ser capaces de escuchar cualquier cosa que haga ruido y podremos observar el comportamiento (de los mono araña), así como su distribución”, explicó la bióloga británica Jenna Lawson, quien ideó la investigación.
El estudio que arrancó a principios de noviembre, es financiado por el gobierno del país europeo como parte de los requerimientos para que la científica pueda obtener el título de doctorado de la universidad Imperial College de Londres.
“Nunca quise hacer un PhD (doctorado), pero era la única forma de conseguir el financiamiento para hacer un proyecto como este”, confesó.
Si bien esta especie se encuentra en poblaciones saludables en el Parque Nacional Corcovado, los números se reducen conforme se alejan del borde del área protegida, llegando incluso a existir sectores donde no hay reporte de avistamiento de la especie.
A modo de ejemplo, Lawson asegura que no hay poblaciones de este mamífero en el Parque Nacional Piedras Blancas, lo que a su criterio representa “un gran problema, porque los monos araña dispersan las semillas de cientos de especies de árboles, necesarios para la supervivencia de muchos animales del área”.
Luchando por sobrevivir
Observar un mono araña colgar de un árbol, es tanto un espectáculo de la naturaleza como una señal de bosques saludables; estos especímenes juegan un rol vital en los ecosistemas, como un diseminador de semillas.
Sin embargo, la pérdida de su hábitat natural ha provocado que este importante animal forme parte de la lista de especies en peligro de extinción de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés), cuya población se estima ha decrecido un 50% a nivel mundial, en los últimos 45 años.
En el caso de Corcovado, esto se podría reflejar en el hecho de que alrededor del parque nacional hay una importante producción de aceite de palma y presencia de terrenos dedicados a la ganadería vacuna.
“No hay árboles, entonces no pueden vivir ahí, tampoco pueden cruzar las plantaciones agrícolas”, indicó la experta.
Esta incapacidad de movilizarse más allá de Corcovado, estaría provocando que las poblaciones se estén reproduciendo entre las mismas familias, lo que podría acarrear problemas genéticos y de salud.
“Diseñaremos un plan de manejo con el Ministerio de Ambiente y Energía (Minae) para reforestar y dar paso a los monos araña. Lo que necesitamos es conectar Corcovado con el resto de Costa Rica”, aseguró.
Para esto deben conocer cuáles son los árboles que los monos araña prefieren y usar esas especies para crear espacios que los animales vayan a utilizar, por ello, recolectarán las heces de estos mamíferos para estudiar su alimentación y conseguir la información necesaria para la toma de decisiones.
“Elegimos los monos araña porque son la especie más dependiente de los bosques, así que, si podemos diseñar una red de bosques que los monos araña pueden utilizar, entonces cualquier animal lo podrá usar”, aclaró Lawson
Los ecos del bosque
“El trabajo de Jenna nos va a ayudar mucho a reconocer cuáles son los sitios que tienen presencia de esta especie y cuáles no, esto a pesar de que todos los bosques de la península son un hábitat adecuado para el mono araña”, expresó Juan José Jiménez, Administrador del Área de Conservación de Osa (ACOSA).
El área de estudio (2.500 kilómetros cuadrados) se dividirá en 130 paisajes, de 4x4 kilómetros, utilizando un sistema de cuadrícula desarrollado por el gobierno costarricense. En cada uno de estos cuadrantes, se instalarán diez grabadoras de audio colocadas al azar durante cinco días.
Los sonidos emitidos por el mono araña se extraerán de las grabaciones para determinar su presencia y comportamiento. También se planea emplear mapas de uso de suelo de alta resolución para determinar el tipo de hábitat y el nivel de fragmentación en el paisaje.
A esto se sumará el uso de mapas satelitales, para visualizar la densidad humana en toda la península.
“Mediremos la distancia de las carreteras. Los mono arañas solamente pueden saltar un máximo de 10 metros, por lo que si tenemos muchas carreteras, el espacio entre los árboles puede representar un grave problema”, señaló Lawson.
Los sonidos de disparos y ladridos de perros, así como los ruidos de las sierras eléctricas, serán otras pistas importantes para el proyecto, con el fin de identificar los lugares en los que se desarrolla la caza y tala ilegal.
La bióloga estima que, al final de la investigación, contará con al menos 100 mil horas de grabaciones.
“Calculé que si trato de escuchar eso me tomaría 22 años, por eso si queremos encontrar donde están los mono araña, los perros y las sierras eléctricas, vamos a tener que enseñar a una máquina a hacerlo”, dijo.
Para ello, Lawson empleará un método conocido como machine learning (aprendizaje automatizado), por medio del cual se alimenta a una máquina con cerca de 500 ejemplos de cada sonido, y se le entrena para identificar en la grabación cada uno de los que son de interés para la investigación.
Este proceso se hará en colaboración con el departamento de computación del centro de estudios al que pertenece Lawson, debido a la complejidad que supone este trabajo.
Insumos para el Sinac
Para Juan José Jiménez, la investigación que realiza la británica es interesante “porque en este momento nadie está trabajando con esa especie y porque nos podría dar una línea base de cómo se encuentra esa población para diseñar estrategias de conservación en específico”.
Según explicó el funcionario, la idea es que los guardaparques acompañen la investigación para conocer cómo funciona el aparato tecnológico empleado por Jenna, con la ilusión de que el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac), algún día pueda dar el salto a utilizar este tipo de instrumentos para evaluar la biodiversidad que debe conservar.
“Sinac indiscutiblemente tiene un rezago tecnológico en materia de monitoreo de fauna”, reconoció Jiménez, de ahí la importancia de poder ver en acción este tipo de herramientas, “para conocerlas de cerca, para entender cómo funcionan los instrumentos, costos, si es resistente a las condiciones climáticas de la zona, y dependiendo de esto recomendar la compra”.
El estudio también busca brindar insumos al Sinac para que pueda desarrollar su trabajo de manera más eficiente, considerando los recursos limitados con los que cuenta. Por ejemplo, la Reserva Forestal Golfo Dulce mide 59.915 hectáreas, las cuales deben ser resguardadas por 10 guardaparques de campo.
De ahí la importancia de conocer las áreas más vulnerables, donde se realizan prácticas ilegales que ponen en riesgo la rica biodiversidad del sitio, como son la caza y la tala furtiva.
Además. reconoce que el mono araña no se tiene como una especie indicadora para la reserva, pese a que en términos de ecología, se le considera como una especie importante para el bienestar de los bosques.
“Por eso este estudio puede darnos a nosotros luces sobre cómo debemos evolucionar, a futuros sistemas de monitoreo”, señaló.
Oportunidad para estudiantes
Lawson busca atraer el interés de estudiantes y voluntarios costarricenses para que se sumen al proyecto, e incluso ofrece brindar hospedaje y transporte.
La investigadora también busca captar donaciones que pueden ir desde los $10 y hasta los $250. Por ejemplo, a cambio de $200 al proyecto, las personas pueden recibir un día en el campo con la bióloga, siguiendo los mono araña a través del bosque, con el fin de aprender todo sobre el proyecto y su conservación.
Los interesados pueden escribir al correo electrónico: j.lawson17@imperial.ac.uk o consultar el sitio web: https://www.conservationandcommunities.com/