Conversó con La Nación con la condición de no revelar su nombre.
Dos décadas después de la sobreirradiación con cobalto, aún arrastra el dolor y la vergüenza de haber sido señalado sin ser responsable del error que afectó la vida de 115 enfermos de cáncer y sus familias.
Por eso, solo sabemos que es uno de los cuatro técnicos que trabajaron en la Alcyon II al momento de ocurrir la peor tragedia en la historia de la Medicina de Costa Rica.
Ellos detectaron que algo no andaba bien en los cálculos hechos tras la instalación de una nueva fuente de cobalto. Pero los médicos de entonces no les pusieron atención.
Hasta que los primeros pacientes empezaron a mostrar quemaduras y diarreas más severas luego de cada sesión de radioterapia.
A las tres semanas, recibieron la orden del jefe del servicio de aquel entonces: "Paren el equipo y no irradien a nadie más". La noche del 11 de octubre de 1996, la noticia explotó en la prensa.
Este es su relato.
"En esos días, a las unidades de coblato (Alcyon II y Theratron) les tocaba cambio de fuente. Ya se había cambiado la primera, que era la Theratron. Para esto, vinieron unos expertos extranjeros quienes participaron en el cambio de la fuente y en todo lo que se le hizo al equipo: las revisiones mecánicas, el cambio de repuestos, porque no solo era el cambio de fuente.
"Las fuentes de cobalto tienen una vida media. El físico médico hace un cálculo para verificar hasta dónde puede llegar el uso clínico de la fuente y que indica que ya no se puede utilizar más. Si se usa más de ese tiempo, es obligado tardar más en dar una dosis. ¿Y más tiempo qué significa? Que el paciente tiene que estar acostado más rato bajo la unidad. La importancia de un tratamiento de radioterapia es que se repita todos los días y (la irradiación) quede en el mismo lugar. No es lo mismo decirle a un paciente que va a estar medio minuto en una posición 'X' a decirle que estará en una misma posición cuatro minutos. Hay que recordar que son pacientes oncológicos.
"Después de que cambiaron la Theratron siguieron con la Alcyon. No tenía sentido parar los dos equipos a la vez. Se tomaba de mes y medio a dos meses hacer el cambio en cada aparato. En esa época, cada unidad manejaba 115 pacientes y en aquellos días teníamos 115 pacientes detenidos esperando la Alcyon. Estuvieron esperando, por lo menos, mes y medio. Atendíamos pacientes del Hospital de Niños, del Calderón Guardia, del Blanco Cervantes y el San Juan.
LEA: Atribuyen sobreirradiación a falla humana
"Nosotros, como técnicos, teníamos la capacidad de interpretar la hoja de tratamiento de cada paciente. Leíamos los datos de cada uno, lo colocábamos bajo el equipo, lo acomodábamos, le colocábamos los accesorios que teníamos para aquella época, que no era como ahora.
"Empezamos a dar los tratamientos normales, y ya pacientes con tres sesiones empezaron a presentar diarreas y enrojecimiento de la piel. El primer síntoma que más se notó fueron las diarreas. La Alcyon se utilizaba mucho para irradiar zonas pélvicas; casos de cabeza y cuello, esófagos, columnas, campos pélvicos, extremidades. En aquella época había mucho cáncer de cuello de útero y de vejiga.
"La primera barrera de un paciente en un tratamiento de radioterapia son los técnicos. Como nos veían todos los días, nos decían 'vieran que siento esto, vieran que siento lo otro'. Nosotros le empezamos a informar esto a los doctores que teníamos aquí. Nosotros dimos la voz de alerta y nadie nos escuchó. Nosotros cuestionamos por qué los tiempos no habían cambiado y lo que nos dijeron en ese momento es que nosotros no sabíamos de eso. Ellos (los médicos del San Juan a cargo del servicio) nos cuestionaban; preguntaban que cómo va a ser esto si apenas los pacientes estaban empezando el tratamiento. La primera pregunta que hacían era ¿cuántas sesiones llevan?
"Nos empezaron a poner atención cuando se vio que ya eran muchos pacientes. Como a la tercera semana, el Dr. Medina (Fernando; médico del Calderón que acudía al San Juan a tratar a sus pacientes en radioterapia) fue el que primero sospechó que algo anormal estaba pasando y fue el que primero nos ayudó. Fue el que entendió y vio que lo que estábamos diciendo era cierto. Él valoraba a sus pacientes y vio que lo que decíamos era cierto. Ninguno de los médicos del San Juan nos prestó atención.
LEA: Sobrevivientes reclaman a Caja falta de atención
"Cuando ya se dieron cuenta, llegaron y nos dijeron: 'Paren el equipo y no irradien a nadie más'. La orden vino del Dr. Camacho (Álvaro Camacho Morales), que entonces era el jefe. Solo nos dijo que había habido un mal cálculo. Para nosotros fue muy difícil. Lo que a nosotros nos dijeron es que había habido un error a la hora de hacer el cálculo para determinar el tiempo de radiación que se iba a dar en cada sesión de tratamiento.
"Eso (la sobreirradiación) pasó en agosto. A la tercera semana de dar la voz de alerta, se dieron cuenta de que había habido un error en ese equipo y pararon todo. Fue duro. En ese caso, mandamos a los pacientes a hablar con los médicos.
"La primera vez que oí hablar de sobreirradiación fue cuando salió en la prensa. Una colega me llamó y me dijo que comprara La Nación, ahí salimos. No sabíamos que lo iban a ser público. Sabíamos que algo había pasado, pero de cuánta dosis ni de cuántos pacientes, no sabíamos nada. Fue cuando se habló de 115, que eran los que estaban bajo la máquina, pero no todos empezaron al mismo tiempo. De los 115 no todos estaban sobreirradiados. Los primeros que pasaron por el tratamiento, esos sí.
"Muchos pacientes empezaron a cuestionar. Fue difícil porque quedaron los pacientes del otro lado (la Theratron), y era el chiqui chiqui entre los enfermos y los mismos compañeros, preguntando qué era lo que había pasado. Uno sentía culpa. No nos decían nada, pero uno pasaba y comenzaban a cuchichear.
"Año con año siempre lo recordamos, porque es algo que duele para toda la vida. Tuvo que pasar algo tan trágico como esto para que la Caja reaccionara y nos dieran lo que necesitábamos. Existían reglamentos, sí, pero no le daban la importancia a lo que significaba una fuente radiactiva de estas.
"La radioterapia de Costa Rica es otra cosa. Aquí hubo un antes y un después del accidente de radioterapia. Antes era más simple el tratamiento. No había mayor riesgo pero sí más efecto secundario, pero era lo que tenía el país y lo que nos daba la institución. No se había hecho nada en aquel momento por ir más adelante de lo que teníamos para esos años.
"En aquella época éramos cuatro técnicos, tres médicos, un físico médico, una auxiliar de enfermería. éramos como 7 personas. Ahora somo como 16. En aquella época no existía la capacitación para ser técnico en radioterapia.
LEA: Una vida con la muerte cerca
"Nosotros sí sentimos que esto sirvió de algo. Claro que sí se aprendió. La CCSS aprendió que había que capacitar, que había que dar equipos. En esos años no había nada de lo que hay ahora. El equipo que teníamos era manual, de perillitas. Ahora es digital. Antes se le daba mantenimiento a las unidades, aceititos y cosas así, pero eso no causó el accidente. Ahora se preocupan más por darle mantenimiento. Dentro de las capacitaciones que nos dan sabemos que tenemos derecho a exigir a nuestras jefaturas que el equipo esté en un programa de garantía de mantenimiento.
"¿Qué pasa en estos días aquí? Solo nosotros cuatro recordamos lo que pasó y nos preguntamos por qué lo quieren revivir. ¿Por qué lo quieren recordar? Vivimos con la sombra del cobalto: ahí estuvo la Alcyon y vimos cuando se la llevaron. Yo guardé los periódicos varios años, pero ya los boté. A uno siempre, siempre, siempre, lo sigue el accidente. No sé cuándo lo irán a olvidar en Costa Rica. Probablemente, nunca".