El presidente electo de Brasil, Jair Bolsonaro, quien asumirá el 1°. de enero, aseguró que la alianza con Israel avanza por buen camino, al anunciar negociaciones para la producción de agua en el nordeste del país, azotado por largas temporadas de sequía.
"La alianza Brasil-Israel que beneficiará nuestro nordeste está muy bien encaminada", escribió en Twitter Bolsonaro, quien pretende trasladar la embajada brasileña de Tel Aviv a Jerusalén, siguiendo los pasos de Estados Unidos.
El mandatario electo anunció que su futuro ministro de Ciencia y Tecnología, el astronauta Marcos Pontes, viajará en enero a Israel para reunirse con su homólogo y “visitará instalaciones de desalinización, plantaciones y la oficina de patentes en Israel”.
La alianza también prevé hacer pruebas de tecnología para "producir agua a partir de la humedad del aire en escuelas y hospitales de la región", agregó.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, anunció el domingo que realizará una "visita histórica a Brasil", hacia donde viajará este fin de semana, según el The Jerusalem Post.
"A mi llegada me reuniré con el presidente electo Jair Bolsonaro y después con otros líderes", agregó el primer ministro, quien confirmó su visita al gigante sudamericano un día antes de que la coalición que lidera en Israel anunciara elecciones anticipadas en abril.
Bolsonaro, un excapitán de ultraderecha, impulsa una alianza con Israel a pesar de que podría poner en riesgo las relaciones comerciales de Brasil con los países árabes y afectar al sector agropecuario, coinciden especialistas.
El 18 de diciembre, la Liga Árabe hizo un llamado a Austria -que reconocerá Jerusalén Oeste como capital de Israel- y a Brasil a "cumplir el derecho internacional" respecto al conflicto israelí-palestino. Además, anunció que enviará "una delegación gubernamental de alto nivel" para reunirse con autoridades brasileñas y australianas.
El Estado hebreo considera toda la ciudad de Jerusalén como su capital indivisible, en tanto que los palestinos aspiran a que Jerusalén Este se convierta en la capital de su futuro Estado.
Para la comunidad internacional, el estatuto de la Ciudad Santa tiene que negociarse entre las dos partes, y las embajadas no tienen que instalarse allí hasta que no se haya alcanzado un acuerdo.