Son las vísperas del Día de los Fieles Difuntos y en los cementerios hay más actividad de lo usual.
Las bóvedas son acompañadas, decoradas y restauradas por seres queridos y panteoneros, que prefieren la tranquilidad del Cementerio de Obreros y el General dos días antes del 2 de noviembre, cuando cientos de personas los visitan.
“A mi mamá no le gusta el tumulto, por eso prefiere venir antes a decorar”, dijo Rocío Jiménez, vecina de Hatillo, quien este miércoles visitó junto a su madre, Ester León, la tumba en el Cementerio de Obreros de Carlos Jiménez, papá y esposo fallecido el pasado 20 de diciembre.
Para León, la última hermana viva de seis, es una tradición visitar las bóvedas de sus familiares cada 2 de noviembre.
“Ahí se va deshaciendo la familia, y van quedando los jóvenes”, afirmó.
En el Cementerio General, Marielos Mora y su sobrino, Miguel Ángel López, raspaban la pintura vieja de la tumba del esposo de Mora, para luego pintarla de blanco.
Mora no acostumbra ir al cementerio en cada conmemoración del Día de los Difuntos, incluso no lo visitó el año pasado. Pero en esta ocasión creyó necesario tener un gesto de agradecimiento con Luis Francisco Rímolo, fallecido hace 32 años.
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“Gracias a él estoy bien económicamente. Bien que mal, es una pensión, una plata que tengo ahí segura. Sería uno muy malagradecido si no hace algo”, manifestó Mora.
Este no es el único ser querido al que le ha restaurado el sepulcro en estos días, pues este martes visitó el de su papá, en San Ignacio de Acosta. A ninguno le deja flores, pues afirma que no tiene sentido entregárselas a los muertos.
“Una vez vi una serie de extraterrestres que hablaban con un humano y decían: ‘Son muy raros los humanos, les dan flores a las personas ya cuando están muertas’”, contó Mora.
Este jueves subirá la asistencia a los cementerios, afirmó el panteonero Geovanny Coronado; sin embargo, aseguró que la tradición cada año pierde más fuerza.
Según él, la tecnología es una de las culpables: las familias le piden una foto de la bóveda renovada y la distribuyen en redes sociales, por lo que deja de ser necesario visitar el sitio.
“Antes se saturaba, unos 15 años atrás no había por dónde pasar. Son muy contados los que usted ve ahora, lamentablemente ya la tradición se perdió aquí”, dijo Coronado, desde el Cementerio General.
Negocio en los sepulcros
Aunque disminuya el fervor, para Coronado no deja de ser negocio el arreglo de jardines y la construcción de nichos.
En el Cementerio General señaló enchapados por los que cobró de ¢600.000 en adelante, y en la tarde de este miércoles se ganó ¢35.000 por chapear y echar tierra alrededor de una bóveda.
Juan Carlos Orozco, panteonero desde hace 45 años en el Cementerio de Obreros, reconoció que en estos días hay más trabajo de lo usual.
“Yo tengo muchos clientes, ellos nada más me llaman y yo les hago el trabajo, desde pintar hasta construir bóvedas”, afirmó Orozco.
“Para uno es entretenido y desestresante”, agregó Harry Brenes, compañero de Orozco desde hace 11 años.
Brenes cortaba la hierba alrededor de una tumba antes de dirigirse a arreglar el jardín de los sepulcros de su papá y esposa. Él también es averso a llevarles flores.
“Flores no, porque cuando uno vuelve a ver ya se las han llevado”, aseveró.
A pesar de la oposición de algunos, son muchos otros los que prefieren las flores para las decoraciones del Día de Difuntos.
“Por lo general trabajamos mucho en línea, un 90% de lo que vendemos es por teléfono o por Internet, pero para la fecha especial es cuando más vienen personas al local, es más que todo gente mayor que viene al cementerio”, aseguró Kattia Chinchilla, de la Floristería Colón, ubicada al frente del Cementerio de Obreros.
“Para el 2 de noviembre se llegan a triplicar las ventas presenciales”, agregó.
En ese local comercial, un ramito de flores puede costarle ¢1.000 y de ahí en adelante, a gusto del cliente.