Escondido en el bosque y abrazado por hectáreas de cafetales, se erige el Hotel Finca Rosa Blanca Coffee Plantation Inn, en las montañas de Santa Bárbara de Heredia, a tan solo 20 minutos del aeropuerto Juan Santamaría.
El santuario natural abrió sus puertas en 1989, convirtiéndose en pionero del ecoturimo en Costa Rica y con los años su fama ha trascendido fronteras, ganando todo tipo de reconocimientos por su compromiso con el desarrollo sostenible y por ofrecer viviencias singulares.
Por ello, la revista National Geographic incluyó al destino turístico en su lista de Unique Lodges of the World, una selección de hoteles de "clase mundial”, que brindan al visitante “experiencias raras” y "encuentros íntimos con partes del mundo que no muchos llegan a conocer”.
“Cada uno de estos sitios está profundamente arraigado en su comunidad y dedicado a proteger los hábitats y culturas circundantes, así como aprovechar su magia, salvaguardándola para el futuro”, indica la publicación en su sitio web.
Las vistas a los valles y volcanes, en medio de la neblina que cubre la montañas, pintan un mural excepcional para el visitante nacional y extranjero. Se hacen acompañar por cientos de especies de árboles nativos, que sirven de hogar para todo tipo de aves y mariposas que vuelan por los alrededores.
Mientras que en cada uno de los rincones de la propiedad, se pueden descubrir distintos trozos de la historia de Costa Rica y su gente, ya sea por medio de pinturas, una vieja carreta de bueyes o las tejas de adobe que solían adornar los techos de las casas, así como distintos elementos tradicionales de la actividad cafetalera, cuyo aporte fue fundamental para el desarrollo económico y social del país.
La conexión con la comunidad también es fuerte, en el hotel únicamente trabajan personas de la localidad y se incentiva a visitar los atractivos de la zona, como una fábrica de máscaras tradicionales, el Museo de Cultura Popular de Barva o el Mercado Central de Heredia.
El hotel Finca Rosa Blanca es una creación del estadounidense Glenn Jampol y tres generaciones de su familia; su madre, él y sus dos hijas.
Estos soñadores encontraron un nuevo destino y propósito, tras una visita turística de Jamol a Costa Rica en el año 1985, que lo dejó enamorado del país.
Al regresar a suelo norteamericano, este hombre no podía dejar de hablar de lo fascinado que había quedado con la pequeña nación centroamericana, su cultura, la calidad de la gente y el sentimiento de estar en un país “tan progresivo”.
“Me gustó mucho la política del país y sus esfuerzos de cuidar y proteger la biodiversidad. La paz que encontramos aquí durante esa época. Fue un capricho total, regresamos muy felices, conmovidos totalmente”, recordó Jampol, mientras disfruta de una taza de café, sentado en el restaurante de su hotel, disfrutando una vista inmejorable del Valle Central.
Con sus apasionados relatos, Jamol enamoró a su madre de aquella nación desconocida, motivándola a viajar y vivir en carne propia lo que había dejado a su hijo tan impresionado.
“Ella tomó la decisión de aprovechar una inversión que había hecho hace muchos años, que resultó, y que era lo suficiente para comprar un lote y construir una casa”, dijo el norteamericano, sobre lo que sería el inicio de una nueva vida.
Del arte a los negocios
A sus 68 años, Glenn Jampol se ha posicionado como un connotado empresario hotelero y ahora caficultor. Además, es conocido como uno de los precursores del turismo sostenible en Costa Rica. Estas profesiones las ha tenido que aprender sobre la marcha, tras estudiar arte en la Universidad de Berkeley, a finales de los años 60 y mediados de los 70.
Cuando comenzaron a construir la casa en Santa Bárbara de Heredia, lo hicieron pensando en que sería un refugio para amigos y familiares, pero la inversión demostró ser muy onerosa, por lo que decidieron alquilar algunas de las habitaciones.
Así fue como nació esta empresa familiar, cuyo nombre se inspiró en el poema ‘Cultivo una Rosa Blanca’ del escritor cubano José Martí.
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El negocio se ha ido expandiendo con los años, ahora, además del hotel, cuentan con una plantación de café, la cual puede ser recorrida por los visitantes por medio de un sendero que se extiende aproximadamente por un kilómetro; bajo la sombra del bosque, con el cantar de las aves como fondo y el sonido de los riachuelos que cruzan por la propiedad, para finalmente disfrutar de una catación de la bebida, que se produce ahí mismo.
Esta experiencia de primera mano, la podrán disfrutar quienes asistan al Congreso Latinoamericano SEE (Sostenibilidad, Ecología y Evolución), organizado por Parque Viva, del 26 al 29 de setiembre, en La Guácima, Alajuela. Lo harán las personas que adquieran el paquete Experiencia Oro en el sitio web laboleteria.cr. Esto por cuando Finca Rosa Blanca, será parte de las giras programadas durante el evento, en el cual también Jampol participará como conferencista.
Aquí, hotelería y agricultura, coexisten en armonía con el entorno natural, por medio de prácticas sostenibles y una búsqueda constante de excelencia.
“Se puede hablar de sostenibilidad, pero eso no es lo que la gente busca como prioridad, es la calidad”, esa es para Jampol la clave del éxito y la meta de todo lo que se proponen. No en vano, controlan todo el proceso del café, desde la semilla hasta el empaque, para que el producto final se apegue a los altos estándares autoimpuestos.
“Si puede satisfacer o exceder las expectativas, el cliente no va a reclamar por el precio, porque eso no es lo que importa, sino el valor de la experiencia”, agregó.
Con esto en mente, decidieron que su proyecto se nutriera a partir de las dos principales tendencias de la industria hotelera de aquella época: el lujo ofrecido por las grandes cadenas internacionales, por un lado, y la experiencia acogedora, orgánica y sostenible, brindada por pequeños establecimientos.
“Cuando nosotros entregamos los planos para construir el hotel, ya no casa, el nombre en la solicitud fue: Proyecto Ecoturístico Finca Rosa Blanca, y muchos en el Instituto Costarricense de Turismo (ICT) nos preguntaron qué significaba eso (ecoturismo), porque en esa época, Costa Rica contaba principalmente con dos tipos de hoteles, las grandes cadenas hoteleras internacionales, en la ruta aeropuerto San José, muy parecidos a lo que ofrece Miami. La otra opción eran los otros hoteles de familia en las playas y las montañas, la atracción de esos lugares era la naturaleza, la cultura afuera”, recordó.
Desde hace muchos años las pajillas de plástico fueron desterradas del restaurante en este hotel, tampoco utilizan químicos para limpiar el agua de su piscina, en lugar, decidieron invertir en un sistema de ionización. Un invernadero hidropónico, ubicado en la misma propiedad, nutre a la cocina del centro de hospedaje con distintas variedades de hierbas y verduras.
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Por otro lado, el café que producen es 100% orgánico, esto gracias a que utilizan únicamente productos naturales para combatir hongos e insectos que pueden dañar las plantaciones, lo que les permite contar con una certificación de sostenibilidad de la Rainforest Alliance.
La implementación de paneles solares, también ha sido útil para disminuir los costos de operación de la empresa, por ejemplo, cada mes por el beneficio del café, únicamente pagan ¢3.000 en factura eléctrica, cifra que se logró alcanzar por la utilización de 12 paneles solares en el techo del recinto.
El concepto no solo fue innovador, sino que también el momento fue el ideal. Al mismo tiempo que el negocio daba sus primeros pasos, el nombre de Costa Rica comenzaba a sonar en el escenario internacional, luego que el presidente de aquel entonces, Óscar Arias Sánchez, recibiera el Premio Nobel de La Paz en 1987, por sus esfuerzos para acabar con las guerras en los países de Centroamérica.
“Muchas cosas sucedieron que nos ayudaron a tener un poquito de éxito. Pero, en reflexión, creo que el impacto más exitoso para nosotros fue el Premio Nobel para Óscar Arias, porque la prensa llegó en muchedumbre para hacer reportajes y artículos del país”, señaló el empresario.
Verificación y buenas prácticas
La pasión y compromiso de Jampol con el desarrollo sostenible, le han llevado a dejar su huella incluso en la política ambiental de Costa Rica, cuando a mediados de los 90 el gobierno de turno, del presidente José María Figueres (1994-1998), se hizo una pregunta clave ante el aumento que había tenido la actividad turística del país: ¿Cómo vamos a sostener este crecimiento en el futuro?.
Para obtener alguna guía sobre la ruta a tomar, las autoridades pagaron un estudio, el cual reveló que la principal atracción de la nación era su biodiversidad y conciencia ambiental, por lo que la única forma de mejorar y seguir con la actividad, era por medio de la sostenibilidad, según evocó el norteamericano.
“Sugerimos que se innovara con algo que legitimará la sostenibilidad. Años antes, un grupo de mercadeo del ICT propuso sin éxito un tipo de certificación de turismo responsable, la idea fue nuevamente presentada y aprobaron la propuesta, así empezaron con lo que se llama ahora el Certificado para la Sostenibilidad Turística (CST)”, explicó.
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El CST es un programa diseñado para categorizar y diferenciar empresas turísticas de acuerdo con el grado en que su operación se acerque a un modelo de sostenibilidad, en cuanto al manejo de los recursos naturales, culturales y sociales.
Durante las primeras discusiones uno de los puntos que más recuerda Jampol, que generaron conflicto, fue la amplia exigencia de requisitos para que las empresas se unieran al CST. A criterio del hotelero, esto era contraproducente porque más bien desmotivaba a que el gremio se sumara a la iniciativa, debido a la falta de evidencia tangible de beneficios económicos o de visitación que se iban a producir.
“Los pocos abrazadores de árboles vamos a hacerlo porque siempre lo hacemos, pero, es como los sacerdotes convirtiendo a los otros sacerdotes, así no es, tenemos que salir de la iglesia y buscar gente de la calle para que eventualmente todo el país sea sostenible”, indicó.
“Si se van a poner tantos impedimentos, la gente va a decir, ¿por qué yo necesito eso?, hay hacerlo muy fácil para entrar, y una vez abordado ese bus, se van a quedar". sentenció.
Para Jampol, ahora es más deseable entrar al programa, desde una perspectiva pragmática, al convertirse en una guía muy útil para el manejo de una empresa, debido a la necesidad de estar midiendo el uso del agua, el peso de los desechos no orgánicos, la exigencia de contratar únicamente personal local, aspectos que no solamente son beneficiosos en término de responsabilidad y sostenibilidad, sino también, que tienen un impacto financiero positivo.
A esto se suma que Costa Rica ha convertido al medio ambiente en uno de los principales ingredientes de su marca país, lo que debería reflejarse también en su industria turística.
“Nosotros (Costa Rica) somos reconocidos como el líder en turismo sostenible y ecoturismo. Por lo que si no participamos en el programa clave de sostenibilidad y en las innovaciones de su política gubernamental, estamos abandonando la esencia de Costa Rica, y como vamos a ver en la Conferencia SEE, la sostenibilidad está tocando toda la cadena de proveedores del país", concluyó.