Al igual que los cazadores-recolectores que mataron a un norteamericano este mes en una isla de la India, amerindios de la Amazonía rechazan todo contacto con el mundo exterior. Sin embargo, los narcotraficantes y la explotación minera y forestal los exponen a crecientes peligros.
La mitad del territorio peruano está en la Amazonía, la región menos poblada del país, donde hay 16 comunidades que viven en aislamiento voluntario, con unos 4.500 habitantes en total, y otras tres en “contacto inicial” con la civilización, de unas 2.500 personas, según el Ministerio de Cultura.
Habitan en reservas en las regiones de Ucayali, Madre de Dios y Cuzco, que tiene una zona andina y otra de selva.
Ni siquiera los ruegos del papa Francisco han sido escuchados: casi un año después de su visita a la Amazonía, las amenazas que pesan sobre ellos persisten casi sin cambios.
El narcotráfico, la minería ilegal y la tala clandestina de árboles siguen dañando el medio ambiente y amenazando a estos pueblos amazónicos.
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“Ambos grupos, además, se encuentran en estado de gran vulnerabilidad sanitaria, territorial y sociocultural”, explicó a la AFP la directora de Derechos de Pueblos Indígenas del Ministerio de Cultura, Ángela Acevedo.
Perú es de los pocos países con pueblos nativos que viven voluntariamente aislados y rechazan relacionarse con el resto de la sociedad. También tiene pueblos aborígenes en “contacto inicial” --es decir casi inexistente-- con otras personas.
“El narcotráfico constituye otra amenaza creciente a la vida de los pueblos en aislamiento voluntario y en contacto inicial”, destaca la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en un informe.
"Esta actividad a menudo se realiza en zonas tropicales remotas y de difícil acceso, que es donde habitan y transitan los pueblos en aislamiento", agrega la CIDH.
Los contactos de aborígenes aislados con extraños son complicados y a veces violentos. El 16 de noviembre, un "misionero" estadounidense murió bajo las flechas al intentar entrar en contacto con una tribu de cazadores que vive en autarquía desde hace siglos en la isla india de Sentinel del Norte.
Las autoridades indias ni siquiera trataron de enviar policías al lugar, pues, por décadas, todo intento de contacto ha terminado en hostilidades.
En la Amazonía también hay aborígenes que reaccionan violentamente, pero los narcos, mineros ilegales y madereros clandestinos pueden ser más peligrosos para estos grupos humanos, que incluyen a los Mashco-piro, Cacataibos, Isconahuas, Matsigenkas, Mastanahuas. Habitan las regiones Ucayali, Madre de Dios y Cuzco, entre otras.
Forma de vida bajo amenazas
El mayor riesgo para los nativos lo constituyen las actividades ilegales, como el tráfico de drogas, advierte la Policía.
“Los narcotraficantes no toman áreas protegidas por un tema especial, sino porque se trata de su ámbito de expansión (para cultivos ilegales de hoja de coca, materia prima de la cocaína). Para ellos, es la selva y no les importa nada más”, indica el coronel Arquímedes León.
En estas áreas protegidas "existen otros tipos de recursos sobre los que siempre hay pretensión por explotarlos", explica a la AFP Silvana Baldovino, de la ONG Sociedad Peruana de Derecho Ambiental.
"Los ingresos (de extraños) en muchos casos son violentos, desplazando a las comunidades de su hábitat", se queja la Federación Nativa del Río Madre de Dios, zona considerada como la capital de la minería ilegal en Perú.
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A los mineros que buscan oro se suman los madereros ilegales, que talan árboles de cedro o caoba, los que están en peligro de extinción.
Pero las comunidades también enfrentan riesgos por actividades legales, como el turismo o la construcción de carreteras en el pulmón verde de Suramérica.
A veces este riesgo es vital, porque el sistema inmunitario de los nativos es muy vulnerable a los gérmenes que portan otras personas, explica Acevedo.
Intereses económicos
En enero pasado, el Congreso peruano aprobó una ley que permite la construcción de carreteras en la Amazonía, pese que ese mismo mes el papa Francisco pidió proteger a los pueblos originarios, durante su visita a la selva peruana.
“La Amazonía es tierra disputada desde varios frentes: por una parte, el neoextractivismo y la fuerte presión por grandes intereses económicos que dirigen su avidez hacia el petróleo, gas, madera, oro, monocultivos agroindustriales”, declaró Francisco.
Pero el llamado del papa argentino cayó en saco roto. Las autoridades peruanas no han tomado medidas especiales de protección, mientras la atención de los medios está ocupada en los escándalos de corrupción.
Incluso el presidente Pedro Pablo Kuczynski, anfitrión del Pontífice, renunció ocho semanas después de la visita papal.
La Amazonía peruana viene perdiendo 123.388 hectáreas de bosques cada año, según el Programa Nacional de Conservación de Bosques.
Y cualquier intervención en esa región "debe ser planificada" para no afectar "seriamente a los indígenas ni a las especies", advierte Nancy Portugal, jefa de la sección de Pueblos en Aislamiento y Contacto Inicial del Ministerio de Cultura.
Uno de los pueblos amenazados es el Mashco-piro. Son cazadores y recolectores nómadas que visten taparrabos. Lo integran unas 900 personas que habitaban en dos reservas.
El Ministerio de Cultura está montando controles para evitar que ellos sean molestados por intrusos, por lo que también busca impedir que agencias de turismo inescrupulosas vendan giras para ir a ver a los Mashco-piro.