Miami. El huracán María mató a 2.975 personas en Puerto Rico desde su azote en setiembre del año pasado, según un estudio solicitado por el Gobierno de la isla y divulgado este martes en medio de una polémica sobre el verdadero balance de muertos, ubicado inicialmente en 64.
“Esto, en mi opinión, denota la catástrofe que siempre alertábamos que había sido María y por supuesto la insuficiencia de los protocolos estándar que teníamos”, reconoció el gobernador, Ricardo Rosselló, en una entrevista a El Nuevo Día.
El estudio analizó los patrones de mortalidad de Puerto Rico entre el 2010 y el 2017 para predecir la mortalidad esperada si el huracán María no hubiera ocurrido. Luego examinó las muertes “excedentes” ocurridas entre setiembre del año pasado, cuando María atravesó la isla con vientos de 250 km/hora, y febrero de este año.
"El resultado de nuestro estudio epidemiológico sugiere que, trágicamente, el huracán María condujo a un exceso de muertes en toda la isla", dijo el principal investigador, Carlos Santos Burgoa, profesor de salud global en la Universidad George Washington.
Halló que el balance de muertos fue "22% superior al número de muertos que podrían haber ocurrido durante ese período sin la tormenta".
En las semanas posteriores al desastre, fue difícil conseguir comida, agua fresca y gasolina, y muchos ancianos y enfermos que dependían de la energía para respiradores, diálisis o para refrigerar la insulina, por ejemplo, sufrieron las consecuencias.
“El riesgo de muerte fue 45% mayor y persistente hasta el final del período estudiado para las poblaciones de bajo desarrollo socioeconómico”, indicó el estudio, el cual añadió que los hombres mayores de 65 experimentaron una mayor tasa de mortalidad.
Además, 40% de las municipalidades padecieron una mortalidad significativamente mayor entre setiembre y febrero, comparado a los dos años anteriores.
Prevención deficiente
El informe también detalló que el equipo de emergencias del Departamento de Salud puertorriqueño tenía un “plan desactualizado”, que las agencias de emergencia no estaban diseñadas “para huracanes mayores a categoría 1”, y que las campañas de información no alertaron al público adecuadamente del advenimiento de un desastre catastrófico.
También indicó que los médicos carecían del entrenamiento necesario para certificar las muertes en los casos de desastres.
El gobernador Rosselló aseguró que instalará un comité para poner en práctica las recomendaciones del estudio y que creará un registro de personas con enfermedades crónicas para poder alertarlas de una forma más específica si se avecina una catástrofe.
El Gobierno había establecido en 64 el balance inicial de muertos, una cifra que a los testigos de los destrozos les provocaba desconfianza.
Estudios independientes de medios de prensa mostraron luego cifras muy superiores. En mayo, la Universidad de Harvard, utilizando otra metodología, indicó que habían fallecido más de 4.600 personas.
El Gobierno encomendó entonces al Milken Institute de la Universidad George Washington la realización de un estudio independiente para acallar la polémica y adoptar un balance oficial más realista.
El debate por los números forma parte del cúmulo de críticas que recibió el presidente Donald Trump, quien fue acusado por políticos locales de haber demorado la ayuda federal a Puerto Rico, en comparación con la presteza con la que esta había llegado a los estados de Florida y Texas, golpeados poco antes por los huracanes Harvey e Irma.
Un mes después del huracán, cuando la cifra oficial de fallecidos se estimaba en apenas 16, Trump dijo en su defensa que el desastre no era nada comparado a los 1.833 muertos que había dejado el huracán Katrina en Luisiana en 2005.
Este comentario, más las imágenes del presidente lanzando a los damnificados rollos de papel higiénico, indignaron a la población.
A la desolación que dejó María, siguió un éxodo masivo a Estados Unidos continental, lo que hundió aún más a la isla en una crisis fiscal por la que se había declarado en quiebra unos meses antes del paso del huracán