¿Cree que le va bien con cinco o seis horas de cerrar los ojos? Existe la probabilidad de que usted esté entre los muchos millones de personas que, sin saberlo, se engañan a sí mismos con respecto al sueño.
Investigaciones demuestran que la mayoría de la gente requiere de siete u ocho horas de sueño para funcionar óptimamente. Si usted no logra dormir suficiente noche tras noche, puede comprometer su salud e incluso pudiera acortar la vida.
Desde la infancia hasta la vejez, los efectos de la falta de sueño pueden incidir profundamente sobre la memoria, el aprendizaje, la creatividad, la productividad y la estabilidad emocional, así como sobre su salud física.
¿Por qué? “El sueño incide sobre casi cada tejido en nuestros cuerpos”, dijo el Dr. Michael J. Twery, especialista del sueño en los Institutos Nacionales de Salud.
Diversos estudios han revelado que variso sistemas corporales se ven afectados negativamente por la falta de sueño. La lista incluye al corazón, los pulmones, los riñones, la función inmune y por ende la resistencia a enfermedades, la sensibilidad al dolor, el tiempo de reacción, el humor, la función cerebral.
Durante el sueño, el cuerpo produce citoquinas, hormonas celulares que contribuyen a combatir infecciones. De aquí que quienes duermen poco pudieran ser más susceptibles a infecciones cotidianas como resfríos y gripes.
En un estudio de 153 hombres y mujeres sanos, Sheldon Cohen y algunos colegas en la Universidad Carnegie Mellon encontraron que quienes dormían menos de siete horas por noche tenían probabilidades tres veces mayores de padecer síntomas de resfrío cuando eran expuestos a un virus causante del resfrío que las personas que dormían ocho o más horas.
Además, varios estudios han vinculado la falta de sueño con el aumento de peso. Los noctámbulos con falta de sueño no solo tienen más tiempo para comer, beber y botanear, sino que sus niveles de la hormona leptina, que es la que le avisa al cerebro cuando se ha consumido suficiente comida, son más bajos en las personas privadas de sueño, en tanto los niveles de la grelina, que estimula el apetito, son mayores.
Aunado a lo anterior, el metabolismo se desacelera cuando el ritmo circadiano y el sueño de la persona son interrumpidos; si no se contrarresta con más ejercicio o una reducción del consumo de calorías, esta desaceleración puede sumar hasta 4.5 kilogramos en un año.
Por si fuera poco, la capacidad del cuerpo para procesar la glucosa también se ve afectada adversamente, lo cual pudiera resultar a final de cuentas en diabetes Tipo 2. En un estudio, hombres jóvenes y saludables a los que se les impidió dormir más de cuatro horas por noche durante seis noches consecutivas terminaron con niveles de insulina y azúcar en la sangre similares a los de personas consideradas prediabéticas.
Los riesgos de enfermedades cardiovasculares y embolia son mayores en personas que duermen menos de seis horas por noche. Incluso una sola noche de sueño insuficiente puede causar elevaciones de la presión arterial durante todo el día en personas con hipertensión.
La falta de sueño también se asocia con la calcificación de arterias coronarias y con mayores niveles de factores inflamatorios vinculados a la enfermedad cardiaca.
Cerebros somnolientos. Algunos de los efectos más insidiosos de dormir muy poco se relacionan con procesos mentales como el aprendizaje, memoria, juicio y resolución de problemas.
Durante el sueño, se codifican nuevos caminos del aprendizaje y la memoria en el cerebro, al tiempo que es necesario dormir suficientes horas para que esos caminos funcionen óptimamente.
La gente que está bien descansada es más capaz de aprender una tarea y tiene probabilidades mayores de recordar lo que aprendió. El deterioro cognitivo que acompaña con tanta frecuencia al envejecimiento pudiera resultar parcialmente de la falta crónica de sueño.
Al no dormir suficientes horas, el pensamiento se vuelve más lento, es más difícil concentrarse y prestar atención, y la gente tiene mayores probabilidades de tomar malas decisiones y correr riesgos injustificados.
El sueño deficiente también está ligado a la ansiedad y es un factor de riesgo para la depresión y abuso de sustancias, particularmente entre personas con trastorno de estrés postraumático. Esto porque la gente con TEP tiende a revivir su trauma cuando intenta conciliar el sueño, lo cual mantiene a su cerebro en un estado de alerta acrecentado.
También cáncer. El riesgo de cáncer también pudiera elevarse en personas que no logran dormir suficiente.
Un estudio japonés de casi 24.000 mujeres entre los 40 y 79 años de edad arrojó que quienes duermen menos de seis horas por noche tenían mayores probabilidades de enfermar de cáncer de mama que las mujeres que dormían durante más tiempo.
El aumento en el riesgo pudiera resultar de la secreción disminuida de la melatonina, la hormona del sueño: los investigadores vieron un nexo entre bajos niveles de esa hormona y un mayor riesgo de desarrollar esa enfermedad.
Otro estudio con 1.240 personas también arrojó un riesgo mayor de potenciales pólipos colorrectales cancerosos entre quienes dormían menos de seis horas por noche.
A cualquier edad. Los ancianos son particularmente vulnerables a tener males asociados con la falta de sueño. Timothy H. Monk, quien dirige el Programa de Investigación de Cronobiología Humana en el Psiquiátrico Occidental, encabeza un estudio de cinco años con recursos federales sobre ritmos circadianos, fuerza del sueño, reactividad al estrés, función cerebral y genética entre los ancianos.
“La señal circadiana no es tan fuerte a medida que la gente envejece”, destacó.
Por eso, tratamientos conductuales para tratar el insomnio, como mantener un horario regular para ir a la cama, evitar siestas y la cafeína al final del día y reducir las distracciones derivadas de la luz, el ruido y las mascotas, pueden ser de gran ayuda.
Pero también los niños pueden experimentar alteraciones hormonales a raíz de no dormir suficiente.
La hormona del crecimiento es liberada durante el sueño profundo; no solo estimula el crecimiento en niños, sino también estimula la masa muscular y repara células y tejidos dañados tanto en niños como en adultos.
Además, el sueño insuficiente puede provocar conductas similares a las que se diagnostican cuando el menor tiene el trastorno de déficit de atención e hiperactividad.