Se dice que hay dos tipos de personas: por un lado están los “pájaros madrugadores”, que no tienen el menor problema de levantarse con los primeros rayos del Sol (o incluso antes) y que se sienten llenos de energía durante las horas en las que hay luz natural. y por otro, están esos “búhos nocturnos”, quienes más bien podrían abrir los ojos casi a mediodía, pero que jamás tendrán sueño antes de medianoche. Estos últimos se sienten más productivos en ausencia de la iluminación solar.
¿Pero qué es más beneficioso para la salud? Investigadores de la Universidad de Norteumbría en Reino Unido se dieron la tarea de averiguarlo. Ellos hicieron una revisión de 17 estudios científicos sobre el tema y llegaron a la conclusión de que, dada una variedad de factores ambientales y de estilo de vida, las personas noctámbulas tienen mayor riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 y algunas enfermedades del corazón.
¿A qué se debe? Por una parte debemos considerar el llamado ritmo circadiano o ciclo circadiano, conocido también como “reloj biológico interno”. Este regula nuestros procesos celulares, la generación de hormonas y proteínas y la función de los órganos según el momento del día.
Según dicho ciclo, las personas se dividen en cronotipo diurno y cronotipo nocturno.
Quienes pasan más despiertos en altas horas de la noche (cronotipo nocturno) podrían tener alterados los balances de los procesos celulares y esto podría traducirse en sobrepeso, obesidad y más riesgo de enfermedades crónicas como las anteriormente descritas.
Uno de los factores radica en la glucosa. Los niveles de esta sustancia usualmente declinan conforme pasa el día y llegan a su punto mínimo en la noche. El ritmo circadiano está directamente relacionado con el procesamiento de este azúcar.
No obstante, –según el reporte– los “búhos nocturnos” son muy dados a comer poco antes de irse a la cama, por lo que los niveles de glucosa aumentan justo antes de irse a dormir. Esto hace que el cuerpo no siga sus procesos biológicos normales.
En ese sentido, uno de los estudios analizados mostró que los noctámbulos tienen 2,5 veces más probabilidades de sufrir diabetes tipo 2 que las personas más matutinas.
Esto también impacta a quienes tienen que trabajar horarios rotativos y deben ajustar constantemente su reloj interno a las jornadas laborales en distintas horas. Los científicos encontraron que una situación de estas reduce la sensibilidad a la insulina y afecta la tolerancia a la glucosa, y por lo tanto enfrentan más riesgo de diabetes.
“La evidencia científica nos da pruebas crecientes de una relación entre tu cronotipo, la dieta y la salud cardiometabólica. En términos generales, podemos decir que hay una interrupción de los procesos y esto confunde al organismo”, manifestó en un comunicado de prensa Leonidas Karagounis, uno de los investigadores.
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Alimentación más desordenada en los nocturnos
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Los procesos biológicos no son los únicos involucrados en los posibles problemas de salud de quienes tienen un cronotipo nocturno. El análisis, publicado en la revista Advances in Nutrition, encontró que quienes se duermen más tarde tenían dietas menos sanas, consumían más alcohol, más azúcares, más bebidas con cafeína, y más “comida chatarra” que los madrugadores.
Los noctámbulos también tenían patrones de alimentación más erráticos, constantemente se saltaban el desayuno y su primera comida era cuando ya llevaban varias horas levantados. Su dieta también tenía menos granos y menos vegetales.
Además, hacían menos comidas durante el día, pero estas tenían mayor cantidad de alimentos (no necesariamente mayor variedad).
“El cronotipo nocturno también come más calorías y más grasa. Mientras que los de cronotipo diurno comen más frutas y verduras, aunque no todos alcanzan las recomendaciones necesarias de cinco porciones de frutas y verduras”, destacó Karagounis.
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Edad y geografía: factores clave en horarios
¿Qué hace que una persona esté en un grupo u otro? De acuerdo con Suzana Almoosawi, una de las investigadoras, hay varios factores que influyen.
“Nuestros genes, nuestra raza y nuestro sexo determinan si seremos un persona más diurna o más nocturna, pero no son los únicos factores”, recalcó la especialista.
El estudio también encontró aspectos que marcaban la preferencia por algunos horarios. La edad es uno de los más importantes.
Por ejemplo, los principales madrugadores son los niños. Este patrón comienza muy temprano en la vida, desde que tienen unas tres semanas de vida, pero esto va cambiando durante la niñez.
El 90% de los niños de dos años tienen una preferencia matutina, pero esto baja al 58% cuando los menores apagan su vela número seis. Al llegar a la pubertad son más los que prefieren un patrón más nocturno y esto se mantiene hasta aproximadamente los 50 años, donde ya la preferencia diurna regresa de forma preponderante.
“Mientras que la mayoría de niños pequeños sincronizan su reloj biológico con el de sus madres, esto cambia al llegar a los seis años, donde ya comienzan a verse más noctámbulos. Aún no sabemos si esto lo determinan cambios psicológicos, los horarios de la escuela o las actividades sociales”, aseguró Almoosawi en el comunicado.
La zona geográfica también influye: las personas de zonas rurales son principalmente diurnas y las de áreas urbanas más nocturnas.
Uno de los estudios analizados encontró que la exposición a la luz del día influye en el sueño. Cada hora pasada fuera de casa durante la jornada diaria estaba asociada con 30 minutos más de sueño de calidad.
Por otra parte, el ruido, las luces artificiales y aglomeraciones de algunos ambientes urbanos podían transformar a algunos “pájaros matutinos” en “búhos nocturnos”.
Otro punto destacable es que los noctámbulos acumulan “deuda de sueño” durante la semana y duermen mucho más los fines de semana para compensarlo, mientras que los madrugadores tienen patrones de sueño muy similares sin importar el día de la semana.
Los científicos aseguran que seguirán estudiando el tema, pero que la información recabada hasta ahora puede ayudar a dar mejores tratamientos médicos y recomendaciones en salud según el cronotipo de la persona.
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