En marzo, con la llegada de la covid-19, toda nuestra cotidianidad cambió, y cada actividad básica fue afectada. Nuestra forma de dormir no fue la excepción.
Mayor trabajo desde casa, personas que quedaron desempleadas o con jornadas laborales reducidas o suspendidas, no tener que desplazarse a una oficina (o hacerlo con menos tránsito y en menos tiempo), mayor sedentarismo, comer más o tomar más bebidas alcohólicas.
Todo eso modificó nuestra forma de dormir. El resultado: peor calidad de sueño, insomnio, despertarse en la mitad de la noche y no volverse a dormir o alteraciones del horario.
“Yo tuve un incremento exagerado en la consulta”, admitió Liliana Estrada, médico subespecialista en Medicina del Sueño.
“La mayoría, el 50% o 60% de las personas es gente nueva, que nunca había tenido problemas de sueño y desde hace seis o siete meses, algunos más tiempo, otros menos, han tenido insomnio, pesadillas, ronquidos y sueños más vívidos. La gente no siente que duerme igual”, añadió.
Según Estrada, presidenta de la Federación Latinoamericana de Sociedades de Sueño, estos casos tuvieron su origen especialmente entre marzo y junio, cuando las restricciones fueron mayores. Sin embargo, los malos hábitos y las consecuencias generadas se arrastran a hoy.
Con esto en mente, ella y otros especialistas en Medicina del Sueño de la región, hicieron un cuestionario abierto en los países latinoamericanos. Así, se exploró cómo la situación de la pandemia y el “quédate en casa” cambió la forma de dormir y sus consecuencias.
La consulta se desarrolló entre marzo y junio, en momentos de más restricciones para salir de casa.
Los resultados: sí, dormimos mal, pero no nos estamos ayudando.
“Solo por poner un ejemplo, el 46% de las personas dijo que duerme menos que antes, ya solo eso es un indicador muy fuerte", aseveró.
“Vimos otras cosas como que las personas dijeron tener problemas para levantarse y pasaban cansados todo el día, más gente se despertaba y no se podía volver a dormir, había fases atrasadas del sueño, es decir, la gente se dormía más tarde y se levantaba más tarde”, destacó la especialista.
El cuestionario
A través de Internet, 5.008 personas entre los 18 y los 60 años participaron y pusieron sus sentimientos y hábitos relacionados con dormir en el cuestionario.
El 22% de los participantes (1.102) era costarricense. Nuestro país fue el segundo en responder más la encuesta, México ocupó el primer lugar.
El 66% de las personas se identificó como trabajador y el 18%, estudiante.
Se midieron factores como hora de dormir y de levantarse; el tiempo que utilizan dispositivos electrónicos en la noche, el tiempo que estiman que duran en quedarse dormidos, si se despertaban durante la noche o madrugada, si tenían pesadillas.
También se vio con quiénes vivían, el tamaño de sus hogares y si hacían actividades fuera de ellos.
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¿Cómo estamos durmiendo?
En palabras sencillas y términos generales: antes dormíamos mal, ahora dormimos peor.
“Cuando comenzó esta etapa nos enfrentamos con algo con lo que nunca nos habíamos enfrentado, esta enfermedad nueva nos hizo estar en un estado de alerta constante y nos dificultó dormir, especialmente en quienes temían más contagiarse”, expresó Estrada.
Para el psiquiatra Adrián Montealegre, en esta época se juntaron varias preocupaciones: por un lado ese temor a enfermar y enfermar a nuestros seres queridos. Por otro, la inseguridad económica, el saber si se podrá comprar comida o pagar las cuentas. Todo esto afecta las emociones y, por ende, el sueño.
“Todo llega al sueño. La depresión te puede llevar a no poder dormir o a dormir de más; la ansiedad y ponerse a rumiar los pensamientos también te dificulta dormir", manifestó Montealegre.
"A esto debemos unirle que ahora pasamos más tiempo en casa, muchos teletrabajadores trabajan más, y a esto se le une el que los papás y mamás deben hacer de educadores también y que el oficio doméstico no para. Todo eso llega al sueño”, agregó.
La situación se refleja también en las incapacidades. Entre marzo y octubre la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) ha emitido 409 boletas a 342 personas por insomnio.
Todo esto se vio manifestado en el cuestionario hecho por Estrada y sus colegas.
“Las pesadillas de la gente no necesariamente están relacionadas con el virus, pero sí con la situación en la que nos tiene: ven amenazas, persecución, riesgos”, dijo la especialista.
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Mal dormir en época de cuarentena
CIFRAS EN PORCENTAJES
FUENTE: CUESTIONARIO ABIERTO SOBRE SUEÑO EN AMÉRICA LATINA. || INFOGRAFÍA/ LA NACIÓN.
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Malos hábitos empeoran el sueño
En un terreno fértil para el mal dormir nuestros propios hábitos constituyen el abono perfecto.
Según Estrada, nuestras actividades diarias y nuestros horarios eran reguladores de los períodos del sueño. Le indicaban al cuerpo cuando debía estar despierto para las actividades y cuándo dormir.
Esto cambió desde marzo.
“Con el teletrabajo vinieron más libertades. En algunos casos, quienes trabajan por objetivos se dan más recesos, pero, entonces se quedan trabajando hasta más tarde para cumplir, y todo eso afecta. Los horarios fijos ayudan a dormir mejor. Nuestro hogar, nuestro sitio de vida personal se convirtió en nuestra oficina y eso también nos alteró”, destaca.
Hay personas que entonces se levantan diez minutos antes de entrar a trabajar, encienden su computadora y trabajan desde el cuarto. Desayunan y se bañan si hay tiempos muertos.
“Ahora en el dormitorio hacemos de todo: ver tele, trabajar, comer. Entonces, cuando llega el momento de dormir, mi cerebro no sabe a qué voy cuando entro al cuarto”.
Para Estrada, otro problema es que ahora nuestra actividad física es mucho menor, ya casi no nos movemos.
“Tenemos un menor consumo de energía. El ejercicio, moverse, quema esa energía y nos cansa más, nos prepara para dormir mejor. Si no, al final del día tendremos un exceso de energía que no nos va a dejar dormir bien”, aseveró.
Malos hábitos que repercuten en la calidad de sueño
CIFRAS EN PORCENTAJES
FUENTE: CUESTIONARIO ABIERTO SOBRE SUEÑO EN AMÉRICA LATINA. || INFOGRAFÍA/ LA NACIÓN.
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¿Qué hacer?
Según los especialistas consultados, lo más importante es hacer un diagnóstico de todos los hábitos que no contribuyen a la calidad de nuestro sueño. Y, con base en ellos, hacer un plan en donde cambiemos todas esas malas costumbres que hemos cultivado durante los últimos meses.
FUENTE: Adrián Montealegre, psiquiatra || DISEÑO / LA NACIÓN.