El Archivo Nacional es el nuevo guardián de 27 piezas históricas que retratan algunas de las vivencias en Francia de Tobías Bolaños Palma, quien se desempeñó en el país europeo como piloto de pruebas durante la Primera Guerra Mundial.
La donación la hizo Dennis Bolaños Castillo, nieto del que fue el primer aviador costarricense. La misma está compuesta por nueve documentos, ocho medallas condecorativas, cinco fotos, cuatro reproducciones documentales y un libro.
“Muy lamentablemente mi abuelo no fue futbolista, entonces en Costa Rica hay mucha ignorancia sobre lo que hizo como piloto, instructor y héroe de guerra. Muchas instituciones no mostraron interés por preservar su memoria, pero dichosamente me encontré al Archivo Nacional”, expresó Bolaños Castillo.
Las medallas las recibió Bolaños por su valentía y heroicidad durante la Gran Guerra, en la que tuvo participación como integrante del ejército francés. Esas piezas son de los elementos que dan un carácter excepcional a esta colección, ya que el Archivo Nacional generalmente no acepta objetos.
“Nosotros no recibimos objetos, sin embargo, en algunas ocasiones sí para mantener el contexto del fondo documental, el cual puede consistir en una sola pieza, de miles o hasta millones”, explicó Javier Gómez, jefe del Archivo Histórico del Archivo Nacional.
Algunas de estas insignias son: la Croix du Combattant (Cruz de Combatiente), Union Nationale des Combattants (Union Nacional de Combatientes), Medaille Militaire (Medalla Militar), la Cruz de Guerra 1914–1918 y la Medalla francesa de la Primera Guerra Mundial.
Bolaños no fue el único personaje costarricense que sintió el llamado a las armas tras explotar el conflicto armado en el Viejo Continente. También lo hicieron el doctor Ricardo Moreno Cañas y el poeta Basileo Acuña, quienes de igual forma lucharon para el lado francés.
De hecho, uno de los documentos entregados como parte del legajo histórico, es una certificación firmada por el médico Moreno Cañas, quien compartió en Francia con Bolaños y Acuña mientras los tres experimentaban el conflicto bélico.
“Ellos tres se encuentran en Francia, se conocen allá y el doctor Moreno Cañas le envía una carta a don Tobías”, contó Gómez.
Protección y restauración
Las piezas llegaron al Archivo Nacional por iniciativa de la familia de Tobías Bolaños, que las llevó hasta la sede de la institución, en Zapote, para que se evaluara la condición de los materiales y de ahí se decidiera si los aceptaban para preservar la memoria histórica del aviador.
“Don Dennis (Bolaños) había hecho el intento con otras dos instituciones públicas, pero al parecer no le dieron el interés adecuado, entonces, como los documentos llegaron en una condición muy complicada a nivel de conservación, decidieron dejarlos de una vez para nosotros comenzar a intervenirlos”, señaló Gómez.
“El trabajo que sale ahorita es conjunto; no solamente del rescate de documentos, que es la parte que el Archivo Histórico tiene a cargo, sino que también entra el departamento de Conservación del Archivo Nacional”, añadió.
La exposición a la luz provocó un decoloramiento bastante importante en muchos de los documentos, mientras que otras de las piezas mostraban un desprendimiento de algunas de sus partes, por lo que fueron tomadas y restauradas por completo, colocándolas en un encapsulado hecho de un plástico de poliéster que permite retardar el proceso de descomposición normal del papel.
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“Cuando yo recibí especialmente el conjunto de medallas, los libros y las fotos, estaban en muy mal estado. Fíjese que yo los fui a recoger a una bodega de Adaptación Social, entonces yo consideré que los expertos del país eran la mejor opción para que la memoria de mi abuelo fuera recordada y ese fue el sentido de donarles todo lo que corresponda de Tobías Bolaños al Archivo Nacional”, dijo el nieto del piloto.
Otras piezas registraban un daño más severo y no fue posible restaurarlas, por lo que sus textos quedaron ilegibles y su contenido histórico se perdió. “Es una gran lástima, yo entiendo que la herencia y el legado familiar es importante, pero la gente tiene que tomar conciencia de que si entregan el material, lo podemos restaurar y conservar de la mejor forma”, expresó Gómez
El Archivo Nacional ofrece condiciones que difícilmente pueden ser replicadas en las residencias particulares, como por ejemplo: espacios con temperaturas reguladas entre los 18 o 21 grados, las 24 horas del día, los 365 días del año.
Las personas u organizaciones pueden solicitar a la institución reproducciones de los documentos, los cuales pueden ser sometidos a un proceso de añejamiento para simular el deterioro del papel. Además, tienen la potestad de establecer restricciones para su consulta, por un periodo de tiempo determinado, que se establece en un contrato en el que se fijan las bases para la entrega del material.
El Archivo Nacional no contaba con un fondo documental de Tobías Bolaños, pero, según Gómez, así sucede en la mayoría de los casos. El funcionario contó que con una década de trabajar en esta entidad, solo dos veces se recibieron donaciones de una colección preexistente.
Domingueño surcó los cielos
Tobías Bolaños nació el 2 de noviembre de 1892 en Santo Domingo de Heredia, en un humilde hogar de padres campesinos.
Pero su extraordinario viaje iniciaría con la llegada al país de Marius Tercé, un célebre aviador francés a quien Bolaños le pidió que le enseñara esa profesión que tanto le fascinaba. Tercé prometió ayudarlo en Francia, por lo que el joven herediano hizo sus maletas y partió a Europa el 18 de setiembre de 1914. Para ese entonces ya había iniciado la Primera Guerra Mundial.
En lugar de huir del conflicto armado, Bolaños decidió unirse al ejército francés. En 1915 fue herido en un brazo; una vez recuperado se trasladó a la escuela de aviación militar de Pont-Long, en Pau.
Cuando el costarricense estaba a 15 días de graduarse como piloto, el 16 de agosto de 1915, sufriría una mala jugada del destino al momento de ofrecerse para probar un nuevo tipo de avión, un Moranne, con el cual tuvo un grave accidente que casi le cuesta la vida. Le amputaron su pierna derecha y el Gobierno francés lo condecoró, lo nombró empleado de la escuela de aviación en Pau y le otorgó una pensión vitalicia.
El 26 de mayo de 1917, con una condecoración en el pecho y una pierna de madera, llegó a Costa Rica. Tobías Bolaños se convertía así en el primer aviador costarricense. Luego, se trasladó a la zona del Canal en Panamá, a trabajar como piloto.
De regreso en Costa Rica intentó volar, pero no pudo lograrlo. Incluso mucha gente cuestionó si de verdad era piloto. Entonces, el 19 de diciembre de 1929, Bolaños le demostró a los costarricenses sus habilidades como aviador, piloteando una aeronave tipo Avro, donada por México ese año.
La nave fue bautizada con el nombre de Juan Santamaría. Esto ocurrió después de una larga campaña del piloto solicitándole a don Cleto González Víquez, entonces presidente de la República, que lo dejara pilotear el aparato.
Sin embargo, estando en el hangar, el avión clavó su hélice y se destrozó. Le fabricaron una de madera, con la cual Bolaños voló por primera vez a través de los cielos costarricenses. Luego de 45 minutos en el aire y de impresionar a los curiosos con algunas acrobacias, al aterrizar terminó en un ‘palo de guaba’ en la finca de los Giustiniani, al oeste de La Sabana. El avión quedó destrozado.
En 1936, Bolaños fue contratado en México como aviador profesional y luego trabajó en Guatemala. Después de ser instructor de aviación y trabajar como mecánico, murió en San José el 19 de octubre de 1952.
En reconocimiento a su esfuerzo, el 8 de octubre de 1972, mediante la Ley 5109, se decretó que el Aeropuerto de Pavas llevaría su nombre.