Bruselas. En busca de alguna “garantía” que mantenga con vida su controvertido acuerdo del brexit, la primera ministra británica, Theresa May, enfrentó este martes a unos todavía socios comprensivos, pero firmes en su rechazo a renegociar el texto.
La oposición en el Parlamento británico al mecanismo incluido en el acuerdo de divorcio para impedir la reintroducción de una frontera en la isla de Irlanda la obligó a posponer la votación prevista hasta el 21 de enero como muy tarde e iniciar una gira europea.
“No queremos que se use el backstop y si se hace, queremos estar seguros de que sea temporal”, dijo May en declaraciones a la BBC en Bruselas tras reunirse a lo largo del día con el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, y sus pares de Holanda y Alemania.
Tusk, quien convocó para jueves una reunión de mandatarios sobre el brexit paralela a la cumbre ordinaria, expresó tras la discusión “larga y franca” que los 27 socios de Reino Unido quieren “ayudar” a la premier. “La cuestión es cómo” hacerlo, agregó.
Los europeos cerraron ya la puerta a reabrir el acuerdo de divorcio y la declaración política sobre la futura relación, negociados durante 17 meses a ambos lados del canal de la Mancha y a los que los mandatarios de la UE dieron su visto bueno el 25 de noviembre.
“No es posible cambiar” el acuerdo, dijo la canciller alemana, Ángela Merkel, durante un encuentro con legisladores tras recibir la jefa del Gobierno británico en Berlín, según participantes en la reunión.
El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, quien se reunió en la noche con Theresa May, expresó horas antes que “por supuesto, hay margen suficiente, con inteligencia, para más aclaraciones, más explicaciones sobre (su) interpretación”.
La solución podría pasar por “una declaración política del Consejo Europeo”, en palabras del canciller irlandés, Simon Coveney, una opción que, como sucedió con el precedente pulso de España sobre la cuestión de Gibraltar, evitó reabrir las 585 páginas del acuerdo del brexit.
La traba del backstop
Preguntado sobre las diferentes opciones, el secretario de Estado británico para el brexit, Martin Callanan, había explicado en la mañana la importancia de que las “garantías adicionales” sobre el backstop que se obtengan sean “jurídicamente vinculantes”.
La UE exigía una solución de último recurso para evitar la reinstauración de una frontera dura entre Irlanda y la provincia británica de Irlanda del Norte y proteger, a su vez, los acuerdos de paz de Viernes Santo de 1998, que pusieron fin a 30 años de sangriento conflicto.
En virtud del acuerdo, el backstop solo se aplicaría tras el periodo de transición, cuya duración inicial se puede extender dos años hasta el 2022, y si no se encuentra una solución mejor durante la negociación de la futura relación entre ambas partes tras el brexit.
"Nunca dejaremos tirada a Irlanda", aseguró este martes Juncker, un llamado que puede acrecentar los temores de los defensores de una salida clara de la UE sobre un Reino Unido atrapado permanentemente en las redes europeas.
La gira de última hora de la primera ministra británica debe llevarla el miércoles a Irlanda para reunirse con su par irlandés, Leo Varadkar, después de comparecer ante el Parlamento de Westminster y reunir a su gobierno, según su oficina.
Tras su búsqueda de garantías, Theresa May deberá volver con el pacto ante la Cámara de los Comunes, donde el texto cosecha un amplio rechazo, a pocos meses de que Reino Unido se convierta en el primer país en abandonar el proyecto europeo, el próximo 29 de marzo.
Este viaje es “una pérdida de tiempo y dinero público”, afirmó este martes en el Parlamento el líder de la oposición laborista, Jeremy Corbyn, para quien May “parece incapaz de convencer a la UE de que acepte cambios significativos en sus propuestas”.
Sin embargo, ante la insistencia de algunos pequeños partidos para que presente una moción de censura, Corbyn subrayó que solo lo hará cuando tenga la certeza de que esta prosperará.