Londres. La primera ministra británica, Theresa May, emprendió el lunes una ofensiva para convencer a un Parlamento británico mayoritariamente hostil de que ratifique el acuerdo sobre el brexit logrado con la Unión Europea (UE), al tiempo que intenta vendérselo a un país escéptico.
Tras reunir por la mañana a su gobierno para informarle sobre la cumbre europea que la víspera en Bruselas selló el acuerdo de salida de Reino Unido de la UE, May compareció ante la Cámara de los Comunes donde el texto enfrenta duras críticas.
La jefa de Gobierno anunció que el 11 de diciembre se realizará la votación del acuerdo sobre el brexit.
“No hay mejor acuerdo posible”, aseguró tras enumerar sus principales puntos ante los diputados, a quienes pidió que lo apoyen en nombre del “interés nacional” en la próxima votación.
“Podemos respaldar este acuerdo, cumplir con lo votado en el referendo y comenzar a construir un futuro más brillante”. “O esta Cámara puede optar por rechazar este acuerdo y volver a la casilla de salida” lo que “abriría la puerta a más división y más incertidumbre”, afirmó.
En su respuesta, el líder de la oposición laborista, Jeremy Corbyn, plasmó el rechazo de buena parte de diputados de todo el espectro político: “Seguir adelante no es estoicismo, es un acto nacional de daño autoinfligido”, fustigó.
El acuerdo estipula los términos del brexit, previsto el próximo 29 de marzo, y esboza las líneas de la futura relación entre ambas partes, “una cooperación lo más cercana posible” cuyos detalles llevará años negociar.
Aunque en el texto no queda plasmada ninguna garantía jurídica de que España tendrá, como reclamaba, la última palabra sobre la aplicación en Gibraltar de los términos de esa futura relación, el Gobierno de Madrid recibió la promesa escrita de Londres y la UE, lo que enfureció aún más a los detractores del acuerdo.
“La reivindicación española de Gibraltar fue firmemente impulsada por el dictador fascista Francisco Franco y ahora estará sonriendo en su tumba tras esta capitulación”, afirmó el líder del partido euroescéptico UKIP Gerard Batten, quien acusó a May de “traición”.
Prueba crucial
Según una fuente europea, May reconoció en Bruselas que de momento no cuenta con una mayoría parlamentaria para aprobar el texto, pero dijo que advertiría a sus diputados rebeldes, unos 80 de los cuales declararon públicamente que votarán en contra, de que muchos podrían perder sus escaños en las próximas elecciones si el acuerdo es rechazado.
En un intento por contrarrestar el peso de estos conservadores rebeldes, May intenta también atraer a algunos diputados laboristas, principalmente los representantes de circunscripciones obreras que votaron por salir de la UE en el referendo del 2016.
Y el lunes, tras la intervención en el Parlamento, su equipo tenía previsto mantener una reunión especial con ellos.
En otro frente, para defender el acuerdo ante una opinión pública también escéptica, May viajará por el país hasta el jueves, día cuando debe partir hacia Argentina para participar en la cumbre del G20. Y el lunes se decía que incluso estudia la posibilidad de un debate televisado con Corbyn.
Los más acérrimos defensores del brexit fustigan el acuerdo por considerar que mantiene a Reino Unido demasiado alineado con el bloque comunitario.
El exministro de Relaciones Exteriores Boris Johnson, quien dimitió del gobierno en julio por su oposición al texto que May estaba negociando, lo calificó de “desastre” y “humillación” para Reino Unido, país que seguirá siendo “un Estado satélite” de la UE.
Y el pequeño Partido Unionista Democrático (DUP, norirlandés), cuyos 10 diputados respaldaron al gobierno de May desde las elecciones del 2017, advirtió de que le retirará su respaldo si el Parlamento aprueba el acuerdo.
Miembros del gobierno reconocieron que la cuesta es empinada, pero están decididos a superarla en las próximas dos semanas."Le daremos al pueblo británico lo que votó", afirmó el ministro de Relaciones Exteriores, Jeremy Hunt, a la BBC.