Washington. El secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, denunció este viernes, con una inusual virulencia, los “horrendos abusos” que sufren los musulmanes uigures detenidos en campamentos en China, abriendo un nuevo frente de confrontación en las ya deterioradas relaciones con el gigante asiático.
"Cientos de miles, posiblemente millones de uigures son retenidos en contra de su voluntad en los llamados campamentos de reeducación donde son forzados a soportar un severo adoctrinamiento político y otros abusos horrendos", dijo Pompeo en un discurso sobre la libertad religiosa en el mundo.
“Sus creencias religiosas son aniquiladas”, afirmó el secretario de Estado.
La semana pasada, la alta comisionada de Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet, denunció la situación de esta minoría étnica turcófona y musulmana.
China ha negado las denuncias de que un millón de miembros de la minoría musulmana uigur hayan sido internados en campos de concentración en la provincia occidental de Xinjiang.
El Gobierno de Pekín justifica la represión en esta zona, fronteriza con Afganistán y Pakistán, por la necesidad de luchar contra el “terrorismo” islamista y contra el separatismo de una parte de los miembros de la comunidad uigur.
El mes pasado, miembros del Congreso de Estados Unidos, de ambos partidos, instaron a aplicar sanciones contra funcionarios chinos involucrados en la internación de personas en Xinjiang.
Pompeo no especificó en su discurso si se adoptarán medidas, pero sí se expresó también sobre el destino de los cristianos en China.
El gobierno, aseveró, ha estado “cerrando iglesias, quemando biblias y ordenando a los creyentes que firmen actas para renunciar a su fe”.
El miércoles, Washington ya había denunciado a un gobierno que "no es transparente" y "trata a las minorías religiosas de manera horrible".
"A largo plazo, si se habla sobre quién amenaza los ingresos de los estadounidenses, quién amenaza verdaderamente el crecimiento estadounidense, China representa, de lejos, la mayor amenaza para Estados Unidos", arremetió.
Fracciones bilaterales
Este tema se agrega a otros numerosos puntos de fricción entre Pekín y Washington.
Tras haber escenificado un acercamiento con China a comienzos de su mandato, el presidente Donald Trump parece estar retomando los acentos vindicativos de su campaña electoral.
Su primer año en la Casa Blanca ha estado marcado por relaciones cambiantes con la potencia asiática, pero la sensación que prevaleció fue la de un sorprendente idilio si se lo compara con el discurso preelectoral del gobernante estadounidense, que había tomado a China como uno de sus blancos principales, denunciando las prácticas comerciales y la manipulación monetaria de Pekín.
Este acercamiento había nacido en Mar a Lago, en Florida, donde Trump recibió a su par chino, Xi Jinping, en abril del 2017, y continuó en noviembre en Pekín, cuando el presidente estadounidense, particularmente sensible a las muestras de respeto, realizó una visita de Estado a China.
Trump se negó entonces a atacar a China en el frente comercial y monetario y saludó a Xi por su influencia positiva sobre Corea del Norte.
Pero ahora que se acerca el segundo aniversario de la elección de Trump y las elecciones de mitad de mandato de noviembre, ha vuelto el tiempo del hielo.
La guerra comercial está de vuelta, a golpes de aranceles y represalias, y las negociaciones para apaciguarla están empantanadas.
Trump ha vuelto a acusar a China de ser responsable del estancamiento en el que se encontraban hasta hace muy poco las negociaciones las conversaciones sobre la desnuclearización de Corea del Norte.
Y también de intentar influir en los resultados de las elecciones legislativas estadounidenses, al afirmar que los aranceles establecidos por China apuntaban a perjudicar al electorado republicano ("nuestros agricultores, nuestros ganaderos y nuestros obreros").
El Ejército chino fue sancionado el jueves por Estados Unidos por sus compras de armas a Rusia.
Por otra parte, se han recrudecido en los últimos meses las tensiones fronterizas en el mar de China Meridional.
Pese a este panorama, Trump nunca deja de mantener la puerta abierta al diálogo con su “amigo” Xi Jinping, al cual continúa expresándole a cada ocasión que se le presenta su “profundo respeto y afecto”.