Liverpool, Inglaterra. En Río Negro, en la Amazonía, los pueblos indígenas lograron alzar su voz, trabajar y hablar acerca de la importancia de tener un chamán en el hospital más cercano. No era algo antojadizo, a ese centro médico van más de 30.000 personas de esta etnia. Lo consiguieron. Pero menos de tres años después cambió el director de dicho centro médico y el chamán tuvo que irse.
“Tenemos necesidad de una atención diferenciada, de que nos respete. La medicina tradicional es tan importante como la medicina occidental. Y es más importante para nosotros saber que nuestros conocimientos se usan para salvar a nuestros hermanos. No queremos impedirles a los occidentales curarlos, pedimos que nos dejen aportar en sus hospitales para la salud de los nuestros”, enfatizó Maximiliano Menezez, líder indígena de la región de Río Negro.
Poco a poco lo han ido consiguiendo con los métodos de atención primaria (similares a los Ebáis) “hay 25 equipos de atención médica que llegan a la zona indígena, todos tienen que llevar una capacitación en antropología y en nuestra cultura, ya esto ha cambiado el trato y nos sentimos mejor", apuntó Menezez.
Este líder indígena fue parte de un panel que desarrolló el tema de las poblaciones indígenas en los sistemas de salud. Este panel tuvo lugar dentro del Simposio Global de Sistemas de Salud 2018 (HSR 2018, por sus siglas en inglés) que se desarrolló la semana pasada en Liverpool, Inglaterra.
El pueblo de Río Negro no es el único. En Guatemala distintos grupos indígenas también lo viven, pero ya lograron hacerse sentir. Ellos crearon la Red de Defensores Comunitarios por el Derecho a la Salud.
“Siempre hemos sido usuarios del sistema de salud, pero antes era de una forma pasiva, ahora lo hacemos de manera activa, conocemos nuestros derechos y queremos informarle a toda las personas que estos derechos existen, que otros hermanos indígenas lo sepan y que puedan exigirlos”, aseveró Benilda Batzín, quien es dirigente de esta organización.
Según dijo: “nos discriminan desde el trato que nos dan los médicos, desde que cuesta más que lleguen a nosotros. No hay transporte de emergencia, tampoco toman en cuenta que tenemos medicina natural que para nosotros es importante o que contamos con ‘abuelas comadronas’ que les ayudan a las embarazadas y a las mujeres con bebés”.
Walter Flores, del Centro de Estudios para la Equidad y Gobernanza en los Sistemas de Salud (CEGSS) agregó: “tenemos que ir más allá de una lucha de un acceso universal a las clínicas u hospitales, si no que ellos puedan sentir que ese componente cultural tan importante es tomado en cuenta a la hora de su atención en un centro de salud”.
En acción
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Los líderes indígenas tienen claro su punto de lucha y no se quedan callados, utilizan la mediación de otros líderes comunales, de las iglesias de diferente denominación y de la prensa para dar su mensaje.
Además, en Guatemala ellos van a inspeccionar los centros de salud y tienen una tabla en la que califican los servicios. Las personas de las diferentes comunidades indígenas saben cómo es la tabla y lo que esta incluye. Si algo no les gusta, envían un mensaje de texto con sus molestias para que sea incluida en su evaluación.
“Como ahora los teléfonos pueden tomar fotos y videos es más fácil, nos envían todo eso y lo vamos documentando. Les caemos mal a muchos doctores, pero es luchar por nuestra salud. Además, no solo denunciamos problemas, también llegamos con propuestas de solución”, recalcó Batzín.
Esta acción dio sus primeros pasos en el 2007, cuando el CEGSS hizo un diagnóstico de la situación y comenzó a empoderar a los líderes indígenas. Hoy, es esta población quien lleva la batuta de su propia lucha.
En Brasil, por su parte, fue el Instituto de Estudios para el Desarrollo en Londres (IDS, por sus siglas en inglés) quien hizo el diagnóstico, pero fueron los indígenas quienes lo fueron moldeando a su gusto. El proyecto se denomina “Voces Desiguales”
“Cada comunidad es diferente y tiene su propia identidad, lo que funciona para un pueblo indígena no necesariamente funcionará para otro, por eso ellos deben llevar el liderazgo”, manifestó Pauline OOsterhoff, investigadora del IDS.
Menezez concluyó: “ya nosotros estamos cada vez más conscientes de nuestro papel y nuestro mensaje está comenzando a llegar, ya en los mismos hospitales comienzan a preguntarnos si necesitamos algo en especial”.
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En Costa Rica
Aunque nuestro país no participó de este foro, sí tiene experiencias de cómo derribar las barreras culturales con las comunidades indígenas e incluir las tradiciones en el sistema de salud.
El Ebáis de la comunidad indígena de La Casona, Coto Brus (a unos 40 minutos del centro de San Vito) combina los conocimientos de la medicina tradicional de la etnia gnöbe con la medicina alopática (o “blanca”, como ellos dicen). En este lugar, el médico “blanco” y el tradicional indígena tienen su espacio, y hasta hay un sitio para una huerta donde crecen plantas medicinales.
“Este Ebáis hace que más gente venga, es más cercano, tiene su cultura, su medicina, su sello”, dijo a La Nación en una entrevista anterior Zelmira Pérez, quien es indígena de Quitirrisí (Mora) y trabajaba en La Casona como asistente técnica de atención primaria en salud (ATAP).
Además, el Hospital de San Vito tiene un proyecto especial donde se atiende de manera especial a todas las mujeres de la etnia gnöbe que llegan a tener a sus bebés.
Dentro de estos cambios destacan que el material informativo que se les entrega viene escrito en su dialecto. Además, las batas que ellas usan en el centro médico poseen el mismo corte de sus trajes indígenas.
Asimismo, se les ofrece la posibilidad de que no solo las acompañe su pareja durante la labor de parto, también una partera, doula o asesor cultural indígena.
Por otra parte, se les respeta sobre su alimentación antes del parto: el 63% pide no comer cerdo, y muchas de ellas solicitan sopa de verduras. Y se les da la hidratación que ellas escojan en los momentos posteriores al parto.
Y uno de los aspectos más importantes para esta etnia: las parturientas pueden elegir la posición para dar a luz según sus costumbres y cultura indígena.
A largo plazo, se planea tener una “casa de espera” para que los días previos a dar a luz, las mujeres puedan estar con su pareja y su asesor cultural y así estén más cerca del centro médico por si llegara el momento del parto.