Costa Rica abrió la brecha en junio del 2007 al reconocer la política de ‘una sola China’ y romper los vínculos diplomáticos que, por décadas, mantuvo con Taiwán. El presidente Óscar Arias definió el paso como “un acto de realismo elemental” y “un despertar al contexto global en que nos toca desempeñarnos”.
El siguiente golpe al régimen nacionalista instalado en Taipéi desde 1949 lo propinó Panamá, 10 años después, con argumentos muy similares: el gobierno de Juan Carlos Varela veía un abanico de oportunidades en el campo comercial, de inversiones, turismo y otros.
Tercero en tomar igual decisión fue la República Dominicana, en abril de este año, y el lunes 20 de agosto del 2018 el Gobierno de El Salvador tomó la misma ruta.
Esos movimientos se enmarcan dentro de una deliberada estrategia del Gobierno de China por aislar a Taiwán, al que considera parte de su territorio y al cual ve como una provincia “rebelde”. La ofensiva no se limita a ninguna zona del planeta. La evidencia es clara: la ruptura decidida por la administración del presidente salvadoreño, Salvador Sánchez Cerén, deja a la isla con solo 17 estados que la reconocen como país soberano.
“Es una decisión que tarde o temprano tomarán todos los países de América Central y del resto del mundo”, vaticina Constantino Urcuyo, especialista en Ciencias Políticas y profesor de la Universidad de Costa Rica. “Taiwán es cada menos importante”, agrega.
El anuncio de Sánchez Cerén apunta a impulsar, por parte del régimen comunista chino, inversiones, oportunidades comerciales, créditos para infraestructura el posible establecimiento de una económica especial (ZEE) que permitiría a la potencia oriental elaborar y colocar bienes manufacturados en Estados Unidos.
En su mensaje por radio y televisión, el mandatario resaltó el poderío de la economía de China, “en permanente crecimiento, y los desarrollos logrados en diversos campos que le permiten posicionarse entre los países más exitosos”.
Y es que parte de la arremetida de Pekín para arrinconar a Taiwán pasa por dar ayuda para el desarrollo y acceso a empréstitos con condiciones ventajosas, destaca Urcuyo.
Por ejemplo, en su relación con Costa Rica, China ha suministrado apoyo en el campo de la seguridad pública con la donación de 250 vehículos y dos aviones para la Fuerza Pública, así como el financiamiento de la construcción de la Escuela Nacional de Policía (ENP), para la cual aportó poco más de ⊄9.500 millones de los ⊄12.000 millones que costó esa obra levantada en La Rita de Pococí, Limón.
Asimismo, el Eximbank de China financia $395 millones de los $495 millones que cuesta la ampliación de la carretera 32, en el sector comprendido entre el cruce a Río Frío de Sarapiquí y la ciudad de Limón. Los trabajos corren por cuenta de la compañía china China Harbour Engineering Company (CHEC) .
Tras mejores posibilidades
Similares intereses mueven a otros países, no solo de Centroamérica y el Caribe, a ponerse del lado de Pekín.
Cuando siguió el ejemplo costarricense, el presidente de Panamá hizo énfasis en la búsqueda de acuerdos en materia turística, comercial, agrícola, migratoria, cultural y educativa, entre otras, sin dejar lado la posibilidad de inversiones chinas en infraestructura, como un eventual ferrocarril entre la capital y la ciudad de David, en el oeste del país.
Con franqueza, el consultor jurídico de la Presidencia de República Dominicana, Flavio Darío Espinal, resaltó el pragmatismo detrás de la decisión de volverle la espalda a Taiwán: “La historia y la realidad socioeconómica nos obligan ahora a un cambio de rumbo” .
Las relaciones diplomáticas estuvieron precedidas por acercamientos políticos y, sobre todo, comerciales que llevaron el intercambio bilateral a $2.000 millones anuales en el momento cuando Santo Domingo optó por el viraje.
Y apenas unos días antes del divorcio con Taipéi, el presidente dominicano, Danilo Medina, asistió a la inauguración de la primera zona franca en ese país caribeño.
Inclusive, en países que aún siguen leales a Taiwán, como Honduras, China ha empezado a penetrar con empréstitos para infraestructura. Tal es el caso de un proyecto hidroeléctrico que se levanta en el río Patuca que financia con $350 millones y que erige la empresa china Sinohydro.
En varias ocasiones se ha mencionado la posibilidad de relaciones diplomáticas entre los dos países, por lo cual el politólogo Urcuyo dijo este martes que habría esperado que, antes de San Salvador, fuese Tegucigalpa el que diera el paso.
La arremetida de Pekín también se manifiesta en el resto de América Latina, particularmente en América del Sur. El subcontinente es la segunda zona del mundo que recibe más inversión extranjera directa del gigante asiático (un 14%), la cual se dirige a sectores como energía, minerales, telecomunicaciones, infraestructura, electricidad, industria y agroindustrial, entre otros.
Otro campo de la batalla contra Taiwán es África, donde ya solo el pequeño reino de Suazilandia reconoce la isla donde se asienta el Gobierno nacionalista.
El guion es el mismo, aunque en ese continente sí hay una variante que está ausente en Latinoamérica: China tiene en Yibutí su única base militar fuera de su territorio y esa instalación le da acceso al estratégico mar Rojo.
Además, ha centrado su interés en el acceso a minerales vitales para su industria, como el carbón, el gas y el petróleo, vitales para su economía, sin dejar de lado la extracción de uranio para alimentar los 37 reactores nucleares en operación.
Toda esta estrategia, explica Urcuyo, tiene como objetivo estratégico “posicionarse como una potencia global”.