Al aceptar la candidatura públicamente, y sin ocultar su emoción, lo primero que pidió fueron disculpas. El designado de Luiz Inácio Lula Da Silva reconoció que no era la persona que los votantes del Partido de los Trabajadores (PT) querían como aspirante y como próximo presidente para enfrentar la crisis en la que se encuentra Brasil.
Haddad, hijo de libaneses conservadores de clase media, tiene un contrastante origen con Lula quien, en palabras de su pupilo, “nació en las entrañas del pueblo de Brasil para llegar a la Presidencia”.
Lula Da Silva se mantenía como favorito para la contienda con un 37% de aprobación hasta hace poco más de un mes, cuando desistió de la batalla legal que defendía desde la cárcel para conseguir su candidatura y designó a Haddad como su suplente.
Haddad “el tranquilo”, como le dicen muchos, acepta el legado de unas de las figuras políticas más importantes de Brasil, con un apoyo popular que no se inmutó después de su condena por corrupción gracias al éxito de políticas contra la desigualdad, en los tiempos de oro de la economía brasileña, que lograron sacar a más de 30 millones de personas de la pobreza.
Después de la designación del exministro como candidato a la Presidencia por el PT, inició una carrera contra el tiempo. Haddad tenía apenas un 4% de intención de voto y necesitaba el traspaso de la mayoría de votantes que confiaron en Lula en solo cuatro semanas.
“Mi voz es la voz de Haddad”, expresó Lula para apoyarlo y con lo cual logró que, a pesar de las diferencias de formación y de carácter entre maestro y pupilo, los seguidores del expresidente poco a poco aceptaran al suplente para sumar una intención de voto del 23% en la última encuesta de Ibope.
El abogado y exprofesor universitario tiene también una maestría en Economía y un doctorado en Filosofía. Su serenidad hace juego con el léxico intelectual que utiliza para expresarse y que le ganó popularidad en las universidades con la izquierda más letrada.
Pero la mayoría del eventual apoyo electoral está en las zonas más pobres del país y conseguirlo ha sido su reto en las últimas semanas. Al iniciar su campaña un tercio del electorado desconocía quién era y muchos de los seguidores de su propio partido ni siquiera sabían cómo pronunciar su nombre.
La herencia
Indistintamente de que suceda en las urnas, Haddad conoce bien el fracaso y la victoria en la política. Aunque milita desde tiempos de la dictadura en Brasil, el primer gran puesto que ocupó fue como ministro de Educación en los gobiernos de Lula y Dilma Rousseff. Ahí ganó gran popularidad por programas educativos que apoyaron la movilidad social de los sectores más empobrecidos.
Renunció a su cargo como ministro para ocupar la alcaldía de São Paulo, en donde no obtuvo el mismo resultado al tener que enfrentarse con manifestaciones contra el aumento de las tarifas del transporte público, que molestaba principalmente a la clase media.
Ahora, su estrategia es defender el legado de los tiempos de prosperidad de su maestro, con logros difíciles de alcanzar con la recesión económica que viven Brasil y otros países de la región, como Argentina, en los que se apoyaba para mantener su crecimiento como potencia económica.
La herencia de Lula le otorga credibilidad en un sector del electorado; sin embargo, la destitución de Dilma Rouseff en el último gobierno del PT y los casos de corrupción abiertos por la Operación Lava Jato le ganan detractores.
Haddad no se ha pronunciado de forma determinante sobre las acusaciones contra su partido. Se mantiene unido a Lula y lo defiende como inocente, pero asegura que en caso de llegar al gobierno no daría el indulto a su maestro porque el mismo Lula “no lo quiere”.
Según la última encuesta de Ibope mantiene un 28% de rechazo electoral, un porcentaje alto pero menor al de su principal oponente, Jair Bolsonaro con un 38% .
Gran parte del rechazo a Bolsonaro proviene de las mujeres, descontentas con sus comentarios misóginos y que lograron convocar una marcha con miles de participantes en más de 70 ciudades de Brasil.
Las mujeres representan más de la mitad del electorado y su apoyo podría asegurarle una victoría a Haddad quien se acerca a través de la agenda de su compañera de fórmula como vicepresidenta, la joven feminista Manuela D'Ávila.
Ya sea que el Partido de los Trabajadores (PT) conquiste la Presidencia por el apoyo de Lula y su compañera D'Ávila o que no llegue por Dilma y Lava Jato, se puede asegurar que la corta campaña de Haddad ha estado determinada por trayectorias ajenas.
Será solo en caso de que ocupe el palacio del Planalto, con una crisis en la que puede que pierda su carácter sereno, que se pondrá aprueba su capacidad para llevar las riendas del poder. Y si sale derrotado estará por verse si puede desempeñarse como figura de oposición.