Los devastadores efectos del bullying van más allá de la salud física y mental de las personas. También se traducen en cambios en el volumen y en la estructura del cerebro, especialmente en zonas relacionadas con la ansiedad y la depresión.
Así concluye un estudio realizado por el King’s College en Inglaterra en el que se monitoreó a 682 adolescentes. Los resultados fueron publicados el miércoles pasado en la revista Molecular Psychiatry.
El bullying tiene diferentes formas de presentarse: mediante golpes, burlas, humillaciones o exclusión de actividades sociales. Sus consecuencias emocionales tampoco se manifiestan por igual en las víctima: algunas lloran,otras se aíslan y otras sufren ira, por dar algunos ejemplos.
Sin embargo la huella a nivel cerebral siempre es la misma e impacta zonas relacionadas con la ansiedad.
“La palabra es bullying. No hay traducción directa al español. No es matonismo, porque el matonismo es solo una de las características. Son muchos verbos que componen esta palabra, e incluyen el amedrentar, hacer a un lado, humillar, burlarse, ejercer control”, aclaró en una entrevista anterior la psicóloga Ingrid Naranjo, especialista en el tema y vocera del Colegio de Psicólogos.
Investigación comparativa
Este análisis es parte de una investigación más grande llamada IMAGEN. El objetivo de este proyecto del King’s College es identificar y caracterizar las alteraciones específicas en el cerebro, ver sus causas (genéticas, ambientales o de situaciones vividas), analizar sus resultados y ver si esto puede llevar a las personas a tener determinados comportamientos o trastornos en su vida adulta.
Para ello, la investigación ha tomado en cuenta a más de 2.000 adolescentes, quienes han sido reclutados a partir de los 14 años y se les ha dado seguimiento durante cinco años. Durante este tiempo se les han hecho resonancias magnéticas y otros análisis que revelan imágenes del cerebro.
Para el análisis particular (el publicado este miércoles) se utilizó la información de 682 jóvenes. De ellos, además de las imágenes cerebrales, también se tomaron en cuenta entrevistas y pruebas psicológicas.
Además, los participantes con edades de 14, 16 y 19 años debieron responder a un cuestionario relacionado con el bullying, si habían sido víctimas, hasta qué grado y con qué manifestaciones.
Los resultados de este instrumento arrojaron que 36 jóvenes eran o habían sufrido esta situación de manera crónica o grave.
Posteriormente, los científicos compararon sus imágenes cerebrales con las de quienes no habían vivido este fenómeno.
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Zonas sensibles
¿Qué determinaron investigadores? Según el estudio, los científicos notaron cambios en el volumen de dos zonas específicas del cerebro: el putamen y el núcleo caudado. Ambas estructuras forman el llamado cuerpo estriado.
Dentro de sus funciones, el cuerpo estríado se encarga de regular la memoria operativa, la focalización de la atención, la regulación de las conductas y la selección de acciones en torno a la recompensa esperada por una acción.
Las anomalías en esta parte del cerebro están relacionadas con condiciones como la depresión, la ansiedad, el trastorno bipolar, el trastorno obsesivo-compulsivo y las adicciones.
De acuerdo con los investigadores, esto podría explicar por qué los trastornos de ansiedad y depresión son más comunes en las víctimas de bullying.
“Aunque a la hora de diagnosticar ansiedad no siempre se consideran los cambios estructurales en el putamen y núcleo caudado, sí es necesario saber esto porque también impacta en otras esferas, como la motivación de la persona, su atención y el procesamiento de sus emociones”, explicó en un comunicado de prensa Burke Quinlan, uno de los investigadores.
El saber que el bullying modifica áreas específicas del cerebro no solo es una curiosidad para la Ciencia, sino que a partir de ahí se pueden generar nuevas investigaciones y es un motivo más para incentivar las campañas contra este tipo de conductas, cuyas secuelas son cada vez más amplias.
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