Liverpool, Inglaterra. “Vivimos en un mundo tan adultocéntrico que creemos que los males mentales, incluyendo la depresión, se manifiestan de forma igual en los adolescentes que en nosotros. Esto no solo no es cierto, si no que nos aleja de diagnosticarlos y poderlos ayudar a tiempo”.
Así, el psiquiatra mexicano Eduardo Zambrano, quien se especializa en adolescentes, resumió uno de los mayores problemas de la atención a la salud mental de los jóvenes.
Zambrano es participante del Simposio Global de Investigación en Sistemas de Salud que se celebra en Liverpool, Inglaterra. Él conversó con La Nación con motivo del Día Mundial de la Salud Mental, que se celebra este 10 de octubre y que tiene como tema la atención de la salud mental en estas edades.
“El problema es que muchos pensamos que la adolescencia es una etapa complicada sí, y llena de cambios, pero creemos que los jóvenes están llenos de vida y que al no tener responsabilidades económicas no tienen porqué deprimirse”, prosigue Zambrano “pero el hecho es que sí lo hacen, y mucho”.
Y añade: “hay gente que puede decir, pero mi muchacho no está deprimido, más bien cambió de grupo de amigos, pero esa misma podría ser una señal”.
Para el especialista, si como sociedad no nos ponemos atentos a las señales de esta enfermedad mental en esta etapa de la vida, las consecuencias de este mal pueden ser más graves años después.
Este trastorno es un problema a nivel mundial y Costa Rica no es la excepción. En noviembre del 2015, un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) arrojó que la depresión está dentro del “top ten” de los padecimientos de salud en los adolescentes ticos.
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Punto de partida: las similitudes
De acuerdo con Zambrano, una de las formas de comenzar a entender la situación es saber que sí hay similitudes con la depresión en los adultos, y estos puntos podrían ayudarnos a detectar estas señales y así ayudarlos.
Dentro de las similitudes está: tristeza o desesperanza, irritabilidad, enojo u hostilidad, llanto frecuente, alejarse de familias o amigos, perder interés en actividades, bajo rendimiento académico, cambios en patrones de sueño o alimentación, ansiedad, sentimiento de culpa, fatiga o falta de energía, dificultad para concentrarse, dolores inexplicables y pensamientos o deseos de muerte o suicidio.
“Como siempre decimos cada vez que hablamos de depresión, no hay que tener todos los puntos, no es una lista de supermercado en donde si no compras todos los ingredientes no tienes la receta de cocina. No, hay quienes tendrán unos y otros no, o tendrán sus propias manifestaciones, muy de ellos, o algunas de estas señales son intermitentes, aparecen y desaparecen”, recalcó el profesional.
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Las diferencias, más allá de las ‘rabietas’
Según el especialista, el problema es que en medio de las similitudes, las diferencias pueden confundir no solo a los familiares y amigos del joven, si no también a algunos profesionales de la salud.
Por ejemplo, un adolescente tenderá a estar más irritable y agresivo que un adulto con depresión. Esto podría, de acuerdo con Zambrano, dejarse ver como parte de las “rabietas de adolescencia”, pero no necesariamente es así.
Por otra parte, la depresión tiene más síntomas físicos a estas edades. Muchos se quejan de dolores constantes de estómago o de cabeza. Aquí lo ideal es hacer primero un examen físico para descartar que sí se trate de una enfermedad, pero si todo sale en condiciones normales, estos dolores podrían ser parte de un cuadro depresivo.
Además, son más sensibles a la crítica que los adultos. Un simple comentario constructivo puede hacerles sentirse muy dolidos y desesperanzados.
“Esto es especialmente importante con los perfeccionistas, los muchachos que están acostumbrados a tener las mejores calificaciones o a ser campeones deportivos y en los muchachos con papás que les exigen mucho”, aseveró el psiquiatra.
Se alejan de algunas personas, pero no de todas. Mientras que los adultos depresivos comúnmente se alejan de todas las personas y buscan la soledad, los adolescentes lo hacen de manera selectiva. Es posible que tengan menos vida social y se alejen de sus padres, pero seguirán estando alrededor de gente. Algunos incluso cambian de grupo de amigos y comienzan a realizar actividades distintas.
Estas diferencias no son antojadizas ni creadas por Zambrano. La Federación Mundial de la Salud Mental las definió en su último reporte, con motivo del Día Mundial de la Salud Mental. El especialista mexicano no solo coincide con ellas, si no que indica que lo ha vivido en su práctica como psiquiatra.
Recordemos que el bullying es otro factor que podría estar disparando las depresiones en adolescentes y, en ocasiones, es algo que se pasa por alto. Una investigación realizada por la Universidad de Oxford, en el Reino Unido, lo puso de manifiesto.
Tras analizar a 3.998 personas durante cinco años (cuando comenzaron el estudio los sujetos tenían 13 años), se comprobó que de los 683 adolescentes que reportaron sufrir bullying al menos una vez por semana, 14,8% tenía depresión a los 18 años. Además, el 10,1% tuvo un episodio depresivo que duró más de dos años.
Además, los jóvenes que reportaron matonismo frecuentemente, tenían el doble de posibilidades de sufrir depresión al llegar a la vida adulta que quienes no lo sufrieron. Esta característica se vio tanto en hombres como en mujeres.
Lo peor de todo es que la mayoría de las víctimas del estudio guardó silencio por diferentes razones, sin saber que mientras tanto se estaba desarrollando dentro de ellos un cuadro depresivo que tarde o temprano iba a salir.
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¿Cómo ayudarlos?
Una de las mejores formas de ayudar es estar atento a estos síntomas y buscar ayuda profesional. Sin embargo, estos son otros consejos.
No lo juzgue. No le diga “eso no es nada”, “eso ahorita se pasa”, “¿para qué llora?”. Estas personas no pueden manejar las situaciones.
No caiga en el “pobrecito”. No es buena idea compadecer al joven y permitirle encerrarse, aislarse de las personas y que no cumpla con sus responsabilidades.
Escuche. Esté pendiente de si el muchacho quiere hablar. No dé consejos si no se los piden, tampoco intente que la persona hable si no lo desea.
Motive. Inste a la persona a buscar cosas nuevas para hacer, conocer lugares, ver gente nueva. Ofrézcase a acompañarla, pero no presione.
Apoye. Recuérdele a la persona que usted estará allí para cuando la necesite, apóyela en cada paso que da o plan que tenga. No lo presione.
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