Sabalito, Coto Brus. Todos los años, cientos de indígenas de la etnia gnöbe cruzan la frontera desde Panamá y se unen a otros indígenas de Coto Brus para trabajar durante unos meses en las cosechas de café en territorio costarricense.
Al no tener dónde o con quién dejar a sus hijos, los llevaban consigo a los cafetales. Allí, menores con incluso días de nacidos eran sometidos al viento, sol, frío, lluvia, largas horas sin comer y posibles accidentes. Sus padres, angustiados, ni podían concentrarse en sus labores.
“Hay familias con más de cinco niños muy pequeños. Veíamos que los más bebitos los ponían en la chacra (bolso tipo “canguro” que se utiliza como transporte y cuna) y hasta los dejaban guindados de árboles por horas", relató Maikol Valverde, jefe administrativo de la finca cafetalera Río Negro, en Sabalito de Coto Brus.
Preocupado, el médico Pablo Ortiz, quien fue director del Área de Salud durante décadas, vio la importancia de buscar soluciones para que estos chiquitos estuvieran bien cuidados, sin riesgo de enfermedades o peligros y con la posibilidad de comer a sus horas. Además, que estuvieran lejos de caer en trabajo infantil.
Así fue como algunas fincas decidieron abrir guarderías para sus trabajadores. Sin embargo, era necesario ir más allá y entonces nació el proyecto “Casas de la Alegría”, de la mano del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
“Fue de mucho tocar puertas para lograr una alianza público privada, para convencer a las personas de San José de la necesidad de destinar fondos para esto”, señaló Ortiz.
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Casas de la Alegría El OrigenPosted by Casas de la Alegría on Saturday, October 29, 2016
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Entusiasmadas con la idea, poco a poco se fueron sumando más entidades, otras dependencias de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), el Ministerio de Salud, CoopeSabalito, la dirección nacional de Cen-Cinai, la Municipalidad de Coto Brus, el Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS), el Patronato Nacional de la Infancia (PANI), el Instituto de Fomento y Asesoría Municipal (IFAM), y organizaciones no gubernamentales como Nueva Acrópolis.
A partir del 2015, el proyecto fue tomando forma con el apoyo del gobierno y los recursos necesarios para el funcionamiento de dichos centros.
Hoy funcionan 17 Casas de Alegría en 16 fincas. En ellas se brinda –a menores entre los 0 y 12 años– cuido, alimentación, recreación y atención en salud durante el tiempo que dura la cosecha (aproximadamente cinco meses, de setiembre a enero).
Cada día, a las 5:30 a. m. las puertas se abren para recibir a los menores. Cada una de estas casas tiene una capacidad aproximada para 60 niños.
“Hace poco estuvieron aquí unas muchachas estudiantes de arquitectura para ver la posibilidad de tener un aula móvil y así dar clases a los niños, o incluso para que adultos aprovechen las lecciones al salir del trabajo. Tenemos que hablar esto con el Ministerio de Educación, porque antes no se tenían las condiciones para crear un módulo educativo, pero sí consideramos importante que los menores aprendan durante los cuatro o cinco meses que vienen cada año”, destacó Valverde.
Cada una de estas casitas tiene de dos a cuatro cuidadoras y una cocinera que prepara las cuatro comidas diarias que se les ofrecen. Al menos una de estas trabajadoras es de la etnia gnöbe, para que los niños se sientan identificados y si no dominan el español, puedan comprender la lengua.
En los últimos dos años, 600 menores se han visto beneficiados con este programa.
“Yo estoy muy agradecido, porque un niño no debe estar metido en el monte, son los mayores los que deben trabajar”, aseveró el indígena José Méndez, en una entrevista hecha por Unicef.
Su compañero César Rodríguez agregó: “Para mí es importante, porque así evitamos algún problema para los niños en el cafetal. Y así podemos nosotros estar tranquilos y cosechar un poquito más”.
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Salud con pertinencia cultural
La familia indígena Ngäbe y BugléComo se han podido leer y ver dentro de la estrategia de cuido de las Casas de la Alegría, el objetivo final es lograr mejores condiciones de vida para los y las niñas y niños hijos de recolectores de café, la mayor parte de ellos son indígenas que vienen de Panamá. Muchas veces la población no indígena no entiende sus costumbres, por lo cual en este video se habla un poco de su realidad para comprenderlos mejor y porque se movilizan en grupos familiares.
Posted by Casas de la Alegría on Friday, December 2, 2016
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Lograr un modelo que tomara tan en cuenta las raíces culturales de la etnia gnöbe no fue sencillo, dado las características de este grupo indígena y porque ellos suelen cambiar de residencia, según las cosechas del café.
“Fue comenzar por convencer, por ejemplo al IMAS, de que estas iniciativas no tenían la misma característica de otros centros de las redes de cuido, que nosotros debíamos tener la capacidad de recibir a menores desde los cero años y no desde los dos. O hacer que los los Cen-Cinái entendieran que los indígenas no podían comer lo mismo que en otras zonas del país. Por ejemplo, no podían tomar leche Pinito porque son intolerantes a la lactosa y los niños tienen diarrea.
"Tampoco se les podía, por cultura, dar las mismas frutas, aquí ellos jugaban fútbol con las manzanas y canicas con las uvas, no es la comida a la que están acostumbrados. Fue mucho de adaptar, pero ya se están logrando grandes cosas”, subrayó Ortiz.
Este proyecto ya cuenta con casas en Coto Brus, Corredores y se espera abrir pronto las primeras en la zona de los Santos. Incluso, Ortiz señaló que ya caficultores de la zona de Tres Ríos, en La Unión de Cartago, los contactaron para ver en qué consiste el programa.
La idea de estas casas es no solo que los menores tengan donde estar, sino que puedan adquirir conocimientos de cosas básicas como lavarse las manos, o asuntos más complejos.
“El Ministerio de Educación Pública (MEP) trabaja en una propuesta que pueda adaptarse a estas condiciones. No todos los niños tienen la misma edad, ni los mismos conocimientos. Es algo que también debe tomarse en cuenta”, apuntó Emmanuel Gómez, coordinador de Casas de la Alegría.
Y añadió: “esto (el proyecto) es algo que solo se logra con las acciones público-privadas, todavía hace falta mucho. Por ejemplo, apoyar a las fincas más pequeñas, que tal vez no tienen tantos recursos para crear las facilidades, pero sí tienen niños que merecen esta atención”.