De 15 a 20 tapas de alcantarillada perdía por mes el Instituto Costarricense de Acueductos y Alcantarillados a manos de delincuentes que las llevaban a fundidoras de hierro.
Ante el problema que implicaba para peatones y conductores, aparte de costear la reposición por unos ¢20 millones, la entidad decidió variar diseño y material de estas tapaderas para sus alcantarillas de aguas residuales, con la idea de volverlas menos atractivas para el hampa.
Ahora para elaborarlas, el AyA importa desde España un tipo de tapa de hierro dúctil (una aleación de hierro y granito) que, es inmune a hornos de fundición convencionales ya que el material tiene más dureza y resistencia al calor.
“Estas no se funden tan fácilmente, se requieren hornos especializados capaces de altísimas temperaturas para derretirlas. Entonces, si alguien intentara llevarse una, no podría utilizarla luego para fundirla. Esto desestimula a los ladrones”, explicó Manuel López Fonseca, director de la Unidad de Tratamiento y Recolección de la GAM del Instituto.
Con una vida útil de 35 a 40 años, esas tapas cuestan alrededor de ¢105.000 cada una; unos ¢25.000 adicionales respecto a las de hierro convencional.
El cambió se concentró en la Gran Área Metropolitana (GAM) donde el AyA tiene 23.000 pozos de alcantarillado. Los puntos calientes, aseguró, estaban en Desamparados, Pavas, La Uruca, León XIII y algunos sectores de Tibás.
Según López Fonseca calcula que la tasa de incidencia de hurtos cayó 85% desde que introdujeron varios ajustes
El Instituto, además, trae desde México otras tapas hechas de un polietileno de alta densidad (un tipo de plástico de alta resistencia) que coloca en zonas más despobladas (áreas donde los colectores pasan por riberas de río) y con escasa vigilancia.
“Esas zonas más desoladas suelen ser los sitios donde los delincuentes tienen más oportunidad y tiempo de llevárselas; entonces ponemos ahí las de plástico para quitarles aún más el impulso", explicó en referencia a estos sellos cuyo costo ronda los ¢110.000 por unidad.
Junto al cambio de materiales, el diseño de las tapas ahora incluye el uso de bisagras pegadas a un marco de seguridad el se asegura con cemento a la superficie. Esto evita que las tapas estén sueltas.
Además, cada pieza tiene un cerrojo que utiliza una llave especial con lo cual un particular tampoco podría abrirlas.
Asalto a la salud
Todos estos cambios también apuntan a prevenir accidentes ya que, un pozo de alcantarilla sin sello aumenta el riesgo de una caída tanto para vehículos (motocicletas en particular) como personas.
López Fonseca aseguró que este es un tema “muy sensible” para el AyA, pues entre el 2014 y 2015 la institución recibió dos demandas por incidentes ligados a caídas de motociclistas en pozos de alcantarillado sin tapa.
“Nosotros estamos pendientes de sustituir de inmediato las piezas cuando descubrimos que faltan o si recibimos la alerta. Además hay un plan de sustitución permanente porque nosotros siempre estamos revisando”, comentó.
En tres años, el AyA ya cambió 3.000 de las 23.000 piezas colocadas sobre su red de alcantarillado de aguas residuales. El funcionario advirtió que las sustituciones se realizan cuando alguna de estas piezas se quiebra por el paso de vehículos pesados sobre ellas o por hurto. Según él, esto previene sacar de circulación antes de tiempo tapaderas de hierro común aún con años de vida útil por delante.
“Que alguien se lleve una tapa de pozo es un problema general que afecta a muchas personas. Las aguas que pasan debajo de estas tapas es una mezcla de líquidos sucios cuyas emanaciones incluso afectan a las personas si alguien se lleva ese dispositivo de cierre; no digamos ya el evidente riesgo de accidente para quienes caminan o conducen por las calles”, recalcó.